viernes, 25 de mayo de 2007

En pie y de usted

En el fragor del debate electoral ha surgido un tema interesante. Según parece, Esperanza Aguirre ha defendido que en nuestros colegios e institutos hay que reforzar la autoridad del profesor, y entre las medidas que sugiere estarían acabar con el tuteo y recibir en pie al profesor. Simancas, el adinerado candidato socialista, ha protestado acusando al PP de proponer medidas autoritarias. Desde luego, hay que ser tontaina para soltar semejante estupidez -por supuesto, me refiero a la simancada-. Todavía no he cumplido los cuarenta, y puedo decirles que a finales de los setenta y principios de los ochenta en mi colegio la mayoría de los profesores nos trataban de usted, nos levantábamos para recibirles y, por añadidura, comenzábamos la primera clase del día con una oración (era un colegio religioso, El Pilar de Valencia, para más señas). ¿Autoritarismo? No, hombre, no. Respeto a dos instituciones que van más allá del individuo: el profesor y el alumno. El alumno se levanta no por respeto a Don Pepito, no porque éste sea un profesor que da muy bien las clases, sino porque es el profesor, el maestro que tiene la importantísima misión de formarle, de educarle. Y el maestro trata a sus alumnos de usted, no tanto por guardar las distancias o por altanería, sino por el respeto que le merecen sus alumnos, más allá de la relación personal. Ese respeto que denota el ponerse en pie para recibir al profesor y el empleo del usted lejos de ser una muestra de autoritarismo constituye una pieza esencial de la civilización. Me parece increíblemente desagradable que un fulano que apenas te conoce te empiece a tutear a las primeras de cambio. El maravilloso "usted" fomenta el respeto y las buenas maneras, amén de preservar un campo de intimidad que sólo tras un conocimiento lo suficientemente profundo se debe traspasar. Por eso, venerado visitante y ocasional lector, porque le respeto profundamente, les trato de usted. Indudablemente, para Simancas soy un autoritario. Hay que ser pánfilo para no darse cuenta de la diferencia que existe entre la autoridad y el autoritarismo.

martes, 22 de mayo de 2007

Siguiendo el juicio del 11-M

Aunque no esté pendiente al detalle del juicio del 11-M, procuro enterarme de cómo van las cosas. Es lamentable que políticos y medios de comunicación -muchas veces indiferenciables- hayan afrontado este juicio y todo lo relacionado con él en clave política. En el PP se discute si conviene o no apoyar las tesis de El Mundo, elaboradas tras una, en mi opinión, rigurosa investigación -nada que ver con el espectáculo del juicio de Alcasser en esta noche cruzamos el Mississipi-. Por su parte, el PSOE pretende que el juicio descredite al PP. Todo menos interesarse por lo verdaderamente importante: si son culpables los acusados o si, por el contrario, los verdaderos culpables siguen sueltos.

Entre toda la maraña de disputas que envuelven este caso, una cosa sí tengo clara y es precisamente que hay cosas que no están claras. No puedo entender que hayan desaparecido los restos de los trenes y sea imposible hallar muestras para analizar qué tipo de explosivo estalló. Esto es un escándalo y no se puede maquillar de ninguna manera. Por otra parte, El Mundo informó en su día de la falsificación de un informe en el que de alguna manera se relacionaba a los de Leganes -se encontró en su casa ácido bórico- con ETA. ABC y otros medios trataron de desacreditar la información y el propio Garzón fue a por los peritos en lugar de investigar a los falsificadores. Tras la vorágine informativa, lo cierto es que El Mundo tenía razón y los mandos tienen abierto un juicio por falsificación. Insisto, algo huele mal aquí, y más ahora que leo que el ex-jefe de los Tedax, cuyo testimonio en el juicio seguí, permitió que se perdieran las pruebas de los trenes. Cuando le escuché tuve la inevitable sensación de que ese hombre no decía toda la verdad. Veremos qué más novedades nos aporta este juicio. Los españoles tenemos la obligación de prestar atención. Cualquiera podía haber viajado en ese tren. Sin ir más lejos, la semana antes del 11-M mi mujer y yo estábamos en Madrid y teníamos la intención -finalmente fuimos en coche- de viajar en tren hasta Atocha.

