lunes, 7 de mayo de 2012

Carlos Herrera entrevista a Rajoy


Esta mañana he escuchado parte de la soporífera entrevista de Carlos Herrera a Rajoy. Daba la impresión de que el Presidente tenía mucho interés por explicar las medidas de su gobierno, así que ha utilizado un lenguaje más simplón que didáctico, y reiterativo hasta el extremo de desdibujar los problemas. Las reformas se explican, según Rajoy, porque no se puede gastar lo que no tenemos. Así de sencillo. Y para entenderlo no hay más que pensar en que una familia que gana 1.000 y gasta 1.200 tiene que pedir prestado, y si no logra que le presten tiene un problema. Ese es el caso de España, en su opinión. Y lo repitió una y otra vez, como el conejito de Duracell. Bastaba con que se le hubiera dicho que la alternativa no es sólo gastar menos, sino crecer –producir riqueza que aumente nuestros ingresos- para poder seguir manteniendo un nivel de vida aceptable, porque es evidente que vivir del crédito sólo es un remedio temporal. La cuestión es -y para dar respuesta a esto no vale el ejemplo de la familia dirigido a españoles de baba por los que nos ha tomado- si esa disminución del gasto no afecta a su vez a los ingresos y, en consecuencia, entramos en una espiral diabólica que nos condena a seguir recortando casi indefinidamente. En sus respuestas se dejaba entrever que esos recortes eran necesarios para demostrar que somos serios y evitar que se nos cierre el grifo del crédito. Y es que ahí está uno de los principales problemas. ¿Qué espera nuestro gobierno para poner en marcha una estrategia que fuerce a Alemania a aceptar los eurobonos mientras buscamos fórmulas para reestructurar nuestra economía y comenzar a crecer? Francamente, la entrevista –lo que he podido escuchar- me ha decepcionado.

sábado, 5 de mayo de 2012

Escribir para comprender

¿Comprender para escribir o escribir para comprender? Lo lógico parece lo primero: se presenta un problema, reflexionas, das con la solución y comienzas a escribir. Sin embargo, la redacción casi nunca es un reflejo exacto de lo pensado. Eso sucede porque las palabras son como un espejo que te devuelve tu propio pensamiento, lo cual te exige una nueva reflexión que habitualmente modifica el pensamiento inicial, y así sucesivamente la escritura pule el pensamiento y viceversa. Por eso también es cierto lo segundo: para comprender cabalmente hay que aventurarse a escribir y pedirle a la mente la agilidad suficiente para lanzarse al vacío que supone intentar plasmar un pensamiento insuficientemente madurado. Hay quienes reflexionan demasiado antes de ponerse a escribir, mientras que otros desenfundan la pluma apenas se centran en un tema. El lector que me sigue habitualmente sabrá que yo soy de los primeros. En alguna entrada me he lanzado a la piscina, pero no me siento cómodo, porque me gusta tenerlo todo claro en mi mente, o al menos lo suficientemente claro. Me gustaría lograr ese equilibrio, y el blog podría ser un excelente instrumento para ejercitarme en esa escritura constructora del pensamiento. Espero que a partir de ahora haya más entradas en las que escribo para comprender. Si digo alguna memez espero que el lector, oportunamente avisado, sepa disculparme.

martes, 1 de mayo de 2012

Un mensaje de esperanza

Hace poco leí que una mujer intervino en un programa de radio para mandar un mensaje de ánimo a todos aquellos que se sienten desesperados por la situación económica que atraviesan. El marido de esta mujer se había suicidado veinte días atrás, dejándola viuda y con dos hijas pequeñas. Su testimonio fue terrible y el problema que puso sobre la mesa me parece de la máxima importancia. Como comentaba con mi amigo Óscar, es alarmante el aumento del número de suicidios que está provocando la crisis. Al igual que hizo esta mujer, me gustaría mandar a todos aquellos que están al borde de la desesperación un mensaje de esperanza. Pienso mucho en todas las personas que se levantan sin saber qué va a ser de ellas y de su familia, que están recurriendo a ayudas de amigos, familiares o de instituciones de beneficencia. Aunque sea difícil, es importante ver toda la realidad, porque ésta casi siempre deja un resquicio para la esperanza. 

