jueves, 6 de septiembre de 2007

La libertad de expresión en los clubs de fútbol

Vicente, el futbolista del Valencia que no termina de recuperarse de una lesión que los médicos del club no ven clara -vamos, que casi sospechan que es psicológica-, ha declarado que no confía en absoluto en dichos profesionales. Esas declaraciones han motivado que el Valencia CF le abra un expediente por haber incurrido en una falta grave o muy grave. Por lo visto, el reglamento de régimen interno prohibe la crítica a determinados profesionales de la entidad por parte de los futbolistas, lo cual no deja de ser curioso porque que el entrenador y el director deportivo se critiquen, como sucedió con Quique y Carboni el año pasado, sí que está permitido.

El caso del Valencia CF no debe de ser diferente al de otros clubs en materia de reglamentos de régimen interno. Estas normas lesionan alegremente el derecho a la libre expresión sin justificación alguna, pues una cosa es una crítica continua que impide el desarrollo de la actividad laboral en cuestión y que parece contraria a la buena fe contractual que debe existir entre un empleador y sus empleados, y otra muy distinta es una declaración puntual en la que un jugador confiesa que ha perdido completamente la confianza en el médico de su club, como ha hecho Vicente. En su día el futbolista del Tenerife Manolo Hierro también realizó unas declaraciones muy críticas contra el presidente de su club, lo que le valió una sanción por vulnerar las dichosas normas de régimen interior. Hierro no se conformó y recurrió ante los tribunales la sanción que le había impuesto su club, e incluso recurrió en amparo, tras agotar la jurisdicción ordinaria, ante el Tribunal Constitucional. Pues bien, éste declaró que, efectivamente, la aplicación de dichas normas vulneraban el derecho a la libre expresión. Uno podría pensar que cuando un jugador ficha por un club acepta someterse a las normas internas de dicho club, pero se olvida que ningún acuerdo puede contravenir la ley, la moral y el orden público. Con otras palabras, un reglamento interno de un club que vulnere los derechos fundamentales es nulo. Convendría que los clubs tomaran buena nota del caso Hierro y no adoptaran medidas antijurídicas y, además, ridículas. ¿Acaso no es razonable que un jugador que no se cura pierda la confianza en el médico que le trata? Desde luego, los dirigentes del Valencia por unas u otras razones se están cubriendo de gloria.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¿A las puertas de una gran crisis?

En contra de lo que dice la ministra Chacón, siguiendo la estela de Solbes, la subida del Euribor no afecta a unos pocos, sino que mucha gente está ahogándose para pagar su hipoteca. La consecuencia es que la construcción se para, el mercado de la vivienda se estanca, el consumo se ralentiza, el paro aumenta, pero, al mismo tiempo, los precios siguen subiendo -ahora el pan, huevos y leche- y dificultando que la subida de tipos de interés alcance techo. Ante esta situación cuyos primeros síntomas ya estamos observando y parecen alarmantes, la duda que se plantea es si se avecina una simple desaceleración o una crisis gorda, un parón. Algunos analistas señalan que la situación saneada de las cuentas públicas y la pujanza de la industria y de los bancos hace que esta situación no se asemeje a la vivida a principios de los noventa, es decir, el gobierno tiene margen de actuación para capear el temporal y dejarlo todo en un frenazo suave. No soy experto en economía y no me atrevo a pronosticar con muchas probabilidades de acertar, pero ese sanemiento de las cuentas públicas difícilmente podría aguantar ante una situación en la que se ingrese mucho menos por IVA, y aumente el gasto ante la llegada de desempleados a las listas del INEM. El gasto público no puede -por los criterios de convergencia- y no debe tirar de la demanda interna, y el consumo, verdadero motor del crecimiento, da claros síntomas de agotamiento por la presión sobre las familias. Si el sector exterior no mejora y tira de la demanda, y difícilmente puede hacerlo ante el elevado coste de producción que hay en España, yo sinceramente no veo un panorama muy halagüeño y me inclino por pronosticar un parón brusco, una crisis severa que puede afectar a las expectativas electorales de ZP. Yo estaba convencido de que adelantaría las elecciones a otoño precisamente por esto, y también para esgrimir la eficacia contra ETA como filón electoral. Creo que se ha pasado de listo al esperar a marzo.

