martes, 15 de mayo de 2007

Algo más sobre la soltería

No escribo este blog pensando en qué imagen se estarán formando de su autor. Digo lo que pienso y el resto es cosa suya. A pesar de todo, no puedo evitar imaginar las reacciones de algún lector ante el post sobre la soltería. Imagino que más de uno pensará que he perdido la chaveta. No pasa nada si es así, pero para apuntalar algunas de las cosas que dije voy a recordar algunas afirmaciones y datos que se pueden leer en el libro “El fin en el Derecho” del jurista alemán Rudolf von Ihering, un clásico de finales del siglo XIX y principio del XX. Esté libro me acompañó durante unos meses que pasé estudiando en Alemania hace unos seis años. Cuando llegaba a casa me ponía a leer a Ihering y tomaba nota de muchas de sus interesantes observaciones. Precisamente, Ihering se refiere al problema que examinaba en el post. Mis opiniones, como van a comprobar, son de un moderado que casi resulta empalagoso si las comparamos con las suyas.

Dice Ihering: “El instinto de conservación, el instinto sexual, y el amor a la gananciason los tres aliados poderosos de la sociedad que la ponen en situación de prescindir de la coacción en relación con los servicios que le prestan. Pero excepcionalmente esos tres instintos pueden dejar de prestar sus servicios. En relación con el primero, tenemos el caso de los suicidas, en relación con el segundo a los solteros, en relación cn el tercero a los mendigos y vagabundos. Suicidas, solteros, mendigos se comportan contra las leyes fundamentales de la sociedad humana no menos hostilmente que los asesinos, los ladrones, los bandidos. Para convencerse de ello sólo hace falta someter su comportamiento ante la sociedad con la generalización kantiana de la máxima de la acción individual: si su modo de acción fuese la general, la sociedad perecería”.

Toma ya. ¿Qué les parece silentes visitantes del foro? ¿No se atreven a opinar? Pues les ofrezco otras perlas apoyada en datos históricos. Después de afirmar que el Estado está obligado a combatir cualquier práctica que impida asegurar la descendencia, recuerda medidas que se adoptaron para tal fin:

“Este fin tenía la lex Julia y Papia Poppaea de Augusto, suscitadas por la reducción de la población libre en las guerras civiles y por la depravación de las costumbres en Roma, que trataba de hacer tributar al celibato y a los matrimonios sin hijos y disponía la privación total o parcial de las donaciones testamentarias y otras restricciones y las traspasaba a las personas casadas y con hijos, y Luis XIV llegó en Canadá, en interés del rápido aumento de la población, del territorio, hasta el punto de obligar a casarse a las personas solteras”.

Probablemente les parecerán unas medidas contrarias a la dignidad humana. Así también lo veo yo, no se crean, pero merece la pena recordar que muchas sociedades han tenido muy claro que no se podía frivolizar con la soltería hasta el punto de convertirlo en una moda. Estamos jugando con fuego.

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