Es importante comenzar por contextualizar correctamente el momento actual. Estamos atravesando una dura crisis. Se dice que es la más devastadora que hemos conocido en los últimos treinta años. Sí, pero si repasamos la historia de una nación es difícil hallar amplios períodos de tiempo sin momentos de grave dificultad. Aunque es duro e indignante, porque estamos pagando -sobre todo los más débiles- la negligencia de políticos y las actuaciones irresponsables, temerarias y dolosas de los financieros, lo que estamos viviendo es algo normal que terminaremos superando. Cuando digo esto no pienso sólo en términos generales, sino también en las personas directamente afectadas. Sí, me dirijo a ti, desconocido amigo que acabas de perder tu empleo y no sabes cómo pagarás la hipoteca. Podrás salir adelante, pero para ello hay que redescubrir qué es lo verdaderamente importante. Y esto me lleva a la segunda cuestión. En efecto, tras haber contextualizado, lo segundo es darse cuenta de todo lo bueno que todavía tenemos, y que probablemente es mucho más de lo que la negatividad que nos invade nos permite ver. Seguimos vivos, y afortunadamente en España hoy no se muere nadie de hambre. Esto es importante no olvidarlo. Estamos vivos y podemos comer, tener el pan de cada día. Si esto es así y además gozamos de buena salud, la vida, si la afrontamos con optimismo, inteligencia y buena voluntad para abrirnos un nuevo camino, nos dará una oportunidad. Claro que es zozobrante pensar en que tienes que empezar otro camino con cuarenta o cincuenta tacos, pero no hay más remedio, y lo importante es afrontar el reto con la debida actitud. Debemos liberarnos de esos esquemas que pensábamos que debía seguir nuestra vida para “ir bien”, y partir de lo esencial. ¿Se acuerdan de la entrada “La granja”? Les aconsejo que la relean. Muchas personas no han puesto en marcha una granja, pero la crisis les ha llevado a retornar al mundo rural, a centrarse en lo esencial, y a comenzar una nueva vida.

Cada vez me apetece menos opinar de todos los políticos. Me provoca bochorno que los socialistas que nos han llevado a este desastre se quejen del PP. Que el PP no reconozca que silenció deliberadamente muchas de las medidas que está adoptando, por mucho que los socialistas les ocultaran un déficit que en buena medida podían conocer. Me ha provocado bochorno leer esta semana como los dirigentes valencianos, tras gobernar una comunidad autónoma durante más de quince años, son incapaces de hacer autocrítica y tienen la poca vergüenza de presentarse como adalides de una “nueva administración” tras aprobar los nuevos recortes. No hay que desconocer estos hechos, ni olvidar que están destrozando nuestra democracia. Ante estos sinvergüenzas convertirse en “antisistema” no es una opción. Lo que hay que hacer es recuperar nuestra democracia votando con sensatez, o absteniéndose, si no hay otro remedio. Pero aquí y ahora los que verdaderamente importan son todas esas personas desesperadas en las que se está cebando la crisis y que carecen de esperanza. Amigos, el suicidio no es una opción. Vivan la dolorosa experiencia a fondo, con intensidad, siendo conscientes de ella. Hay que mirar a los ojos de la crisis y aprovecharla para comprender mejor qué es la vida. Mucho ánimo a todos. De todo corazón.

miércoles, 25 de abril de 2012

Europeismo irreflexivo

Una constante en la política de España desde la Transición a la democracia ha sido la confianza absoluta en que la incorporación a las comunidades europeas significaría la modernización de España y el logro y el mantenimiento de la prosperidad. La crisis actual presenta la novedad de que muestra que la creencia de que Europa resolvería todos nuestros problemas era falsa. No sólo no es así, sino que ahora nos lamentamos de habernos embarcado en el Titanic del euro, y sobre todo abochorna el haberlo hecho sin que se abriera el más mínimo debate interno, a diferencia de lo que sucedió en otros países.

Hemos aceptado la ortodoxia de lucha sin cuartel contra el déficit porque no parece existir otro camino. Pero el déficit sigue ahí, y seguirá pescadilleando la cola de nuestra economía, es decir, recortándola más y más hasta que nos engullamos a nosotros mismos. Pero no hay otro camino, nos dicen. Pues yo digo que sí lo hay, y ese camino tiene un nombre: ESPAÑA. Ni soy populista, ni euroescéptico. Simplemente pienso que nunca ha sido más necesaria la unidad de las fuerzas políticas para tomar decisiones pensando en el bien de España y, por tanto, estando dispuestos a plantear en Bruselas –más bien en Berlín- la batalla necesaria. No es admisible que en esta situación no se hayan puesto en marcha los eurobonos. Esto es una vergüenza para Europa. ¿Cómo se puede construir un proyecto político europeo si los alemanes se regodean en que los mercados les financian a tipos irrisorios mientras españoles, italianos, portugueses y griegos nos dejamos la vida y la de nuestros hijos en cada subasta de deuda? Órdago a lo grande con este tema, que es capital a corto plazo. En España ya está en marcha el mecanismo de los hispanobonos, al margen de que la administración central sale al rescate de las autonomías.

