miércoles, 14 de diciembre de 2022

¿A qué esperan los socialdemócratas españoles?

En 2006, el PSOE se aliaba con los nacionalistas catalanes de CiU para aprobar el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Entonces escribí un artículo en el que señalaba la importancia de contar con un partido de izquierda nacional ante la deriva que estaba siguiendo Zapatero. Hoy la deriva del PSOE es todavía mayor y el flanco que ha dejado abierto debería ser aprovechado. Entonces fue UPyD el partido que comenzó a abrirse paso en 2007. Su andadura fue truncada por un ambicioso Albert Rivera que fagocitó al partido de Rosa Díez y, en lugar de disputarle al PSOE el electorado socialdemócrata moderado, compitió con el PP para convertirse en líder de la oposición. O García Page, Lambán y quienes tengan algo de sensatez frenan a Sánchez, o no sé cómo no se funda de inmediato el PSDE, el Partido Socialdemócrata Español. Copio el artículo que escribí apenas un año antes de la fundación de UPyD.

El flanco del PSOE

Cuando los partidos políticos se embarcan en estrategias destinadas a mantener el poder a cualquier precio es fácil que descubran su flanco ideológico y den ocasión para que emerjan nuevos partidos dispuestos a aprovechar la oportunidad. El PSOE parece no darse cuenta del riesgo que está corriendo con su aventura nacionalista. En Cataluña ya se ha fundado un partido político que se presenta como alternativa de izquierdas al nacionalismo: Ciudadanos de Cataluña. Si Zapatero y los socialistas siguen preocupados por inventar realidades nacionales, y por aliarse con cualquier partido nacionalista antes que mantener el consenso con el PP en asuntos de Estado, están ofreciendo una oportunidad inmejorable para que salten a la arena política opciones que defiendan la nación española y la igualdad entre todos los españoles desde una ideología de izquierda. Ese partido tendría garantizada presencia parlamentaria sin lugar a dudas y podría amenazar seriamente el proyecto zapateril, máxime si entre sus abanderados figuraran nombres como Nicolás Redondo Terreros, Rosa Díez o Gotzone Mora.

Aunque parezca increíble, no hay en España un partido político de esta orientación. Alguien de izquierdas que crea que España es una nación plural conformada por distintas regiones, que considere que es importante un Estado fuerte con amplias competencias para realizar políticas sociales que garanticen la igualdad de todos los españoles, o que opine que el nacionalismo no debe ser el aliado natural de un partido de izquierdas, no puede sentirse cómodo votando a este PSOE.

Las encuestas parecen reflejar esta realidad tan evidente. Mucha gente está descontenta con la alianza y las concesiones a los nacionalistas que está realizando el PSOE, pero tampoco le seduce la idea de votar al PP. La cosa está clara: el PSOE ha descubierto su flanco ideológico y se expone a que una iniciativa como Ciudadanos de Cataluña se plantee a nivel nacional. Sin embargo, aunque resulte paradójico, los socialistas parecen más interesados en que aparezca en escena una fuerza de extrema derecha que reste votos al PP. Esta posibilidad parece bastante más improbable que la anteriormente comentada, y confirma que, efectivamente, es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

Hace tiempo que no se presenta una oportunidad mejor para todos aquellos que deseen hacer política en España desde la izquierda. ¿A qué están esperando?

viernes, 9 de diciembre de 2022

Pedro Sánchez no respeta la esencia de la democracia

Aquellos que piensan que la esencia de la democracia consiste en votar, en permitir que el pueblo se pronuncie, deberían replantearse esta idea a la vista de lo que está haciendo el PSOE de Pedro Sánchez. ¿Es legítimo aprobar leyes que únicamente responden al objetivo de mantenerse en el poder? A la eliminación del delito de sedición parece que se va a sumar la reforma del delito de malversación para favorecer a los independentistas y a los corruptos del PSOE andaluz condenados por los ERE. Por si no fuera suficiente, leo que también va a impulsarse la reforma de algunas leyes para desbloquear la renovación del Tribunal Constitucional y colocar así a los magistrados que propone el PSOE. Los socialistas pueden aprobar todo ello si cuentan con la mayoría parlamentaria necesaria, por lo que podría pensarse que son decisiones lícitas, desde un punto de vista legal, y legítimas, por ser el resultado de un procedimiento democrático.

