Esta noche he ido a ver "Grandes esperanzas", película basada en la novela de Dickens del mismo nombre a la que me referí en el blog hace unos meses. Tenía curiosidad por ver cómo se las habría ingeniado el director para adaptarla al cine. En su día comenté que no me convenció la forma de narrar de Dickens. La novela carece de agilidad, pese a que es una historia apasionante y hay personajes muy logrados, como Joe Gargery o el abogado Jeager. De los cuatro gatos que había en el cine debo de haber sido el único que ha salido satisfecho. Mis vecinos de arriba han amagado un par de veces con levantarse y marcharse al más puro estilo Paco Umbral, y la parejita de delante tampoco parecía muy entretenida. Creo que haber leído el libro en este caso les hubiera ayudado porque, al igual que sucede en la novela, la historia empieza a "verse" bien avanzada la narración. La película es una adaptación bastante fiel, aunque hay pasajes, alguno importante, omitidos. Salvo Ralph Fiennes, las interpretaciones no me han llamado la atención. En cambio, me ha sorprendido muy agradablemente lo bien reflejados que están el paisaje de los marjales y el ambiente de Londres. También merece destacarse el vestuario. No me atrevo a aconsejársela. Temo que acaben como mis vecinos de butaca, pero a mí me ha parecido una buena película.
jueves, 28 de marzo de 2013
martes, 26 de marzo de 2013
A favor de la acampada libre
Me gusta mucho la montaña,
especialmente los pirineos. Sólo he estado allí una vez. Pasé dos semanas con
el Centro Excursionista de Valencia en la zona de Benasque –pirineo aragonés-
cuando tenía unos once años. La experiencia sigue grabada en mi memoria.
Bebíamos directamente agua del río Esera, aprendíamos habilidades típicas de “boy
scouts” y realizamos varias ascensiones a picos que superaban los 3.000 metros.
Durante esas ascensiones en ocasiones acampábamos en parajes que hallábamos a
gran altura, en las inmediaciones de lagos y rodeados de vacas.
Todavía no he tenido oportunidad
de repetir la experiencia. Si pudiera elegir cómo regresar a los pirineos siempre me ha atraído la tienda de campaña, aunque quizá tenga una visión
excesivamente romántica. Supongo que saben que la acampada
libre está prohibida en toda Europa salvo en Noruega. Me parece una restricción
innecesaria a la libertad de circulación. ¿Por qué no podemos plantar una
tienda de campaña y pasar una noche en una montaña de titularidad pública? El
argumento de prevenir riesgos para el medioambiente es ridículo, pues aunque no
se acampe la gente sin sensibilidad lo puede dejar todo perdido y provocar un
incendio. Quizá se pretenda proteger el negocio de los campings, pero
sacrificar la libertad por ello me parece un precio demasiado elevado. No sé a ustedes, pero a mí me resulta muy desagradable pensar que ni siquiera
puedes dormir en pleno monte sin pagar cuando un animal sí puede
hacerlo.
domingo, 24 de marzo de 2013
El papa Francisco
Supongo que todos nos llevamos una sorpresa
con el nuevo papa. Bergoglio, el jesuita argentino, no aparecía en ninguna de las informaciones
publicadas por la prensa. Ya veremos el camino
que toma su pontificado, pero tengo la impresión de que ha sido una elección
acertada. Sus primeros gestos y palabras se han centrado en los pobres, y eso
me ha gustado mucho. También me parece una buena noticia que sea un papa hispanoamericano,
argentino en este caso, no tanto porque hable español como porque reafirma el carácter universal de la
Iglesia católica. Pero quizá el rasgo más destacable del papa Francisco sea su condición de jesuita. No conozco bien los principios
orientadores de esta orden religiosa ni tampoco su manera de funcionar más allá
de su vocación misionera y educativa. He leído obras de varios jesuitas,
algunas de ellas poco ortodoxas e incluso incompatibles con la doctrina de la Iglesia en algún punto
como las de Anthony de Mello, por lo demás brillantes y lucidísimas. Es curioso comprobar las diversas maneras de entender el
cristianismo que están presentes en esas obras, y esto me hace pensar que entre ellos debe de reinar un clima de profundo respeto por la libertad de expresión
forjada en una conciencia libre. La acentuada personalidad de los jesuitas me
hace presagiar que Francisco va a introducir cambios importantes. Ya veremos si
es así y en qué consisten.
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Sociedad
sábado, 23 de marzo de 2013
El marasmo valenciano
Hoy, paseando con mis padres por el centro de
Valencia, he vuelto a tener la sensación de que la ciudad ha perdido el vigor de hace una década, cuando vivíamos creyendo que éramos ricos
y en realidad nos gastábamos un dinero prestado que ahora debemos devolver. No
es la primera vez que me sucede en los últimos años. Marasmo es la palabra que
mejor sintetiza el cúmulo de sensaciones que me asaltan cuando paseo por la
ciudad. Sí, el marasmo que provoca una crisis que es más intensa aquí que en el
resto de España e incluso que en otras ciudades de la Comunidad Valenciana.