Ya está bien de bajar la cabeza. Una cosa es reestructurar nuestra economía y otra destrozarla. Si los políticos actuaran con patriotismo y altura de miras se pondrían de acuerdo para exigir los eurobonos, es decir, una financiación asumible que nos diera margen para reformar sin destrozar y poder volver a crear riqueza. Se me dirá que los eurobonos, al estar contaminados por Estados en quiebra, no servirían para salvar a los débiles y, además, se llevarían por delante a los fuertes. Esto sólo se podrá saber si se ponen en marcha, pero suponiendo que fuera así, la negativa demuestra que Alemania y sus aliados por encima de todo desean salvarse de la quema a costa de hundirnos, y eso no puede ser. Pienso que Alemania lleva camino de destrozar el proyecto europeo. Y en lo que respecta a nosotros, ojalá todo esto sirva para volver a hacernos pensar como españoles.  

jueves, 19 de abril de 2012

Las disculpas del Rey y la situación de la monarquía

Han sido bien recibidas las disculpas del Rey a la salida del hospital. Creo que hay que valorar positivamente su gesto, aunque no actúe movido por un arrepentimiento sincero, pues eso queda reservado exclusivamente a su conciencia. Su petición de perdón, como toda acción de este tipo, es una demostración de respeto a los españoles. Si luego no actúa en consecuencia habrá que volverlo a criticar, desde luego con más severidad. No creo que fuera necesario especificar a qué se refería cuando pedía perdón, pues parece claro que aludía a  lo inapropiado de haberse ido de caza a África. Además, la falta de concreción puede servir para que seamos generosos interpretando que nos pide perdón por todas las acciones inapropiadas que están conociéndose. Ahora bien, no debemos olvidar una cosa importante ligada al perdón: la necesidad de satisfacer, de restablecer el daño causado o, en su caso, de asumir la responsabilidad derivada del mismo. Hay acciones en las que basta con pedir perdón, pero hay otras en las que a ello hay que sumar algo más, esto es lo que en el catecismo de la iglesia católica se conoce como “satisfacción”, y es algo que muchas veces no se tiene en cuenta (este tema merecería una entrada específica). En el caso de la cacería africana, puesto que parece ser que no ha costado dinero, basta con que pida perdón. En cambio, si se descubre que el Rey participó de alguna forma en los manejos de la trama Noós de Urdangarín, a la petición de perdón debería unir su inmediata abdicación.

Por algún capricho del destino, conocimos del accidente real el 14 de abril, fecha en la que algunos celebran la llegada de la II República. La cacería real y la implicación de Urdangarín y su mujer –no seamos inocentes- en un caso de corrupción, por no hablar de otros comportamientos poco edificantes, están menoscabando la imagen de la monarquía de forma preocupante, y ello no es en absoluto irrelevante, sobre todo en este contexto de crisis económica y política en la que estamos inmersos. Y aquí conviene detenerse en la sumisión de la monarquía hacia el PSOE a la que ha aludido recientemente Jiménez Losantos. Creo que es cierto que el Rey tiene una especial sensibilidad hacia las opiniones del PSOE, y es lógico que sea así. Sabe que el PP jamás –salvo situación excepcional- cuestionará la monarquía, y por ello piensa que lo fundamental para salvaguardar la institución es contar con el apoyo del PSOE. No hay duda de que si los socialistas abrieran el debate sobre la forma política del Estado y abogaran por la República, la monarquía se vería en una situación delicada. Si no lo han hecho hasta ahora probablemente se debe a que saben que la monarquía ha sido una institución bien valorada por los ciudadanos y posicionarse en contra les restaría votos. Por consiguiente, el Rey debe sobre todo ganarse el respeto de los ciudadanos, porque sólo así podrá asegurarse el apoyo de un partido de masas como el PSOE, que aspira a gobernar.