viernes, 18 de mayo de 2007

Nueva York, Madrid, Valencia

Cuando veo el skyline de Nueva York por la noche con todos esos rascacielos cuyas ventanas iluminadas ofrecen al mundo la imagen de una ciudad que vela permanentemente, tengo la sensación de que estaría a gusto allí. Su apertura, su riqueza humana y la excelencia de su panorama cultural me atraen. Quizá una vez allí mi opinión sería otra, pero así lo veo desde la distancia. Me seducen esas ciudades que como Nueva York abren sus puertas y sus alcaldes, lejos de criticar la inmigración, venden su ciudad recordándonos que si quieres tener suerte Nueva York te dará una oportunidad, como se dice en "City Hall", una de mis películas favoritas. En Madrid también he tenido esa agradable sensación de ser acogido sin preguntas, a diferencia de lo que sucede con Barcelona. Me gustaría que Valencia, mi ciudad, también se convirtiera en una ciudad abierta a todo el que venga a trabajar, a emprender, a innovar.

martes, 15 de mayo de 2007

¿Suspender las elecciones en el País Vasco?

Hace poco decía Savater que el terrorismo que se vive en el País Vasco impide que se puedan celebrar unas elecciones libres. A la vista de la campaña de agresiones orquestadas en el País Vasco que está sufriendo el PP y, en menor medida, el PSOE no cabe duda de que tiene toda la razón. Pero esta conclusión implica necesariamente otra: la suspensión de la autonomía. En efecto, si se entiende que no hay libertad para ejercer la democracia, y es evidente que desde hace cuarenta años no la hay, ¿se puede decir que el PNV ha ganado legítimamente alguna elección? La respuesta es obvia: no. Ya lo dije en un post, pero a la vista de los acontecimientos me reafirmo, una región española sólo debería acceder al autogobierno si sus ciudadanos son libres. Hasta entonces, la autonomía debería permanecer en suspenso.

Algo más sobre la soltería

No escribo este blog pensando en qué imagen se estarán formando de su autor. Digo lo que pienso y el resto es cosa suya. A pesar de todo, no puedo evitar imaginar las reacciones de algún lector ante el post sobre la soltería. Imagino que más de uno pensará que he perdido la chaveta. No pasa nada si es así, pero para apuntalar algunas de las cosas que dije voy a recordar algunas afirmaciones y datos que se pueden leer en el libro “El fin en el Derecho” del jurista alemán Rudolf von Ihering, un clásico de finales del siglo XIX y principio del XX. Esté libro me acompañó durante unos meses que pasé estudiando en Alemania hace unos seis años. Cuando llegaba a casa me ponía a leer a Ihering y tomaba nota de muchas de sus interesantes observaciones. Precisamente, Ihering se refiere al problema que examinaba en el post. Mis opiniones, como van a comprobar, son de un moderado que casi resulta empalagoso si las comparamos con las suyas.

Dice Ihering: “El instinto de conservación, el instinto sexual, y el amor a la gananciason los tres aliados poderosos de la sociedad que la ponen en situación de prescindir de la coacción en relación con los servicios que le prestan. Pero excepcionalmente esos tres instintos pueden dejar de prestar sus servicios. En relación con el primero, tenemos el caso de los suicidas, en relación con el segundo a los solteros, en relación cn el tercero a los mendigos y vagabundos. Suicidas, solteros, mendigos se comportan contra las leyes fundamentales de la sociedad humana no menos hostilmente que los asesinos, los ladrones, los bandidos. Para convencerse de ello sólo hace falta someter su comportamiento ante la sociedad con la generalización kantiana de la máxima de la acción individual: si su modo de acción fuese la general, la sociedad perecería”.

Toma ya. ¿Qué les parece silentes visitantes del foro? ¿No se atreven a opinar? Pues les ofrezco otras perlas apoyada en datos históricos. Después de afirmar que el Estado está obligado a combatir cualquier práctica que impida asegurar la descendencia, recuerda medidas que se adoptaron para tal fin:

“Este fin tenía la lex Julia y Papia Poppaea de Augusto, suscitadas por la reducción de la población libre en las guerras civiles y por la depravación de las costumbres en Roma, que trataba de hacer tributar al celibato y a los matrimonios sin hijos y disponía la privación total o parcial de las donaciones testamentarias y otras restricciones y las traspasaba a las personas casadas y con hijos, y Luis XIV llegó en Canadá, en interés del rápido aumento de la población, del territorio, hasta el punto de obligar a casarse a las personas solteras”.