Si la democracia consistiera únicamente en respetar lo que decida la mayoría del pueblo a través de sus representantes podría pensarse que no hay nada que objetar respecto a su legitimidad. La discusión se centraría en determinar cuáles son los mecanismos para elegir proporcionalmente a los representantes y si basta una mayoría simple o cualificada. También se podrían incorporar limitaciones a las decisiones de las mayorías siempre y cuando dichas limitaciones tuvieran a su vez un respaldo democrático: de ahí la tensión entre la voluntad del legislador democrático y la Constitución, especialmente cuando la mayor parte de los votantes que eligen al poder legislativo no tuvieron edad para votar esa Constitución democrática. Pero, incluso aceptando ese condicionamiento, el funcionamiento de la democracia sigue presentándose como una cuestión puramente cuantitativa: la mayoría tiene derecho a mandar. Eso es exactamente lo que demandan los independentistas catalanes cuando reclaman el referéndum de autodeterminación: votar y separarse de España si son mayoría, una postura, en su opinión, genuinamente democrática. Obviamente para ellos sólo deben votar los catalanes, lo cual plantea otro problema en el que no me detendré. Sobre el tema catalán he escrito numerosas entradas en el blog y de momento no tengo nada más que añadir.

La cuestión es si la democracia es esencialmente una forma de gobierno que funciona a través de votaciones y mayorías. Y a ello hay que responder que no: en democracia los poderes emanan del pueblo y se deben ejercer en beneficio del conjunto de los ciudadanos. La democracia es mucho más que sumar votos y lograr la mayoría necesaria para gobernar. Por esta razón, quien ha alcanzado el poder en un régimen democrático debe gobernar para todo el pueblo, no solo para sus votantes, y mucho menos para el interés particular de los propios gobernantes, máxima expresión de la corrupción. Cuando los gobernantes impulsan políticas que descaradamente perjudican a determinadas minorías o benefician a otras sin ninguna justificación; y, todavía más, cuando se legisla en contra de los intereses de la mayoría para favorecer a unos pocos se está ante políticas antidemocráticas. El problema radica en que la valoración de esas políticas constituye una materia opinable, cualitativa, y, en cambio, los votos que han dado el poder al gobernante están cuantificados y verificados por los procedimientos democráticos. El déspota justifica sus medidas con argumentos falaces que, aunque puedan ser refutados, no amenazan su poder porque sigue gobernando con la fuerza de unos votos que utiliza contra la esencia de la democracia. La formas se imponen y el fondo se camufla con el apoyo de opinadores “oficiales”.

Este ejercicio de gobierno antidemocrático refleja buena parte de la política actual de Pedro Sánchez. Eliminar la sedición, rebajar la malversación o asegurarse el control de las instituciones para lograr sus objetivos no son medidas que beneficien al pueblo, aunque se adopten siguiendo los procedimientos democráticos. Es evidente que la eliminación de la sedición o la rebaja de la malversación no favorecen el bien común. Sánchez podría argumentar que, si no se está de acuerdo con él, lo único que debe hacer el ciudadano es no votarle en las próximas elecciones. Ciertamente, así es. En una democracia es muy importante que se mantengan abiertos los canales del cambio político. Sin embargo, hay muchas maneras de obturar dichos canales, aunque los mecanismos electorales sigan funcionando. Esto sucede, por ejemplo, cuando se politizan las instituciones, especialmente el poder judicial, o se legisla de forma que directa o indirectamente se amenaza la libertad de expresión (y pasan muchos años hasta que el Tribunal Constitucional -si sigue siendo independiente- pueda declarar inconstitucionales estas leyes), o se adoptan medidas que condicionan la libre elección de los representantes por parte de los ciudadanos (cuando, por ejemplo, una sociedad está subvencionada en altísima medida por el partido del gobierno).