martes, 4 de septiembre de 2007

Las noticias de la Cuatro

Solía ver las Noticias televisivas de Antena 3, pero llegó un momento en que la injustificada y abusiva presencia de noticias de sucesos terminó por asquearme. He comenzado a seguir las noticias de la Cuatro. Barren claramente hacia el PSOE y atizan al PP con y sin razón, pero, al margen de esto, que lo dábamos por descontado, el formato del noticiario y la atención al panorama internacional hacen que las prefiera. Otro tanto sucede con otros medios de comunicación del Grupo Prisa y de otros medios de izquierda (el Diario Información o Levante-EMV, por ejemplo): su línea editorial es penosa, a veces supera los límites de lo tolerable para el sentido común, pero hay bastante información y mucho mejor presentada que en otros medios.

Lucrarse con el sufrimiento ajeno

En la página web del diario El Mundo aparece una noticia trágica. Un inmigrante rumano, incapaz de reunir los 400 euros que le han estafado cuando iba a comprar billetes para regresar a Rumanía junto a su mujer y su hija, se ha quemado a lo bonzo ante la subdelegación del gobierno en Castellón. La noticia no sólo está redactada y acompañada de fotos, sino que es posible activar el video en el que se puede seguir toda la secuencia del impactante suceso. Lamentablemente, no he podido resistir a la curiosidad y he hecho "click" para verlo. Inmediatamente una voz avisa de que el video comenzará después de la publicidad. Verdaderamente terrible. Este pobre hombre desesperado por 400 euros ha servido para que carroñeros como en este caso el diario El Mundo logren ingresos por publicidad gracias a pánfilos como un servidor.

Creo en la libertad individual, pero cuando ésta se orienta hacia el morbo, como sucede con este video o con películas snuf, etc., el panorama que deja tras de sí no puede ser más penoso y desolador. La solución no consiste en prohibir que se cuelgue el video -salvo casos extremos-, sino en disciplinarse para no caer en el morbo, algo complicado en casos en los que uno no sabe qué es exactamente lo que va a ver, y, sobre todo, en la deontología periodística. Me parece bien que se difunda la noticia y se ofrezcan detalles de lo acontecido, pero las imágenes con la terrible escena sólo sirven para el estremecimiento y morbo del espectador, y, como consecuencia, para lucrarse a costa del sufrimiento ajeno. Prueba de ello es que la publicidad sólo se activa al hacer click en el video, no al leer el cuerpo de la noticia. El periodista debe saber distinguir entre informar y lucrarse a través del sufrimiento ajeno, cosa bien distinta. Pero, ¿acaso no buscaba este rumano la repercusión pública? Es posible, pero la indignidad de la conducta periodística no disminuye por ello.

Por si las imágenes no fueran lo suficientemente duras y terriblemente tristes, en algún foro de Internet alguno repara en que la camiseta que vestía este pobre hombre era del Valencia CF, como si tuviera alguna importancia. Repugnante.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Una nueva fase en la percepción del nacionalismo

Desde la muerte de Franco, o incluso antes, la presión del nacionalismo más o menos independentista vasco y catalán no ha cesado en ningún momento. Hasta hace pocos años, a la gran mayoría de los españoles le preocupaba que pudiera quebrarse la unidad de España, al tiempo que se confiaba en la resolución de las principales instituciones del Estado para frenar un proceso secesionista. Por otra parte, el peso de la minoría vasca y catalana en el parlamento producía la sensación de que el País Vasco y Cataluña recibían un trato privilegiado por parte del Estado, debido a su capacidad para condicionar el gobierno de la nación. Creo que muchos ciudadanos de esas comunidades probablemente votaban a los partidos nacionalistas para asegurar ese especial status. Esta situación condujo a que surgieran algunos partidos en otras comunidades que se marcaron como objetivo alcanzar los supuestos privilegios de catalanes y vascos. Por ejemplo, en su día, Unión Valenciana reclamó el voto a los valencianos para lograr lo que, según su líder, González Lizondo, estaban obteniendo los catalanes gracias a la fuerza de Convergencia i Unió.