Percibo más vitalidad en Elche –la ciudad en que resido- que en Valencia,
probablemente debido a la ilusión y el buen hacer del nuevo equipo municipal
del PP, que lo está haciendo realmente bien, incluso en estos tiempos de
austeridad.
De ello hablaba con mi padre. Y comentábamos además
la situación de asfixia financiera de la Comunidad Valenciana.
Creo que el PP tiene pocas opciones de volver a obtener mayoría suficiente para
gobernar. Ahora mismo lo más probable es que vayamos a un tripartito cuya forja
quizá concluya con Mónica Oltra, posible candidata de Compromís, en la
presidencia de la Generalitat. Tiempo
habrá para hablar de ello, pero lo que no acabo de entender es la estrategia
del PP tanto a nivel autónomico como nacional con relación a la Comunidad Valenciana.
Estoy convencido de que los dirigentes regionales del PP estarán intentando
hacer ver a la dirección nacional que con este sistema de financiación,
absolutamente injusto para Valencia, bastante más que para Cataluña, los
valencianos van a terminar por estallar y no votarles. De vez en cuando se lee
en los periódicos alguna declaración de dirigentes en ese sentido, pero el
nivel de protesta es todavía muy moderado. Supongo que no pueden elevar el tono
y ello les está lastrando. Pero da la impresión que a los dirigentes nacionales
del PP les importa poco perder el gobierno de la Comunidad Valenciana ,
pues sería lógico compensar la discriminación financiera que sufre la Comunidad Valenciana
con un trato más beneficioso en los presupuestos generales del Estado. Nada de
eso sucede.
En estas circunstancias, al igual que en su
día veía claro que la política de Zapatero estaba dejando espacio político para
un partido nacional de izquierda (que aprovechó UPyD), en la Comunidad Valenciana
un partido político regionalista de centro derecha que aspirara a ocupar el
hueco que en su día dejo Unión Valenciana, y que hiciera de la reivindicación
de un trato justo con relación al resto de regiones españolas y de la
regeneración de la política valenciana sus señas de identidad, podría tener bastante
éxito. El problema es que no parece haber personas dentro del valencianismo de
derechas capaces de dar ese paso al frente, políticos de nuevo cuño y sin pasado poco edificante que consideren urgente que Valencia ponga fin a este marasmo (por lo menos el político) en el que está sumida. Mientras tanto, en la
política valenciana el PPCV juega a la defensiva y la iniciativa la lleva Compromís, cuyos dirigentes están logrando conectar con el descontento de muchísimos valencianos. ¿El
PSPV? De momento ni está ni se le espera.
P.D. Escrito este post, leo unas declaraciones de Alfonso Rus criticando a Rajoy y reivindicando con claridad una financiación justa para Valencia. ¡Bien!
P.D. Escrito este post, leo unas declaraciones de Alfonso Rus criticando a Rajoy y reivindicando con claridad una financiación justa para Valencia. ¡Bien!
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Actualidad política,
Sociedad
martes, 19 de marzo de 2013
Chipre puede ser el primer Estado en salir del euro
La solución que se había pensado para rescatar a los bancos chipriotas, que en este caso dado su tamaño es lo mismo que rescatar al país, era bien sencilla: los bancos de aquel país se han expuesto demasiado al ofrecer jugosas rentabilidades con productos de alto riesgo que han estallado (como deuda soberana griega); por tanto, que asuman parte del coste del rescate todos aquellos que han confiado en esos bancos depositando ahí su dinero. Se trata, piensa la troika, de la solución más racional, de la menos mala, ya que el resto de los europeos no pueden ser los únicos paganini del festín que se han dado los que sucumbieron a la tentación del dinero fácil de la banca chipriota. El primer problema es que con las quitas a los depósitos y el consiguiente corralito para hacerla efectiva puedes provocar que cunda el pánico en otros países al generarse un precedente -ahora parece ser que la UE pretende rectificar recomendando a Chipre que no se vean afectados los depósitos de menos de 100.000 euros-. El segundo problema es que con esa quita pagan justos y pecadores, pues no solo afecta a los muchos rusos que han hallado en Chipre el maná, sino a ciudadanos chipriotas que tenían el dinero en el banco como cualquiera de nosotros, y eso es lo que les deja estupecfactos e indignados. ¿Cargamos, pues, con el coste total del rescate a Chipre? Al margen de otras consideraciones, me parece que esa era la única solución realista si se quería mandar a los mercados el consabido mensaje de que el euro es irreversible. No se ha hecho así y ahora el parlamento chipriota no acepta los términos del rescate, deciden ser irracionales y demostrar a los que no se han enterado que los Estados siguen siendo soberanos, aunque sólo sea para hundirse soberana y libremente. Esto es lo que no parecen entender los alemanes: la gente puede rechazar lo racional cuando les resulta ininteligible. Y ante ese rechazo, que deberían haber previsto, la UE sólo puede recular o ver que la unión monetaria se rompe, que es probablemente lo que va a suceder con Chipre si el presidente chipriota no logra que el parlamento rectifique y acepte el acuerdo. Mal asunto.