Probablemente les parecerán unas medidas contrarias a la dignidad humana. Así también lo veo yo, no se crean, pero merece la pena recordar que muchas sociedades han tenido muy claro que no se podía frivolizar con la soltería hasta el punto de convertirlo en una moda. Estamos jugando con fuego.

domingo, 13 de mayo de 2007

La soltería como opción

Hace algunos años, en una fiesta de nochevieja en casa de mi cuñado holandés, conocí a una pareja que en el curso de la conversación comentaba muy ufana que había decidido comprarse una granja y tener caballos en lugar de hijos. Me llamó la atención que lo soltaron con toda naturalidad, sin pensar ni por asomo que tal decisión pudiera ser considerada por alguien una inmoralidad. Hoy, en La Razón, se publica una noticia –que más tarde les transcribiré- sobre la soltería como una opción cada vez más popular en nuestra sociedad, es decir, cada vez hay más personas que deciden permanecer solteras y, atención, tal decisión no es en absoluto socialmente rechazada.

¿Somos verdaderamente conscientes de adónde va una sociedad que no valora negativamente, entre otras cosas, la deliberada opción por la soltería, por la ausencia de hijos –en el caso de los casados-, o por la homosexualidad -cuando esta no es genética, sino querida-? Si esto se generaliza, esa sociedad está condenada a desaparecer porque finalmente será absorbida y disuelta por los valores de los nuevos miembros –inmigrantes- que finalmente, por una mera cuestión numérica, impondrán los suyos. Quizá algunos de ustedes estarán pensando, “bien, ¿y usted qué propone?, ¿qué pongamos mala cara a los solteros a los homosexuales, etc., hasta el punto de llegar a excluirlos socialmente?”.

Quizá lo primero que habría que preguntarse es si no es malo que nuestra sociedad se disuelva como consecuencia de esos comportamientos. Si alguno de ustedes piensa así y tiene razones para ello, será coherente en su defensa de la soltería opcional o la cría de animales en lugar de hijos como decisiones plenamente morales y tan respetables como cualquier otra. Sin embargo, si son de los que piensan que formamos parte de una sociedad que tiene una historia y una vocación de permanecer a lo largo de los siglos, y que ello no es posible sin un mínimo equilibrio y reemplazo generacional, no será indiferente a que haya conductas que vayan directamente a impedir que dicho objetivo sea posible. Para ustedes tales conductas serán malas y, por tanto, moralmente reprochables, opinión a la que me sumo. Optar por la soltería o por los caballos por pura comodidad o intereses exclusivamente individuales es una conducta antisocial y moralmente criticable. Pero la pregunta sigue ahí, ¿cómo actuar frente a quienes actúan así, máximo cuando nuestro ordenamiento jurídico les otorga todo el derecho a hacerlo? Responderé recordando, en primer lugar, el pasaje de Jesucristo y la mujer adúltera. Cristo dice a los acusadores, “el que esté libre de pecado que tiré la primera piedra”. Como todos reculan, al quedarse a solas con la mujer, le dice “vete, y no peques más”. O sea, condena el pecado, pero absuelve a la pecadora. Esa es la clave en el terreno del trato personal: respeto máximo a la persona que decide no complicarse la vida casándose y prefiere el rollete y el ahorro, pero, al mismo tiempo, el comportamiento debe ser criticado. Por otra parte, en el terreno de la organización social, es evidente que los poderes públicos deben favorecer aquellas acciones que tienden a hacer posible el bien común, y desalentar las que impiden su realización. Esto exige meditar muy bien qué medidas adoptar porque se puede entrar en un terreno harto resbaladizo. ¿Se imaginan que fiscalmente se penalizara a aquellas parejas que superaran cierta renta y, salvo prueba médica en contra, no tuvieran hijos? Evidentemente, esto es una barbaridad –pienso que no hace falta que lo argumente-, pero es perfectamente posible y extremadamente deseable favorecer a las familias numerosas, y también, aunque aquí más de uno discrepará, no frivolizar el matrimonio mediante una legislación que facilita sobremanera el divorcio.

