No nos escandalicemos porque Susana Díaz, la candidata socialista a suceder a Griñán, como tantos otros, lleve toda su vida dedicada a la política -carne de aparato he leído que le llaman-. El problema es de los partidos que no tienen reparos en encumbrar a este tipo de gente (incluso en las primarias debería existir algún tipo de filtro que garantice una cierta idoneidad de los candidatos) y de los ciudadanos que en último término otorgamos nuestro voto. En estos días es habitual escuchar a algunos intelectuales exhortar a la rebelión civica. Me daría por satisfecho con que cada ciudadano actuara con responsabilidad, más necesaria que nunca, en dos terrenos: ejercicio de la libre expresión donde a cada cual le sea posible y sufragio meditado para que en ningún caso se vote a candidatos manifiestamente mediocres. Esa es la única manera de responder a casos como el de Susana Díaz.
jueves, 18 de julio de 2013
viernes, 28 de junio de 2013
La noche de los rábanos salados
En España siempre han estado
bastante arraigadas esas excelentes obras de misericordia que son dar de comer
al hambriento y dar posada al peregrino. Cuando llegaba a casa de mis padres el
cobrador de Finisterre o el señor que tenía que mirar el contador del gas mientras estábamos comiendo, mi madre siempre soltaba ese españolísimo “¿quiere
comer?”. Si en España te visitan familiares es habitual alojarles en tu casa antes que dejarles ir a un hotel. Las posadas y los hoteles
siempre han sido para los españoles establecimientos mercenarios de último
recurso. En los últimos tiempos las cosas han cambiado y la mayor parte de
nuestros hoteles suelen disponer de todo tipo de servicios y comodidades. Nada
que ver con las posadas, fondas y hostales de los años cincuenta que conoció el
filósofo del derecho francés Michel Villey, quien en su “Compendio de Filosofía
del Derecho” –si mal no recuerdo- bromea a lo Chiquito de la Calzada con que no sé qué
estaba más vacío que una pensión española. Sí, los tiempos han cambiado y está
muy bien que los hoteles hayan mejorado, pero, por favor, no perdamos nuestra
hospitalidad tradicional. Sigamos viendo el hotel como el lugar mercenario de
último recurso que en realidad es.
Este sentido de la hospitalidad
siempre me ha parecido genuinamente español, pero también lo he visto en
algunos franceses del sur que he tenido oportunidad de conocer y, pásmese
lector, he tenido la suerte de disfrutar de la hospitalidad alemana (no se
apure, luego le cuento). Ello me ha hecho pensar que quizá la razón radique en
que se trata de conductas profundamente ligadas a la religión. Muchos
despotrican contra la edad media dejándose llevar por prejuicios, pero durante
esa época en Europa estaba socialmente vigente la obligación de dar posada y comida al
peregrino. Eso, que sigue por cierto presente entre los musulmanes, lo hemos
ido perdiendo con la progresiva secularización de nuestra sociedad. Podría
decirse que a mayor secularización mayores posibilidades de que la visita de
uno acabe en un hotel.
Y les cuento la anécdota alemana
por dos razones. Primero, porque me he metido mucho con los alemanes en los
últimos tiempos y como sospecho que con la cumbre del fin de semana igual tengo que
volver a darles cera así compenso un poquito. En segundo lugar, porque la anécdota creo que ilustra bien esa
relación entre vivencia de la religión que se traslada a buenas acciones.
Bueno, quizá haya una tercera razón, y es que esto de ir en taparrabos en
verano me está resultando de lo más cómodo. Al grano. En el segundo curso de Derecho,
en el año 1990, formaba parte del equipo de fútbol de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Valencia. Un día se incorporó al equipo un estudiante alemán
y charlamos un rato. Tampoco nos hicimos íntimos amigos.