Pedro Sánchez no dará un golpe de Estado como el de Castillo en Perú, pero su concepción sectaria de la política es absolutamente antidemocrática. No basta respetar los resultados electorales para ser un demócrata. La democracia es mucho más exigente. Dejar que se impongan las tesis de los que simplemente la reducen a votar y contar votos para exigir respeto a la decisión de la mayoría es un grave error que degrada la democracia. Naturalmente que puede haber discrepancias muy acusadas entre los partidos políticos que solo se pueden dirimir en las urnas. Pero una cosa es votar para decidir entre todos adoptando la tesis mayoritaria y otra muy distinta es votar para imponer sin buscar puntos de acuerdo: la intención a la hora de actuar políticamente es decisiva, y en esto Rousseau tenía mucha razón. Sin ciudadanos debidamente educados en lo que representa y exige la democracia es muy fácil que este régimen degenere. Confío, quiero confiar, en que las medidas profundamente antidemocráticas de Sánchez sean mayoritariamente rechazadas por los ciudadanos en las próximas elecciones. Lo contrario sería muy preocupante.

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Descúbrete al volante

¿Subes a tu coche y prefieres permanecer en silencio y atento mientras conduces o, por el contrario, crees que aprovechas mejor ese momento escuchando un programa de radio o música? La respuesta puede ser un indicio de dónde te encuentras. 

martes, 22 de noviembre de 2022

El necesario equilibrio entre ciudadanos, viajeros y turistas

Este último fin de semana, paseando por Valencia, observé que en el centro hay cada vez más negocios orientados a los numerosos turistas que visitan la ciudad. Incluso diría que en algunas zonas la inmensa mayoría de las personas con las que te cruzas son turistas. El bullicio y la variedad de gentes y de comercios es atractivo, pero no sé hasta qué punto la ciudad puede estar perdiendo su personalidad, porque una ciudad no es un conjunto de edificios, calles o paisajes, sino el núcleo de convivencia que se desarrolla en torno a ellos. En las ciudades turísticas los turistas coinciden durante unos días en ese lugar. Pero esa coincidencia espacio-temporal no es convivencia, sino simple cohabitación. 

Conviene no confundir al viajero con el turista. El viajero (de pueblos y ciudades, no de naturaleza) viaja a otros lugares para conocer y comprender la manera de vivir que tienen otras gentes. Programas de televisión como "Callejeros viajeros" del canal Bemad reflejan claramente el espíritu del viajero. El viajero puede darse cuenta de que, aunque los edificios estén en perfecto estado, la ciudad que se proponía visitar se encuentra en “ruinas”. Lo más probable es que la curiosidad le anime a indagar dónde -si todavía existe- se halla ahora esa forma de vida expulsada por la presión turística. En cambio, el turista encuentra en el viaje una forma de entretenimiento mucho más superficial: se conforma con pasarlo bien paseando y fotografiándose en los lugares considerados imprescindibles. No tiene especial interés en conocer a fondo la ciudad que visita y, por tanto, si la ciudad ya no existe ni siquiera lo percibirá. Le basta con tomar contacto con esos lugares que sirven de reclamo turístico. 

Preservar el despliegue de la vida ciudadana frente a la presión turística es el reto más complicado para los alcaldes de las ciudades turísticas. Debido a su alta rentabilidad, muchos propietarios prefieren destinar sus viviendas a alquileres turísticos que optar por alquilarlas por larga temporada a vecinos del municipio. Los negocios que se abren y los precios también están muy influidos por la capacidad de compra del turista, por lo que la vida en el centro de las ciudades se complica para los vecinos hasta tal punto que terminan mudándose a la periferia o directamente a otros municipios. Diría que el turismo de masas plantea problemas tanto para los genuinos viajeros como para los gobernantes de las ciudades. El viajero debe preguntarse si se conforma con ser un turista que visita ruinas camufladas bajo el esplendor de vida itinerante o, por el contrario, rechaza esa propuesta y va en busca de auténticas ciudades. Por lo que respecta a los gobernantes, estos deben entender que el turismo es una fuente de riqueza muy importante, pero que el turismo de calidad pasa por atraer a viajeros, no solo a turistas. El primer objetivo de un alcalde, como apuntaba, debe ser preservar la vida ciudadana. Si lo logra, esa convivencia real atraerá a un turismo de viajeros y también de turistas. Todos pueden tener cabida, pero se trata de un difícil equilibrio que no todas las ciudades están sabiendo mantener. 

lunes, 14 de noviembre de 2022

"As bestas"

“As bestas” es una gran película, y todavía estoy más convencido de ello conforme van pasando las horas después de haberla visto: mi mujer y yo seguimos repasándola y admirando el descomunal talento que demuestran tanto su director, Rodrigo Sorogoyen, como los actores que la protagonizan.

