En pocos días puede que Donald Trump vuelva a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Estremece ver en sus mítines a personajes esperpénticos -uno de ellos Elon Musk, el hombre más rico del mundo- que le acompañan diciendo barbaridades de todo tipo e insultando sin ningún pudor. Él mismo no hace más que insultar a Kamala Harris. Sabemos que en aquel país la política es un espectáculo que a veces adquiere tintes grotescos, como muestra John Ford en “El hombre que mató a Liberty Valance”, una película que bien merece varias entradas. Sin embargo, lo de Trump pasa de castaño a oscuro, porque se trata de alguien que alentó el asalto al Capitolio. ¿Cómo es posible que este candidato no genere rechazo en un pueblo que se enorgullece de su democracia? Incomprensible y altamente preocupante. Uno diría que está viendo una película de Scorsese, el más berlanguiano de los directores estadounidenses, pero es real, vaya que si lo es.
martes, 29 de octubre de 2024
lunes, 28 de octubre de 2024
"La infiltrada", una película imprescindible para los jóvenes
Ayer fui al cine con mi mujer a ver “La infiltrada”, una película de Arantxa Echevarría, protagonizada por Carolina Yuste, pero que también cuenta con actores de la talla de Luis Tosar, Víctor Clavijo o Pedro Casablanc. Carolina Yuste, una actriz que ya me llamó la atención por su actuación en “El cover”, probablemente será nominada para el Goya a la mejor actriz. Es una película muy recomendable, sobre todo para la gente joven que no ha conocido el terrorismo de ETA. El argumento está inspirado en hechos reales: la policía nacional logra infiltrar en ETA a una joven policía que sacrifica años de vida para ganarse la confianza del entorno etarra. Los riesgos de ser descubierta y asesinada son inmensos, pero asume el reto y, superando el asco de convivir con los terroristas e incluso de mantener relaciones sexuales con uno de ellos, ayuda a la desarticulación del “comando Donosti”. La directora y los actores logran mantener el suspense en esta meritoria película que muestra descarnadamente la barbarie y sinrazón de una gente que, pese a vivir en democracia, fanatizados, no dudaron en asesinar, secuestrar y extorsionar. Indigna ver que la sociedad vasca pueda votar a quienes han apoyado a estos asesinos desalmados. Ya sé que han renunciado al terrorismo, y me alegro por ello, por supuesto, pero en modo alguno se muestran avergonzados de lo que hicieron. Al contrario, celebran las excarcelaciones y les rinden homenajes. Bildu no es un partido como los demás mientras mantengan esa actitud. Por eso es una indignidad que el PSOE alcance acuerdos políticos con esta formación cuya “contribución” a la democracia ha consistido en entrar en un restaurante y disparar en la nuca al adversario político. ¡Qué pocos jóvenes había en la sala! Una pena.
martes, 17 de septiembre de 2024
Proteger nuestra atención
Un colega y amigo está estudiando las características del llamado
“poder digital”. Le preocupa especialmente cómo en internet se nos vigila y se
nos intenta robar la capacidad de dirigir voluntariamente nuestra atención, porque nos quieren permanentemente alterados. Yo diría que no sólo es internet: algunas
tendencias en programas de televisión son muy llamativas. No se permite que el
espectador contemple únicamente a las personas que están conversando en el plató. Se reduce
su tamaño y, mientras ocupan recuadros de la pantalla, se proyectan imágenes en
bucle sobre el tema en cuestión que pretenden captar la atención del
espectador, como si no fuera suficiente con escuchar a quienes están hablando. Al
mismo tiempo, en la parte baja de la pantalla aparecen noticias escritas y se anticipa
el tema que se tratará “a continuación” para que el espectador sienta que no
debe perdérselo y permanezca atento. Por si fuera poco, en algunos programas, especialmente
los relacionados con la política como “Al rojo vivo”, todo se ve amenizado con
una música “épica” que pretende generar emociones. El espectador se ve zarandeado
y lo peor es que, con todos estos estímulos operando sobre nosotros, aún somos
capaces de combinar lo anterior con consultas e interacción con el móvil. Una
auténtica locura.
