Ayer me llegó un interesante documento de la Fundación Ciudadanía y Valores (Funciva) en el que se exponen cinco propuestas de reforma constitucional con el fin de organizar España como un auténtico Estado Federal. Todas las propuestas me parecen bien y las suscribo sin reservas. No obstante, la primera de ellas, que se refiere a la necesidad de identificar concretamente los Estados federados, y que pretende que estos no sean más de diez, es bastante problemática. Ya comenté en entradas anteriores lo aconsejable que sería reducir el número de comunidades autónomas, pero creo que pasar de diecisiete a diez es difícil sin convertir alguna en un buñuelo indigesto. Hay cosas razonables, como incluir a Cantabria y La Rioja en la Comunidad de Castilla y León, o integrar a Madrid en Castilla-La Mancha. Pero, ¿qué hacemos con Asturias?, ¿la integramos en Galicia?, ¿en Castilla y León? ¿Y Murcia? Si alguien en la capital está pensando en crear el Estado federado de “Levante” que se lo vaya quitando de la cabeza. Por cierto, el documento habla de diez, pero no se moja a la hora de identificarlas. Comprensible, pero una lástima.
Me ha llamado la atención que en el documento se diga que con estas propuestas, que implican una reforma del sistema de financiación, competencial y del Senado, Cataluña contaría con “estructuras de Estado”. Hum, pensé inmediatamente, atención porque quizá los tiros puedan ir por ahí una vez concluyan las elecciones catalanas. Es habitual que en los actos de Funciva participen representantes de CiU, así que supongo que el documento no les será extraño. ¿Y qué pasaría con el concierto vasco y el cupo navarro? Se mantendrían como tales, pero se recalcularía la aportación que deben realizar.
Les recomiendo que lo lean con calma. Y, una vez lo hayan hecho, les pregunto: ¿puede satisfacer una reforma así a los nacionalistas? No se incluye el derecho a la secesión, es decir, estamos ante una reforma en la que se conserva la soberanía del pueblo español, al tiempo que se pretende de una vez por todas lograr un encaje que satisfaga a los nacionalistas. Mi respuesta es clarísima: no. La peor solución es taparse los ojos y no ver lo evidente: los nacionalistas jamás renunciarán a lo que creen que les corresponde como nación, la soberanía o el derecho a decidir, como ellos lo llaman. Así que me parece bien la reforma, pero no cometamos el error de engañarnos pensando que con ello se van a contentar.