Les transcribo el artículo sobre la soltería:

“La vieja etiqueta del solterón o solterona ha quedado obsoleta en nuestros tiempos. Ni ellos rechazan la responsabilidad y el compromiso, ni ellas se quedan para vestir santos. Simplemente optan por vivir solos y, aunque una parte de ellos no está satisfecha con su condición, la mayoría ha escogido la independencia por voluntad propia y como forma de vida. Una alternativa al modelo de familia tradicional que conforma un colectivo de más de 8 millones de españoles de entre 25 y 65 años que viven sin pareja convencional, bien porque son solteros, separados, divorciados o viudos, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). De entre los fenómenos sociales de erupción impetuosa en nuestra sociedad, lo que podríamos llamar «nueva soltería» está cobrando una sólida presencia. Tanto es así que hasta el lenguaje se ha transformado y se han adoptado términos como «singles», «impares» o «nones» para designar a este sector social que con el paso del tiempo va adquiriendo incluso prestigio. La mejor fórmula «Antes el matrimonio era indisoluble y se aceptaba socialmente como la mejor fórmula a pesar de que no hubiera una buena relación entre los cónyuges, porque así lo establecían la tradición y las fuerzas sociales», explica el doctor en sociología de familia y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid Gerardo Meil Landwerlin. Sin embargo, tal y como apunta el experto, con la incorporación del divorcio la legalidad ha traducido unos valores y la sociedad ha sufrido una «transformación» que permite al individuo elegir la opción vital que quiera sin imponérsela. «La imagen del soltero como fracasado o abandonado ya no existe en nuestra sociedad. Al disminuir el control social se ha generado una mayor libertad en la concepción de la vida», apunta. La independencia, el no tener que rendir cuentas a nadie y el poder disponer del tiempo libre a su antojo lleva a los impares españoles a viajar un 38 por ciento más que el resto de la población, a ser grandes consumidores de cultura -libros, cine, teatro, conciertos-, a navegar por internet mucho más que la media y a ser amantes de cualquier aparato nacido de las nuevas tecnologías. «Es lógico que salgan más, sobre todo los más jóvenes, que son personas inquietas y con ganas de disfrutar. El vivir solo no significa vivir en soledad, pero los “singles” tienen mayor necesidad de salir de casa, relacionarse, hacer actividades y organizar el tiempo con otras personas», señala el profesor Meil. La ausencia de cargas familiares hace que los impares españoles suelan tener un nivel económico medio-alto y que aquéllos entre 30 y 45 años dispongan además de unos ingresos mensuales un 40 por ciento superiores a los de la media de personas de su franja de edad y gasten alrededor de 500 euros mensuales con su tarjeta de crédito. Así lo ponen de manifiesto los datos del departamento de estudios del salón Single-Ind Life, un evento dedicado a la gente sin pareja que en su segunda edición, el año pasado, recibió a 20.200 visitantes en tan sólo dos días. El poder adquisitivo de los singles y su crecimiento continuo no ha pasado inadvertido para las empresas, que han visto en ellos una clientela muy rentable a la que hay que tratar con mimo. El marketing orientado a disfrutar de la libertad crece vertiginosamente en los campos más diversos. El sector del turismo ha desarrollado desde viajes a destinos exóticos para los impares hasta reuniones en parajes «con encanto», cenas y fiestas para conocer a gente. Abundan también las empresas que prestan servicios domésticos, cursos de formación en actividades artísticas, gastronómicas y de entretenimiento, a la vez que los hipermercados ofrecen comidas preparadas en envases individuales y todo tipo de productos en formatos pequeños adaptados a los hogares unipersonales. Asimismo, las industrias de ropa, de complementos, de perfumería, de cosmética y cuidado corporal, y también las culturales -de libros, de discos, de arte- apuntan cada vez más a los «singles» como destinatarios preferentes de sus campañas publicitarias. La soltería ha dejado de ser un estigma para convertirse, en muchas ocasiones, en un privilegio, como expone Conchín Para, directora del Club Impar, una empresa que organiza cenas literarias, visitas turísticas, fiestas, tertulias, viajes y un sinfín de actividades enfocadas a los impares: «Los solteros de hace 30 años estaban marginados y nada tienen que ver con los de hoy». Antes, según la experta, las mujeres no estaban incorporadas al mercado laboral y no podían vivir solas porque no tenían manera de subsistir sin la compañía de un hombre. Sólo las viudas estaban aceptadas socialmente, ya que habían completado el círculo familiar. En el caso de ellos, Para asegura que solían quedarse en casa de sus madres para que los atendieran y «se iban de farra de vez en cuando porque no se podían tener relaciones sexuales sin estar casado». «Hoy, ser soltero es sinónimo de libertad», especifica. Independencia económica Lo que define el perfil del «single» del siglo XXI para la experta es su independencia económica, que disfrutan de su libertad, que viven solos con alegría y que les gusta mucho la cultura, viajar, conocer otras civilizaciones y leer. Además, Para añade que son personas muy activas, atentas siempre a todo lo que ocurre a su alrededor y que les gusta mucho salir a divertirse . Pero, ¿es bueno que el hombre esté solo? El sociólogo Gerardo Meil Landwerlin asegura que la gente «aspira a vivir en pareja y le gustaría tener hijos», pero que ambas cosas están sujetas a múltiples condicionamientos. «Si una persona no encuentra la pareja apropiada y no se materializa tener hijos se acomoda a otra situación, que es igual de válida y en la que se tiene una vida plena, pues más vale estar solo que mal acompañado», puntualiza. El hecho de constituir un hogar unipersonal, expone Conchín Para, no significa que los impares no estén abiertos al amor. «Muchos de ellos, sobre todo los de 30 a 45 años, tienen el deseo de encontrar una pareja, pero se busca para compartir la vida y no para situarse». En la actualidad, seis de cada diez solteros confían en encontrar pareja y sólo el 14,5 por ciento no cambiarán sus planes y afirman que quieren seguir como «singles». Pero encontrar a alguien no significa matrimonio. Sólo un 7,4 por ciento de ellos tienen intención de casarse. Aunque se trata de un colectivo «muy flotante», señala Para, los impares van en aumento. «Como muestran las estadísticas, la mitad de las personas que se casan ahora tendrán una media de uno o dos divorcios en su vida. Pero no es un crecimiento alarmante, ya que se forman otros grupos de parejas o relaciones en los que los miembros viven en sus casas o ciudades por separado», afirma”.