Estamos tan acostumbrados a este fenómeno que no nos damos cuenta de la gravedad que tiene. Atender a algo significa ser conscientes de ello, estar presentes. Decidir a qué prestamos atención es un reducto esencial de nuestra libertad que requiere ser preservado a toda costa e incluso entrenado. El “mindfulness” que hoy está tan de moda se dirige a lograr una atención plena como una forma de terapia. El poder digital y, en general, la sociedad de consumo pretende captar nuestra atención, pero -y esto es lo grave- no esa atención que surge de nuestra intimidad y es dirigida conscientemente, sino algo mucho más superficial que no merecería ni siquiera llamarse atención. Yo diría que es una simple percepción sin vocación de poner en marcha un proceso de reflexión. Los estímulos externos son percibidos y, como apenas hay tiempo para dirigir nuestra atención de forma plenamente consciente y reflexiva, reaccionamos ante ellos. Al tratarse de una reacción, el proceso incluso tiene ciertos automatismos que pueden ser estudiados para tratar de aprovecharse de ellos (noticias "gancho", anuncios personalizados, test que despiertan automáticamente la curiosidad, etc.).
Como apuntaba, el espectador se ve zarandeado, violentado por tanto estímulo perceptivo, y es fundamental que nos demos cuenta de que se nos intenta manipular mediante técnicas a veces bastante sutiles, aunque no tanto como para no poder identificarlas. Para vivir hay que saber defenderse de esas agresiones, lo cual no está al alcance de todos y, sobre todo, de los más jóvenes.
martes, 27 de agosto de 2024
¿Cómo dejar atrás la mente discursiva?
La frase “los árboles no nos dejan ver el bosque” refleja
uno de los mayores riesgos que acechan a quienes nos dedicamos a la actividad filosófica.
Nos movemos entre teorías que pretenden dar razón de la realidad. Para ello
nuestra herramienta principal es el “concepto”, que Ortega definía como
“contenido mental enunciable”. Accedemos a la realidad desde conceptos que
debemos examinar críticamente para, a su vez, dar razón de ella mediante otros conceptos
con los que transmitir nuestra “visión”. El riesgo es confundir el concepto con
la realidad misma, pero ¿es posible un acceso directo a la realidad? He ahí el
problema de la frase que citaba al comienzo.
Un bosque es un concepto que se refiere a un conjunto de
árboles, que a su vez es otro concepto. Y así podríamos seguir con las partes
que forman el árbol y que nos remiten a diferentes conceptos como tronco,
ramas, hojas, etc. Cuando afirmamos que los árboles no nos dejan ver el bosque
parece como si el concepto “bosque” se enseñoreara de la realidad. Sería
más correcto decir que el bosque no nos deja ver los árboles, porque esta frase
aspira a que tomemos contacto directo no con la abstracción que representa el
“bosque”, sino con realidades mucho más tangibles como son cada uno de los
árboles con los que nos topamos conforme nos vamos acercando a ese conjunto que
divisamos a lo lejos y denominamos “bosque”. Aún así permanecemos en la mente
discursiva, conceptual, porque hay que ver el árbol sin la pátina conceptual
que condiciona nuestra mirada.
El fondo del problema, clave en la filosofía budista, es cómo
podemos tener ese contacto directo con la realidad que nos proporcione una
sabiduría auténtica fruto de la experiencia directa. Para acercarnos a la
realidad necesitamos los conceptos, pero luego es necesario dejarlos atrás. Una
metáfora muy habitual es la de la balsa que nos traslada de una orilla a otra
de un gran río. La balsa es un vehículo que resulta muy útil mientras estamos cruzando,
pero que finalmente es necesario abandonar.
¿Cómo y cuándo abandonar el pensamiento conceptual, la mente discursiva? Para mostrar la enorme dificultad de la tarea pondré el ejemplo de una situación que todos hemos vivido. En muchas ocasiones, observamos una montaña, una nube, el suelo de parqué o cualquier otro objeto y, de repente, nuestra mente descubre en él una determinada imagen, por ejemplo, la cara de un moro en la montaña del castillo de Santa Bárbara en Alicante. Una vez identificada esa imagen, ¿podemos volver a ver esa montaña borrando la imagen? Con otras palabras, ¿es posible regresar a la pristina visión cuando ha sido “contaminada” por la mente discursiva? Lo he intentado en muchas ocasiones y no soy capaz. Puedo seguir mirando y ver más cosas, pero esa imagen ha cristalizado y condiciona mi acceso a esa realidad. Si eso es así, no sorprende la insistencia de los budistas por entrenarse a través de las técnicas meditativas en superar el pensamiento conceptual, el dualismo “sujeto-objeto" presente en la actividad cognoscitiva. También podemos desprendernos de nuestros conceptos, de las imágenes con las que troquelamos la realidad, no luchando contra ello, no intentando dejar de ver el moro en la montaña o el fauno en el parqué. Simplemente se trataría de dar un paso atrás y observar nuestra mente discursiva. Esa, si no lo entiendo mal, es la vía directa que propone Rupert Spira con su referencia a “ser consciente de ser consciente”, como titula uno de sus libros. Es decir, se busca darse cuenta de cómo actúa nuestra mente indagando en cuál es la razón de ese movimiento mental para, a partir de ahí, limitarse contemplar esos procesos desde una supraconsciencia capaz de abarcarlo todo, lo cuál también conduce a la no-dualidad.
