martes, 13 de octubre de 2009

Guerra en el PP

A la hora del telediario nocturno todavía no se sabía a ciencia cierta si Costa seguía de secretario general a la espera de que la dirección nacional abriera esa investigación sobre el caso Gürtel a la que había condicionado su renuncia temporal. Esta ambigüedad era un claro síntoma de que no había acuerdo entre Valencia y Madrid, pero el planteamiento final deja la cosa bien clara. Los populares valencianos han optado por hacer piña y, conscientes de la debilidad de Rajoy, lanzarle un órdago. La guerra está declarada y Rajoy difícilmente puede seguir escabullendo el bulto. La gravedad de la situación la confirma el hecho de que González Pons instaba a Costa a aceptar su papel de damnificado político, mientras que toda la ejecutiva del PP regional ha arropado calurosamente a su secretario, empezando por Camps. Veremos cómo acaba todo esto, pero yo tiendo a pensar que ninguno de los máximos implicados tiene un futuro político halagueño.

Rajoy no despega ni con un gobierno hundiendo a la nación y pactando presupuestos a base de plegarse a las exigencias del PNV. Por si fuera poco, hoy ha visto como en su grupo parlamentario los diputados vascos rompían la disciplina de voto negándose a votar en contra del blindaje al cupo vasco, un asunto de tremenda gravedad y que afecta decisivamente a la política nacional. Pero lo peor, sin duda, es que su incapacidad para poner orden en su partido le inhabilita moralmente para aspirar a gobernar España.

Camps, por su parte, ha gestionado pésimamente toda la crisis del caso Gürtel, y sobre todo ha deteriorado su imagen pública. En lugar de echar balones fuera o hacer declaraciones en un tono impropio, creo que se hubiera salvado si desde el principio hubiera reaccionado como Costa, cogiendo el toro por los cuernos. Vamos a ver cómo se desarrolla la batalla con Rajoy, pero no creo que le sea fácil repetir como candidato sin tener el apoyo de la dirección nacional, aunque lo mismo habría que decir de Rajoy sin el apoyo de Camps. El problema es que ahora Rajoy ya no puede solucionar esta crisis pidiendo la cabeza de Costa, sino que tiene que ir a por Camps como respuesta al órdago. La magia entre ellos se ha hecho añicos.

Finalmente, Costa ha tomado una sabia decisión personal afrontando de frente el problema y echándole bemoles al asunto. Quizá piense que la gente se puede olvidar de esas conversaciones que lógicamente le avergüenzan, pero eso no es tan sencillo, y su carrera política siempre aparecerá manchada por esos comportamientos impropios de los que él mismo se arrepiente.

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