Esta era la situación, les decía, hasta hace pocos años. ¿Acaso algo ha cambiado? Tengo la sensación de que sí. El desafío nacionalista no sólo sigue presente, sino que incluso se ha acentuado hasta extremos que, bajo mi punto de vista, jamás deberían haber sido tolerados. Pero, por una parte, hay una proporción importante de españoles que, hastiados por la sempiterna cantinela nacionalista, empiezan a despreocuparse de la unidad nacional hasta el punto de que aceptarían la independencia del País Vasco y de Cataluña espetándoles de buena gana aquello tan castizo de “…y que les den morcilla malagueña a estos tíos”. Junto a este cambio en la opinión pública, nos encontramos con que tras la llegada de ZP al poder todo puede suceder, es decir, ni siquiera estamos seguros de que el gobierno de la nación no acceda a soluciones de compromiso que, respetando nominalmente la Constitución –con la aquiescencia de un bien domado y mejor paniaguado Tribunal Constitucional- suponga el tránsito a la España confederal aludida por Rosa Díez. De este modo, en los últimos años parece que la independencia "de facto" del País Vasco y de Cataluña tiene visos de convertirse en realidad sin que preocupe excesivamente a un importante número de españoles. Pero detecto otra novedad en el panorama nacional. Los ciudadanos de Cataluña y el País Vasco empiezan a percibir que la fuerza parlamentaria del nacionalismo no se traduce necesariamente en un mayor bienestar o desarrollo, más bien las está convirtiendo en sociedades cada vez más provincianas -lo de la búsqueda del apellido con "pedigree" es patético- que difícilmente atraen a las élites de la nación. Hace poco me comentaba un amigo que en Andújar y en otros pueblos andaluces, ante la falta de oportunidades, la cuestión radica en si elegir Madrid o Valencia. Ya no se opta por Cataluña o el País Vasco. Además, vascos y catalanes, al igual que el resto de los españoles, empiezan a creer que la independencia no es una quimera inalcanzable, y a muchos esta posibilidad comienza a azorarles, sobre todo porque saben qué individuos controlarían la situación en semejante circunstancia. Prueba de que mis sensaciones pueden responder a la realidad es que el voto nacionalista no deja de bajar, y la división en el PNV y en CiU es patente, especialmente en el caso del PNV.


miércoles, 18 de julio de 2007

Celtíberos en el París del 56

Me cuenta mi padre una situación que vivió durante su luna de miel en París, en el año 56. En la capital francesa residía exiliado un tío abuelo mío, un importante político republicano que había decidido no regresar a España en tanto Franco no la diñara. Franco y él habían nacido el mismo año, así que era un reto a ver quién aguantaba más. Finalmente, Franco le sacó unos cinco años de ventaja y tengo a mi tío enterradito en París. Mientras estuvo allí, mis padres y otros parientes se beneficiaron de su hospitalidad. Al llegar a París les esperaba un coche oficial con banderitas y todo, y durante un mes disfrutaron de la ciudad del amor.

Un día mi tío –que, por cierto, era masón- iba a ir a una reunión política de españoles en Francia y le preguntó a mi padre si deseaba acompañarle, a lo que él accedió gustoso. Su impresión al llegar a la reunión nos la podemos imaginar. Así me la narró: “Fue entrar allí y sentir que me había trasladado a España. Todos fumando y gritando como en una taberna. Despotricando del adversario político, echándose las culpas de haber perdido la guerra. Tu tío era de Izquierda Republicana y no podía ver a los socialistas”. Han pasado varias generaciones, pero el sello de identidad celtibérico permanece indeleble.

domingo, 15 de julio de 2007

Bicicletas eléctricas

Tengo la impresión de que la gente observa los problemas medioambientales como si se tratara de algo que lamenta, pero que no está en sus manos evitar. Simplemente se espera, como quien espera llover, que llegue ese momento en que la tecnología nos permita vivir con las comodidades actuales sin causar daños al medioambiente. Hasta que llegue ese momento, en España son pocos los que modifican sus hábitos para contaminar menos.