Es posible que uno se pregunte por qué razón debemos ir más allá de nuestros conceptos. Indudablemente, toda actividad cognoscitiva depende de una creencia que condiciona nuestra relación con la realidad. Si uno cree que siempre hay un misterio que la inteligencia humana no podrá desvelar por sus propios medios quizá tenga la humildad suficiente como para, en lugar de ir en busca del secreto latente que oculta la realidad, confiar en que esta se manifieste a través de otros caminos. Ahí es donde se sitúa la contemplación, que en mi opinión sólo es incompatible con la actividad filosófica si pretendiera sustituirla; pero, más allá de este extremo, podría decirse que la complementa. De ahí el esfuerzo de tantos autores por conciliar fe y razón, en el caso cristiano, o ciencia y espiritualidad.
miércoles, 14 de agosto de 2024
El rey de la palanca
Hace meses que se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña y hemos podido ver que desde entonces todo ha girado en torno a si Illa podía lograr los apoyos para ser investido. Finalmente lo ha logrado mediante un pacto con ERC por el que el PSC se compromete a dotar a esa comunidad autónoma de una financiación “singular”, lo cual ha despertado la consiguiente alarma en el resto de España, porque a algunos les parece que con el dinero no se juega, que aquí sí se está ante algo más importante que que se amnistíe a unos delincuentes. Ambas cosas, y tantas otras que están pasando en España, son muy graves, pero comentemos como va la pugna entre Sánchez y los independentistas, aunque solo sea como triste entretenimiento en este mes de agosto.
Tras las elecciones generales del
pasado año señalé que era Sánchez y no Puigdemont quien tenía la posición de
fuerza. Como Sánchez ha concedido la amnistía y ahora cede con ERC en la financiación singular se piensa que, al aceptar esos chantajes, la posición
de fuerza la tienen los independentistas. Obviamente, a Sánchez le gustaría mandar
(hablar de gobernar es muy generoso hacia él) con mayoría absoluta, e incluso
es posible que se vea obligado a convocar elecciones, pero, aún así, su
posición es más fuerte que la de los independentistas por dos razones. La
primera y decisiva es su falta absoluta de moralidad. Donde los ciudadanos de
bien ven chantaje, Sánchez ve simplemente mantenerse en el poder, mandar. Esa ausencia de moralidad le convierten en el político más dopado del
pelotón. El precio que España y los españoles debamos pagar para que él siga en
el poder le importa un rábano y es importante interiorizar esta idea si
queremos realizar un buen análisis de cuál es la situación en la lucha por
el poder político. Si la amnistía le ha permitido ser presidente, para él el
objetivo está cumplido; la batalla, ganada. Lo mismo que si coloca a Illa de
Presidente de la Generalidad, aunque sea a costa de ahondar en la desigualdad entre españoles. La segunda razón es que los independentistas catalanes
sólo pueden sacar algo de Sánchez, es su única baza y lo saben. Por eso le invistieron a él, y ERC ha investido a Illa: la
alternativa les perjudicaba.