Basada en hechos reales (el crimen de la aldea de Santoalla, Petín), Sorogoyen ha enriquecido esta historia hasta otorgarle la hondura de un clásico. La película refleja el enfrentamiento entre un matrimonio francés de mediana edad, Antoine y Olga, establecido en una aldea gallega desde hace dos años, y sus vecinos Xan y Loren, dos hermanos dedicados a la ganadería que siempre han vivido allí junto a su madre. Los franceses viven de la venta de las verduras y hortalizas que cultivan en su huerto. El conflicto surge porque una compañía de energías renovables desea instalar aerogeneradores (molinos para producir energía eólica) y está dispuesta a pagar una importante cantidad de dinero a los nueve vecinos de la aldea a cambio de sus tierras. La decisión debe ser unánime, ya que a la empresa le interesa la totalidad del terreno, no solo una parte. Si no aceptan la oferta, la empresa buscará otro lugar en el que realizar la instalación.

Antoine y Olga han encontrado en la aldea el lugar que venían buscando y se niegan a vender. Xan desea justo lo contrario: la oferta de la compañía quizá sea su única oportunidad para salir de ese lugar y cambiar de vida. Cree que no es justo que la decisión de quienes apenas llevan allí dos años valga lo mismo que la de aquellos que, como él y su hermano, no han conocido otro lugar, hasta el punto de llevar impregnado el olor a mierda, como le dice Xan a Antoine en el diálogo decisivo que mantienen en la taberna. Para Xan es el arraigo y no un frío título de propiedad lo que debe dar derecho a decidir algo que afecta al resto de vecinos. Antoine replica que él desea quedarse allí, que está dispuesto a comprometerse, a echar raíces en la aldea respetando su carácter rural, pero para Xan un compromiso no es suficiente: el arraigo remite al pasado. Además, Xan detesta esa visión romántica de la vida rural que para él no es más que un “capricho” que los franceses podrían satisfacer en cualquier otra aldea sin privarles a ellos de la posibilidad de comenzar una nueva vida. Ninguno va a ceder y es fácil imaginar cuál será la solución del conflicto. 

Especial interés tiene la relación entre Antoine y Olga. Se quieren y comparten el mismo proyecto vital, pero Antoine no es capaz de interpretar correctamente lo que está pasando y de cambiar sus planes ante la grave amenaza que se cierne sobre él y su mujer. Olga sabe que deben irse de allí e intenta convencer a su marido. Les están haciendo la vida imposible y es consciente de que posiblemente les acabarán matando. Además, no le gusta que Antoine utilice la cámara de video para grabar a los hermanos con el fin de obtener pruebas y denunciarles ante la Guardia Civil. De hecho, le pide a Antoine que deje de hacerlo. Y, en efecto, la cámara de vídeo, pese a haber grabado lo más grave, resultará inservible, todo un acierto de Sorogoyen. 