En otoño yo iba a viajar a Dinamarca en tren, y tenía que pasar una noche en Hamburgo antes de tomar al día siguiente otro tren para llegar a Aarhus, mi destino. Se lo dije al
alemán y, como era de Hamburgo, aunque estudiaba en Salzburg, me dio su
dirección y teléfono para que quedáramos, si tenía tiempo y daba la casualidad
de que él estaba por allí. Guardé los datos mecánicamente con la convicción de
que no le iba a llamar. Total, se trataba de llegar por la tarde a la estación,
buscar un hostalillo para pasar la noche y partir a primera hora. No sospechaba
yo que cierto evento en Hamburgo iba a dejar la ciudad sin una habitación libre.
Deambulé con mi mochila de hotel en hotel recibiendo siempre la misma
respuesta: todo estaba completo. Se me pasaron por la cabeza varias soluciones hasta que reparé en que tenía la dirección del amigo
alemán. Había que intentarlo, así que telefoneé y
contestó su madre. Él no estaba allí y le expliqué a la buena mujer quién era
yo y cuáles eran mis circunstancias. Imagínense, un desconocido español que
dice ser amigo de su hijo. ¿Qué harían ustedes? La señora se separó un momento
del auricular para hablar con su marido y sólo tardó unos pocos segundos en
decirme que fuera a dormir a su casa. ¡Oh, qué maravillosa sensación saber que
había una cama para mí en una ciudad extraña! Llegué, conocí a sus padres, y estos me enseñaron la habitación de su hijo en la que pasaría la noche. Había dos grandes
fotos allí. Una de Helmut Kohl y otra del papa, Juan Pablo II. En
nuestras escasas conversaciones españolas habíamos hablado de política y de
religión y yo sabía perfectamente que él era un católico prácticamente fiel
partidario de la CDU (hoy defiende a Merkel). Y también supe después que su
familia era muy religiosa, aunque con una particularidad: su padre y él eran
fervientes católicos, mientras que su madre y su hermana eran protestantes
luteranos. La conversación con los padres de mi amigo Andreas (así se llama) durante
la cena fue muy agradable, aunque tuve que pagar un precio: no olvidaré los rábanos con sal crudos que comimos en la cena y que,
lógicamente, no iba a despreciar, pese a que me resultaban verdaderamente repugnantes. Dormí a pierna suelta y a la mañana siguiente
el padre de Andreas me llevó a la estación donde tomé el tren para Aarhus
dispuesto a vivir una nueva aventura.
jueves, 13 de junio de 2013
Dos preguntas mollares
Dos preguntas excelentes de José García Domínguez:
"¿Por qué un accionista español o un tenedor de participaciones preferentes (los depósitos están garantizados) deben sufrir quebrantos si una entidad quiebra, pero no así el banco alemán que compró sus cédulas hipotecarias? ¿Por qué Merkel solo cree en el libre mercado cuando los que salen perdiendo son otros? No nos rescatan: somos nosotros quienes los vamos a rescatar a ellos. Y pensar que aún hay quien no lo ha entendido".
Este hombre ve perfectamente cuál es el verdadero problema. Les aconsejo que lean sus opiniones.
martes, 11 de junio de 2013
Pendientes del Tribunal Constitucional Federal de Alemania
¿Se acuerdan de
cuando Mario Draghi dijo aquello de que el Banco Central Europeo haría lo
necesario para salvar el euro, con la famosa apostilla “y, créanme, será
suficiente”? Se refería Draghi a la posibilidad de que un Estado de la unión
monetaria solicitara formalmente el rescate y se pusiera en marcha un mecanismo
de compra de deuda pública por el BCE en los mercados secundarios de deuda para
rebajar la presión y garantizar la sostenibilidad (al menos a corto plazo) del
Estado rescatado. En Alemania aquello no convenció a muchos, porque pensaban
que esa compra de deuda por parte del BCE suponía ir más allá de sus funciones
utilizando recursos, entre otros, del contribuyente alemán. Esta es la razón
por la que en Alemania se presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional
sosteniendo que dicha compra masiva de deuda pública era contraria a la
Constitución alemana. Pues bien, para que se den cuenta de cuál es la posición
de Alemania en esta crisis, en una información que hoy publica “El País”, una encuesta difundida por el diario
económico Handelsblatt apunta que casi la mitad de los
alemanes está en contra de ese programa de compra de deuda, mientras que solo
un tercio lo apoya. ¿Aparte de que nos hundamos en la miseria para pagar
lo que les debemos, qué estrategia tienen los alemanes para acabar con la
crisis?