sábado, 12 de mayo de 2007

Crecer en derechos y otras tonterías de los políticos

Empiezan los mitines políticos y empezamos a escuchar tonterías cuando no disparates. Observo que el PSOE, aparte de definirse como el partido de la verdad frente a la mentira o de la paz frente a la guerra, ha decidido presentarse como un partido que hace que los ciudadanos "crezcan en derechos". Así, con comillas, porque eso es literalmente lo que he escuchado. Hace poco escribía sobre el ínfimo nivel de nuestros políticos y frases como esta de los socialistas lo confirman. ¿Acaso alguno de ustedes cree que sea posible que a alguien se le otorgue un derecho sin que correlativamente no aumenten las obligaciones de otro sujeto? Un político serio explicaría cuáles son esos nuevos derechos y por qué razón son asumibles las obligaciones inherentes a su satisfacción. Sin embargo, parece que recabar este tipo de explicaciones es mucho pedir.

Recuerdo otro argumento de una estupidez mayúscula, esta vez le corresponde el mérito al PP. Se utilizó en el primer año de ZP, el felón monclovita, en el gobierno. A los populares les dió por criticar que el PSOE hubiera aprobado pocas leyes a lo largo de su primer año de legislatura, y de ese dato deducían inactividad o parálisis del gobierno. La simpleza del razonamiento asusta. ¿Acaso legislar es siempre bueno, aunque no haya necesidad? Por favor, ¡si uno de los principales problemas que tenemos es la inflación legislativa que termina generando una gran inseguridad jurídica!

Cuando escuchas a gente tan poco preparada soltar disparates por doquier llegas a dudar de las bondades de la democracia, pero el problema no está ahí. Debemos buscar fórmulas, y sobre todo tener el coraje de aplicarlas, para que la política no quede en manos de gente mal preparada que en muchos casos sólo busca medrar.