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Actualidad política
lunes, 11 de marzo de 2013
"Lincoln"
Ayer fui a ver "Lincoln", una buena película en la que destaca la sensacional interpretación de Daniel Day-Lewis, premiada con un oscar. Siempre prefiero ver las películas en versión original, pero en este caso me parece imprescindible, sobre todo después de haber leído el esfuerzo que realizó Day-Lewis por lograr el tono de voz característico de Lincoln. Además, los debates que tienen lugar en el Congreso suenan hasta ridículos doblados en español. Pero no había que esperar al DVD. Estas películas hay que verlas en el cine, sólo allí se pueden apreciar bien algunos detalles como, por ejemplo, la utilización que hace Spielberg de las luces y las sombras en las estancias interiores. Las escenas en la casa blanca se desarrollan en una penumbra densa que contribuye a resaltar la gravedad del ambiente y la soledad del presidente. También merece la pena destacar que la película en ocasiones parece una obra de teatro que permite apreciar mejor el trabajo de interpretación de Day-Lewis.
Es una película sobre Lincoln, aunque no biográfica. En lugar de recrear buena parte de su vida, Spielberg se centra en los acontecimientos que tuvieron lugar en enero de 1865. Durante ese mes Lincoln maniobró intensamente para sacar adelante la decimotercera enmienda a la Constitución, aquella que abolió la esclavitud. Me parece una elección acertada, porque en ese pasaje de su vida quedan reflejados los rasgos más característicos de este gran político: serenidad, firmeza, elocuencia, cercanía, perseverancia y sagacidad.
Aunque Lincoln es popularmente conocido por haber abolido la esclavitud y por su protagonismo durante la guerra de secesión americana, su figura va mucho más allá de estos acontecimientos. Mi fascinación por él también se debe a haber leído los libros de Dale Carnagie, quien solía citar con frecuencia pasajes de la vida de Lincoln para ilustrar sus explicaciones, sobre todo aquellas que tienen relación con la oratoria.
Empecé la película cuando todavía lucía el sol y salí de noche, como en esas largas sesiones de cine de las que disfrutaba cuando era pequeño. Dos horas y media asombrado por Day-Lewis.
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Películas
miércoles, 6 de marzo de 2013
¿Al final de la crisis?
Estaba esperando a conocer las cifras del déficit público de
España en 2012
para analizar la situación económica. Ya disponemos del dato y éste ha
supuesto una enorme satisfacción para el Gobierno y para la Comisión Europea.
Se daba por descontado que España superaría el 7% de déficit público –sin
contar el rescate bancario-, así que el 6,74% es un éxito que ha servido para
que Rajoy, sin triunfalismos, sostuviera en el debate sobre el Estado de la
Nación que se han sentado las bases de la recuperación. Además del control del
déficit, el Gobierno funda sus esperanzas en el superávit de la balanza por
cuenta corriente, en el saneamiento del sector bancario, en la reforma laboral,
y en la mejora de la competitividad provocada por el proceso de devaluación
interna de los salarios en el sector público y privado. Con todo ello se podría
decir, en opinión del Gobierno y de bastantes expertos, que seguimos inmersos
en la crisis, pero podemos empezar a ver el final del túnel. ¿Es eso cierto?
De todos los análisis que he leído estoy de acuerdo con Jordi
Sevilla en que de momento estamos cambiando déficit por deuda. En efecto, rebajar
el déficit más de dos puntos con una recesión del 1,4% del PIB es, como bien
dice Alberto Recarte, espectacular. Este esfuerzo nos permite alejar
el fantasma del rescate y rebajar la prima de riesgo. Ahora bien, que uno se
sacrifique no significa que va a pagar. Seguimos teniendo déficit y, por tanto,
nuestra deuda pública sigue aumentando, afortunadamente, pues ello significa
que nos siguen prestando y por eso dice Sevilla que cambiamos déficit por deuda.