“As bestas” plantea muchos problemas, pero el principal es un conflicto jurídico para cuya solución no basta recurrir a un legalismo superficial: ¿quién tiene más derecho, Antoine o Xan? ¿Es justo que Antoine prive a Xan y a su hermano de una oportunidad lejos de la aldea, máxime cuando él y su mujer podrían vivir en cualquier otro sitio? La respuesta a las anteriores preguntas no es sencilla. Imagino que el espectador al ver la película sentirá simpatía por Antoine. Es un buen hombre que ama a su mujer, trabajador, altruista, y no busca problemas. Es natural que se experimente un sentimiento de injusticia al ver cómo los hermanos le hacen la vida imposible. Un mal western hubiera concluido con un enfrentamiento final en el que sale victorioso Antoine. Pero Sorogoyen ha elaborado una película redonda y semejante final no hubiera estado a la altura. Antoine, pese a caer bien, demuestra una rigidez que le lleva a la perdición. No termina de comprender que está tratando con gentes que son capaces de comportarse con la brutalidad de las bestias cuando creen que tienen razón. “As bestas” no es una película en la que domine la violencia o el terror, como he leído en algunas críticas. En absoluto pienso que sea comparable a “Perros de paja”, de Sam Peckinpah, salvo en que ambas películas sumergen al espectador en una atmósfera enrarecida. “Perros de paja” es una película muy violenta mientras que en “As bestas” la violencia ocupa un lugar secundario frente a la altísima tensión del conflicto vecinal que sobrevuela desde el comienzo. En definitiva, una gran película que aconsejo ver en el cine, aunque por las caras de los espectadores al finalizar la proyección no estoy seguro de que les pareciera igual de buena que a nosotros.


viernes, 11 de noviembre de 2022

La supresión del delito de sedición debe tener un coste electoral para el PSOE

La supresión del delito de sedición que va a poner en marcha Pedro Sánchez responde exclusivamente a su objetivo de seguir en el poder al precio que sea. La medida no requiere más análisis: se cede a la presión de los independentistas confiando en que estos respalden a Sánchez en el Parlamento, moderen sus reivindicaciones y el problema catalán se solvente aprobando un nuevo Estatuto que reciba el plácet del Tribunal Constitucional. Lo más contrario a gobernar buscando el bien común: se legisla pensando en lo que conviene a unos cuantos individuos y se maquina para lograr una mayoría en el Tribunal Constitucional que facilite el plan pactado en la “mesa de diálogo”. Es posible que Sánchez se salga con la suya provisionalmente. Una vez deje la presidencia será el momento de recomponer el desaguisado y dejar al PSOE en el diván para que reflexione sobre cuáles son sus proyectos para España. ¿Alzará la voz alguien en el PSOE para criticar a Sánchez? Lo dudo.

martes, 18 de octubre de 2022

Los taxistas de Elche no hacen facturas

Hace pocos días tuve que volar a otra ciudad por razones de trabajo y llamé a un taxi en Elche para que me trasladara al aeropuerto desde mi Universidad. Le pedí una factura al taxista y me dijo que no la podía hacer, que debía solicitarla por correo electrónico a info@radiotaxielche.es. Cuando volé de regreso sucedió otro tanto: taxi del aeropuerto a la Universidad y misma respuesta del taxista. Huelga decir que en la ciudad de destino los taxistas no tuvieron ningún problema en entregarme la factura solicitada de inmediato.

Siguiendo el cauce establecido por Radiotaxi Elche, escribí el mail y adjunté los tickets que me habían dado los taxistas junto al justificante de pago. Ha transcurrido un día entero y todavía no tengo las facturas. Telefoneo y me dicen que lo vuelva a enviar señalando que es “urgente”. Ante mi perplejidad, me dan el teléfono de sus propias oficinas para que sea yo el que les llame, advirtiéndome de que no están antes de las 9:30.

Es absolutamente demencial que un cliente tenga que estar dando estas vueltas para conseguir las facturas de dos servicios de taxi. Pero no hay que olvidar que se trata de Elche, una ciudad empresarial con una Universidad y con un aeropuerto internacional de los más importantes de España en el que operan los taxis de Elche, no los de Alicante. La impresión que se ofrece a cualquier persona que se desplace a Elche por motivos de trabajo y necesite acreditar sus gastos de taxi es penosa, impropia de una ciudad pujante. El Ayuntamiento debería tomar medidas para evitar esta situación. En lo que a mí respecta, la próxima vez intentaré contratar servicios de un VTC, que seguro que me hacen la pertinente factura.

P.D. Como la queja en el espacio sideral no surte efecto, he realizado la pertinente sugerencia por escrito al Ayuntamiento de Elche. Los ciudadanos debemos aprovechar la existencia de la sede electrónica para ayudar a mejorar el funcionamiento de los servicios públicos.