Lo curioso es que la tecnología actual ha puesto a nuestra disposición verdaderas alternativas al problema de la contaminación y del tráfico en nuestras ciudades. Por ejemplo, hoy existen bicicletas eléctricas muy económicas que permiten circular por las ciudades con suficiente autonomía. No es que simplemente existan, sino que cualquiera de ustedes las puede comprar por un módico precio. Desconozco si las baterías de estos vehículos son muy contaminantes, pero es evidente que no desprenden dióxido de carbono, y, además, son mucho más silenciosas que coches y motos. ¿A qué esperan nuestros políticos, si verdaderamente están comprometidos con la defensa del medioambiente y con la solución de los problemas de circulación, para fomentar este tipo de vehículos? ¿A qué esperamos nosotros para exigirles con nuestra iniciativa que remedien su pasividad?

Los ciudadanos no nos tomamos en serio la protección del medioambiente. No hay más que ver la cantidad de papeles, bolsas y desperdicios de todo tipo que decoran nuestras ciudades valencianas. Es verdaderamente indignante la falta de civismo, y nuestros políticos no son más que el reflejo de una ciudadanía que por lo general parece pensar que todo lo arreglan los demás.

Mi trabajo se encuentra a poco más de dos kilómetros de mi domicilio. Podría ir andando, y últimamente así lo hago, pero recorrer cuatro veces la distancia puede resultar un poco pesado. Por eso, cojo mi patinete eléctrico y aprovecho los vestigios de lo que en su día se presentaba como un mísero carril bici para llegar a mi trabajo. Por supuesto, el vergonzoso carril está huérfano de bicis, bloqueado por coches que lo toman como plaza de aparcamiento y sembrado de cristales sin que nadie del ayuntamiento se preocupe lo más mínimo por su estado. En definitiva, carece de todo cuidado. Pese a todo, compensa coger el patinete. Me planto en menos de diez minutos en mi despacho, prácticamente lo mismo que tardo en coche, y ocupa tan poco espacio que no tengo problema para subirlo en ascensor y aparcarlo en el despacho. No gasto gasolina, no contamino, no produzco apenas ruido, y todo por 280 euros de hace tres años. A día de hoy algunos combinan la electricidad con la posibilidad de pedalear cuando se agota la batería, lo que los convierte en bicicletas eléctricas. Cuando voy por la calle me pregunto: ¿por qué soy el único que utiliza este ingenio? Esgrimir que a uno le da vergüenza que todo el mundo le mire cuando avanza en ese ingenio desconocido -debo decirles que eso no lo podrán evitar- no puede ser una razón sensata en una persona adulta.

El gobierno ha regalado el carnet de moto a todos aquellos que tenían el carnet B-1. Se supone que se trata de fomentar el uso de la moto para evitar atascos. Y yo me pregunto, ¿por qué diantre moto y no bicicletas eléctricas para las que ni siquiera hace falta carnet? Lamentablemente, en la política se pierde de vista lo importante. España es uno de los países más afectados por el cambio climático, el ruido, la contaminación de sus ciudades, el despilfarro de energía, etc. Sin embargo, ni se fomenta el uso de la energía solar, ni se fomenta el uso de vehículos eléctricos, ni nada de nada. Por lo menos, permítanme que lo denuncie y duerma esta noche más tranquilo. Ojalá mañana alguien piense, «no es mala idea eso de las bicicletas eléctricas», y si es el alcalde de alguna ciudad mucho mejor. Pero no se limiten a pensarlo y pónganlo en práctica.