La salud de nuestra economía ha mejorado con la disminución del déficit y el
equilibrio en la balanza por cuenta corriente, pero el verdadero reto es empezar a empezar a crecer, y
por eso se habla tanto de presionar a Merkel para impulsar políticas de
crecimiento. Ahora se trata de remontar, de crear riqueza que haga crecer la
economía, reducir el desempleo, sanear mucho más las cuentas públicas y
recuperar cierto grado de bienestar. Mientras no crezcamos seguiremos cambiando
déficit por deuda, algo que no puede ser así indefinidamente.
¿Y hay motivos para pensar que vamos a crecer? Es cierto que
se han adoptado medidas encaminadas a lograr dicho objetivo, tales como la reforma
del sector financiero y la laboral, que se han presentado como los dos grandes pilares
para una nueva etapa de crecimiento. Respecto a la primera, resulta fundamental, aunque como ciudadano me parezca escandaloso que haya que
haber llegado a este punto por la nefasta e inmoral gestión de muchos
banqueros. De la segunda ya dije en su día que, aunque tenía aspectos positivos,
era un instrumento para despedir más fácil y barato. Creo que ha beneficiado a
muchos empresarios (algunos con escasos escrúpulos), y ahora empieza a verse su
coste social. Rajoy ha anunciado nuevas medidas para favorecer el crecimiento,
como, por ejemplo, la ley de la unidad de mercado y una importante línea de
crédito para emprendedores. ¿Es suficiente?
Creo que la situación debe estabilizarse y mejorar por la
propia dinámica interna de todo proceso de ajuste, pero hay tres dificultades
que no veo fácil superar. En primer lugar, los logros obtenidos en la reducción
del déficit se han basado en buena medida en importantes subidas de impuestos y
en bajadas de sueldo a empleados públicos. Esto unido a la subida de la
energía (luz, gas, gasolinas, etc.) ha hecho que el consumo se desplome (lo
cual justifica en buena medida la mejora de la balanza de pagos por cuenta
corriente) y no veo que tenga visos de cambiar a medio plazo. En segundo
lugar, nuestro crecimiento ya no va a recibir el impulso de la construcción, sino que tiene
que basarse, además de en el turismo, en potenciar actividades económicas que
primen la calidad, lo cual exige una apuesta por la formación y el I+D. ¿Va a
ser posible recolocar a muchos parados de escasa cualificación? Lo veo bastante
difícil. Algunos de los más cualificados han optado por marcharse y otros
esperan su oportunidad o se lanzan a emprender (nuestra gran esperanza), pero
sustituir el motor de la construcción es una tarea larga y difícil, aunque
imprescindible. En tercer y último lugar, sigo viendo el envejecimiento de la
población como un problema al que urge dar respuesta. En poco tiempo van a
aumentar notablemente las clases pasivas y las cuentas de la Seguridad Social
generarán déficits cada vez más inasumibles. Aquí hacen falta cambios muy
importantes, comenzando por políticas que favorezcan la familia y la natalidad,
pero esto es muy complicado por muchas razones (recomiendo la lectura de mis
posts sobre la soltería y la natalidad).
En definitiva, estoy contento porque es verdad que se ha
evitado el desastre, pero creo que nos queda todavía un buen trecho para salir
de esta crisis. ¿Significa esto que la política de austeridad era la correcta? La
austeridad era necesaria en aquellas políticas que se han llevado a cabo con
manifiesto despilfarro e incompetencia, pero jamás en educación y sanidad. Todo
hubiera sido más sencillo, y se hubieran obtenido mejores resultados, si el
Banco Central Europeo hubiera respaldado a España
comprando bonos, en lugar de mirar demasiado tiempo hacia otro lado mientras se
centraba casi exclusivamente en el control de la inflación. Hemos y estamos
sufriendo más de lo necesario, y los culpables del sufrimiento –todos identificables-
han gozado de absoluta impunidad. Pero dicho esto, formando parte
de la unión monetaria España no disponía de excesivo margen para otras
políticas, aunque siempre queda el recurso de romper la baraja si se te imponen condiciones inaceptables (y ha habido momentos en que se imponía la ruptura, menos mal que Draghi rectificó), de ahí que muchas de mis críticas se hayan dirigido contra Merkel y
la política que ha impulsado. Y voy a concluir reiterando una idea de la que estoy plenamente convencido: el euro es un error, aunque se supere esta crisis. Y
deberíamos darnos cuenta de que dar marcha atrás no significa acabar con la
Unión Europea, tal como muchos parecen querer hacernos creer con esa
insistencia en proclamar que el euro es un proyecto “irreversible”. El objetivo
de España debería ser superar esta crisis logrando sanear sus cuentas
públicas y abandonar este club en el otros tomarán las decisiones en función de
sus intereses. Confío en España, cada vez veo más virtudes nacionales que
antes me pasaban desapercibidas, y creo que haríamos bien en recuperar las
riendas de nuestra política monetaria, demasiado importante como para dejarla
en manos de Bruselas.
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Actualidad política
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