No hay que tomarse a guasa los
incidentes protagonizados por Sánchez Gordillo y los sindicalistas que le
acompañan. Asaltar supermercados u ocupar hoteles son delitos que poco tienen
que ver con una desobediencia civil pacífica y reivindicativa. Condena sin
paliativos para él y sus compinches. Pero, aun tratando de ser benevolente al
interpretar sus intenciones, ha habido una imagen que refleja el ánimo con el
que este grupo afronta sus acciones, y que me reafirma más si cabe en el
rechazo. Se supone que esta gente se ha lanzado a la calle como fruto de la
indignación ante la injusticia social. Esa indignación debería verse reflejada
en las acciones, en los gestos, en todo. Pues bien, muchas cosas se podría uno
esperar de alguien a quien le hierve le sangre menos que ocupe un hotel y se
vaya a la piscina a hacer la “bomba”. ¡Qué demonios de indignación es esa! Yo
soy el que me indigno al verlos saltar como si se tratara de una jornada lúdico
festiva. Una auténtica mamarrachada.
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