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Actualidad política
martes, 4 de junio de 2013
Concierto de Chenoa en el Gran Teatro de Elche
El pasado domingo, por la tarde, asistí
al concierto de Chenoa en el Gran Teatro de Elche. Fue una suerte que viniera
por Elche y que todavía quedaran entradas cuando me enteré el día antes. Estuvo
muy bien, a pesar de que, según ella, padecía un catarrillo. Quizá no tenga un
oído fino, pero a mí me pareció que su voz sonó estupenda. Era un concierto
acústico en el que únicamente le acompañaban dos guitarristas. Este austero
acompañamiento no mermó en absoluto la calidad del concierto y de paso permitió
que el precio fuera asequible. No sabía que había mejorado tanto su repertorio,
ni que se hubiera dedicado a componer sus propios temas. La verdad es que me
gustaron y demuestra ser una artista muy completa. Estuvo simpática y creo
que todos los asistentes tuvimos la impresión de que se entregó y que, al igual
que el público, disfrutó. Cuando comenzó a ser conocida me resultaba un poco
arrogante, pero he dejado de tener esa sensación. Por cierto, cada vez la veo
más guapa, más mujer (se mezcló con el público y cuando se me puso a tiro, como
un quinceañero, le saqué la foto que publico). Lástima que redujera ese generoso
trasero rubensiano que Dios le dio.
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Espectáculos
¿Punto de inflexión?
Me encantaría creer que el dato
de paro de mayo que se acaba de conocer es el punto de partida de una
recuperación económica que, comenzando por la reducción del desempleo, nos va a
permitir crecer, controlar el déficit y pagar la deuda. Con gusto me olvidaría
de la profecía que publiqué el otro día si pensara que hay razones para ello.
Lo siento lector. No, no crea que soy de naturaleza pesimista, sucede sencillamente
que un análisis frío y racional de la situación me impide creer que estamos
ante un punto de inflexión.
Si con un veintitantos por ciento
de paro no hay buenos datos en el mes de mayo… Hay que combatir el paro y hay
que crecer. Pero lo importante, lo que desgraciadamente no podemos olvidar, es
que hay que crecer lo suficiente como para devolver las deudas privadas y
públicas que tenemos contraídas los españoles. Y ahí está el verdadero
problema. Yo no veo cómo podemos alcanzar ese nivel de crecimiento con estas
políticas de austeridad y, sobre todo, sin soberanía monetaria. Así es muy
difícil, porque si quieres ser competitivo necesitas recurrir a una devaluación
interna –en eso estamos- que lastra el crecimiento en tanto la bajada de los sueldos -que no se ve proporcionalmente compensada por el control de precios- afecta muy negativamente al consumo. La solución con este corsé que representa la unión monetaria
es que España sea competitiva a base de una transformación radical de la nación (política de reformas) que, aunque deseable e imprescindible en muchos terrenos (reforma de la administración, laboral, unidad de mercado, reducción de trámites burocráticos, educación pública de la máxima calidad), es una utopía cuando se plantea como
un objetivo ineludible a corto plazo para superar la crisis.
No me malinterpreten. No
deseo que España se convierta en un país de turistas capaz de competir a través
de fabricar productos baratos y de baja calidad. Debemos aspirar a la
excelencia, pero una excelencia que pasa por una transformación gradual de la
nación en la que nosotros, los españoles, seamos quienes formulemos y lideremos
nuestros propios proyectos. Por eso la unión monetaria es una enorme dificultad para países como el nuestro. Y ahora va
y parece que IU se apunta a la idea de que hay que abandonar el euro. Che,
lector, al final va a pensar que soy un izquierdista radical. Yo ya no sé ni lo
que soy…
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Actualidad política
lunes, 27 de mayo de 2013
Análisis de lo dicho por Aznar en la entrevista
En la penúltima entrada apuntaba que
no estaba completamente de acuerdo con lo que dijo Aznar en la polémica
entrevista que concedió en Antena 3. Según él, para superar la crisis que
vivimos España necesitaba cinco tipos de medidas que concretaba así:
1. Hacer un Estado viable, eficaz y sostenible.
2. Reformar unas instituciones que garanticen el funcionamiento del Estado de Derecho.
3. Reforma de la economía incluyendo una reforma fiscal que reduzca los impuestos y favorezca a las clases medias.
4. Nuevo pacto social (pensiones, etc.).
5. Recuperar la posición internacional de España.
A ese programa de acción debe añadirse que para Aznar el verdadero origen de la crisis se halla en la desagregación del Estado, es decir, en la ausencia de instrumentos que garanticen la cohesión.
Nadie discutirá que es
fundamental que las instituciones democráticas garanticen el
funcionamiento del Estado de Derecho (punto 2). El logro de este objetivo
requiere pactos de Estado. Sin embargo, Aznar destacó la necesidad
de que el gobierno haga valer su mayoría absoluta y minusvaloró la importancia
de dichos pactos. Parece un contrasentido. El PP, por ejemplo, no
puede aspirar a una reforma de la justicia o del Tribunal Constitucional sin
contar con el respaldo de otros partidos y, en especial, del PSOE. El punto 1 y el 4 están
estrechamente relacionados, ya que un Estado viable depende de cómo entendamos
el Estado social de Derecho. También aquí parece que si hablamos de pacto
social, al menos en los mínimos sea conveniente lograr un Pacto de Estado. El
pacto de Toledo relativo a las pensiones es un pacto de Estado. En definitiva
son políticas que requieren concordia por parte de las fuerzas políticas. No sucede así con el punto 3, que
es el único que legítimamente puede abordarse con la mayoría absoluta que
respalda al gobierno. Aznar propone una reforma de la economía, pero no
concretó en qué debía traducirse. Su mensaje más preciso fue el relativo a la
bajada de impuestos, y aquí la cuestión es si esa bajada repercutirá
positivamente en el crecimiento y en la recaudación en un contexto recesivo. Es
un tema muy complejo en el que sólo se puede especular. Sí se puede afirmar que
en este punto el PP no está cumpliendo su programa y podría decirse que es
lógico que Aznar, si estima que sería buena una bajada de impuestos, critique
la política del gobierno. En cuanto al punto 5, estoy
plenamente de acuerdo, pero hay que definir cuál es el posicionamiento por el
que aboga Aznar, sobre todo en el contexto europeo. ¿Debemos aliarnos con las
tesis de Merkel o liderar una corriente crítica? Ahí es donde debían haberle
pedido a Aznar que se definiera.
Si analizamos, pues, la crítica
de Aznar nos damos cuenta de que concretó muy poco, y lo que apuntó sólo puede
realizarse a través de unos pactos de Estado que desdeñó. De todas formas, su
intervención me pareció interesante y en modo alguno creo que deba verse como
un comportamiento desleal, sobre todo si se apunta a que se trata de una
deslealtad hacia su partido. Ese tipo de lealtad habría que erradicarla. Hay
que ser leal a aquello que lo merece y sin duda los intereses electorales de un
partido no lo son. Me parece absolutamente saludable y necesario que los
políticos expresen libremente su opinión. Los bobos solemnes como Zapatero
prefieren disfrazar de lealtad su falta absoluta de autoridad para ofrecer
puntos de vista relevantes sobre la situación que estamos atravesando.
Mucho más interesante que esos
cinco puntos que propuso Aznar fue su breve alusión a la verdadera causa de la
crisis. Aquí discrepo de lo que dijo. La crisis que vivimos no ha sido causada
por la ausencia de instrumentos que garanticen la cohesión, aunque sin duda
haya que procurarlos. La crisis tiene causas muy profundas, pero la más evidente
es la calamitosa adopción del euro. Esa decisión, la política monetaria europea
y, en menor medida, las políticas del gobierno Zapatero han sido las que nos
han conducido a este callejón de difícil salida. Y en este punto Aznar tiene
mucho que decir, y habría mucho que preguntarle. Fue una lástima que los
periodistas no lo hicieran.
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Actualidad política
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