Como acertadamente destacan muchos analistas, a fecha de hoy Sánchez es Presidente, e Illa también; el independentismo bajando electoralmente en Cataluña (su peor resultado en mucho tiempo); y para traca final Puigdemont haciendo el payaso y volviéndose a escapar sin ninguna posibilidad de participar en el parlamento catalán. A Sánchez le importa muy poco el precio que se vaya a pagar por ello. Con la fuga del payaset Puigdemont escurre el bulto y se lo endosa a los Mossos, a los que con esta incompetencia propia de la T.I.A. de Ibáñez y ese sombrero de copa que les plantificaron en el diseño del uniforme de gala los han convertido en el cuerpo de policía más ridículo de España. En cuanto a la financiación singular para Cataluña es posible que finalmente Compromís y la Chunta le solucionen la papeleta y no se apruebe. Por otra parte, aunque la amnistía haya salido adelante, mientras no vuelva Puigdemont -y ya han visto cómo ha vuelto- a Sánchez le da igual. En definitiva, desde esa perspectiva aborrecible de la política como lucha por el poder, Sánchez está maximizando sus magros resultados electorales. Cuando caiga, su triunfo habrá sido haber permanecido más de seis años en el poder, como cuando de pequeño nos subíamos al trampolín de la piscina y cantábamos “yo soy el rey de la palanca", y ahí seguíamos hasta que el siguiente subía y nos empujaba (sin puñetazos) a ver quién caía al agua y quién permanecía en el trampolín. Ganaba el que más aguantaba. Igual Sánchez también conoció esas salvajadas que cometíamos los "boomers" y lo tiene interiorizado olvidando que era un juego de niños.
lunes, 15 de julio de 2024
"Las cerezas del cementerio", de Gabriel Miró
Antes de embarcarme en la lectura de Gabriel Miró quise saber más de él. Tenía curiosidad y expectativas después de haber visitado la casa de Polop en la que pasaba los veranos con su familia, y en la que se conservan objetos personales. Algunas frases seleccionadas de sus novelas me parecían espléndidas, así que todo apuntaba a que sintonizaría con su literatura. Curiosamente, todas las biografías destacan el poderoso efecto que tuvo sobre la consideración de su obra una crítica de Ortega a su novela “El obispo leproso”. Leí la crítica y no puedo estar más de acuerdo con Ortega. Nuestro filósofo destaca lo bien que escribe Miró, demasiado bien… Las imágenes son tan refulgentes que uno tiene que acercarse a sus libros provisto de una visera, dice Ortega. El problema es que como narrador aburre. A mí incluso me ha resultado antipático porque en “Las cerezas del cementerio” la intensidad de sus recursos estéticos hasta me resultan cursis. Es una belleza artificial, cincelada a base de forzar el lenguaje impidiendo que fluya la narración. De ahí que el primor de una página no empuje al lector a seguir el argumento, sino que lo detenga deslumbrado y cegado por la luz que desprende. Algunos ejemplos para que juzguen y decidan si sintonizan con él o salen corriendo:
“Viajaban los ojos de
Félix sin saciarse nunca; su alma desbordaba la recibida emoción; pero este
raudal trenzado de dulzura y dolor se perdía estérilmente. Su alma no era de la
soledad; estaba necesitada de otra alma que le diera en su vaso la miel y
apurada esencia de lo sentido; ansiaba ojos que le ofrecieran en su mirada el
desierto de las cumbres, el azul del espacio, la gloria del sol, el reposo y
palidez de las nieblas, la humedad de una lágrima hecha y nacida de toda la
vida pasada, evocada en este yermo y trono de las montañas. ¡Oh, divino deleite
que se alza y magnifica sobre todos los deleites!” (De “Las cerezas del
cementerio”, capítulo XVIII, “En la cumbrera”).
"Félix abrió los ojos; ni voz ni ruido le habían despertado. Largo rato estuvo sintiéndose dormido; sabiéndolo placenteramente. Estaban entornados los maderos de las ventanas, transparentándose sus nudos de púrpura. Un dedo de sol hacía el bello milagro del iris tocando la copa del agua, y el prisma se deshacía en gotas por las blancas cortinas del lecho" ("Las cerezas del cementerio", capítulo X, "Anacreóntica").
Uno de los defensores de Miró fue el poeta Juan Ramón Jiménez.
No me extraña en absoluto.
domingo, 16 de junio de 2024
¡Ha vuelto el fútbol!
Hace más de una década yo era un gran aficionado al fútbol. El juego de toque implantado por Luis Aragonés y consolidado por Del Bosque me gustó porque tenía profundidad. Luego, degeneró. Me resultaban insufribles esos pases insustanciales y arriesgados. La calidad técnica de los futbolístas había aumentado y podían pasarse la pelota con precisión durante largísimos minutos. Un aburrimiento insoportable que no me interesaba. Totalmente desconectado de este nuevo fútbol tan “perfecto”, ayer, por curiosidad, vi un poco del España-Croacia de la Eurocopa y me sorprendió gratamente. España jugaba rápido y vertical, algo inaudito. En fin, parece que el fútbol ha vuelto. Igual merece la pena echarle un vistazo.