En abstracto, como muchas otras personas, yo también considero más adecuado prescindir de la monarquía, pero la política no es algo abstracto. Siempre está referida a una comunidad política que tiene una historia, un presente y unos proyectos de futuro. Teniendo esto presente, a mi juicio, la apuesta por la República sería todavía hoy un proyecto que sembraría la discordia. En una situación de crisis como la que vivimos se plantea la necesidad de adoptar iniciativas, proyectos, para superar esta situación. Existe la tentación de que algunos vean en la apuesta por la República un posible proyecto de futuro que sirva para canalizar la ilusión de los españoles. Pero, como apunto, es un proyecto que difícilmente sumará al conjunto de los ciudadanos, y por tanto sólo serviría para malgastar energía y generar discordia y confusión. Por eso es capital que la monarquía actúe el manera responsable y ejemplar. Sería muy positivo que, al margen de que el Rey no se viera salpicado por el escándalo de Urdangarín, si se demuestra la culpabilidad del yerno la condena sea ejemplar. Al margen de ello, es capital que el Rey y la Reina, si no se reconcilian íntimamente, por lo menos ofrezcan una imagen pública de serenidad y unión. A partir de ahí, prefiero que el Rey aguante hasta el final, pero si no se encuentra capacitado que abdique y dé paso al príncipe. Esto sería positivo no sólo por la edad actual del príncipe, que pertenece a la generación que actualmente ejerce el poder en España, sino porque la presencia viva del Rey podría ayudarle a consolidar la institución en el crucial momento de la sucesión. 

viernes, 13 de abril de 2012

La enésima reforma universitaria

Cualquier gobierno español que se precie no puede dejar de afirmar con toda gravedad que la Universidad española necesita una reforma. Como tocaba, eso ha hecho hoy el ministro Wert, quien ha anunciado que una comisión de expertos trabajará para formular propuestas al respecto. ¿Acaso no es verdad que se necesitan cambios? Naturalmente. Eso sí, convendría empezar por lo “sencillo”: me conformo con que sólo accedan a la Universidad los estudiantes que verdaderamente están en condiciones de cursar estudios universitarios, y con que a los profesores se nos evalúe rigurosamente la calidad de nuestra docencia y de nuestra investigación. Sobre esto último, en mi opinión, urge prestar atención al contenido de las investigaciones y no principalmente a esos indicios formales y cuantitativos que están degradando nuestro nivel científico. A partir de ahí, lo que quieran: mejoras en planes de estudio, metodologías docentes participativas, internacionalización, prácticas en empresas, racionalización del mapa de titulaciones, etc.

Como ven, no me opongo a las reformas. Sin embargo, cuando en menos de catorce años se atisba una nueva reforma en el horizonte uno ya empieza a cansarse. Les ahorraré la narración del periplo vivido desde la Ley de Reforma Universitaria hasta la actual Ley de Universidades, y me limitaré a recordar el lector que hace menos de tres años la Universidad española se puso patas arriba para acometer la reestructuración completa de los planes de estudio con el fin de adaptarse a la peculiar interpretación que el gobierno socialista de entonces hizo del Espacio Europeo de Educación Superior a través de un Real Decreto. Se pretendía cambiar no sólo la duración y el contenido de los nuevos títulos, que ahora iban a ser Grados y Masters, sino también el acceso a la Universidad y las metodologías docentes. Además, era la ocasión perfecta para, si se quería, cambiar el mapa de titulaciones. Se trataba, pues, de un cambio radical en el que muchos nos embarcamos con escaso o nulo entusiasmo. Esto último da igual. Lo importante es que se puso mucho esfuerzo y una colosal burocracia para culminar el tránsito a Bolonia. Apenas hemos comenzado a funcionar, ¡ni tres años han pasado!, y los políticos, como era de esperar, vuelven a afirmar que la Universidad necesita una reforma. Esto me recuerda a cuando en la película de Garci “Tiovivo c. 1950” un personaje comenta a una actriz argentina y a su acompañante que “el cine español no está en crisis por la sencilla razón de que siempre ha estado en crisis”. Yo diría que a la Universidad le pasa lo mismo.

En fin, tengan claro que aquí lo de situar a las Universidades españolas en las primeras posiciones del ranking mundial es lo de menos. Se trata de ahorrar dinero a través de las medidas que se les antojen. Que no nos vengan ahora con que si el abandono de los estudios es muy elevado o que si el nivel de desempleados con estudios universitarios es muy alto. Si verdaderamente se toma en serio el “plan Bolonia” habría que evaluar sus efectos mucho más adelante. Si uno trabaja en la Universidad no debe dejarse marear por estas reformas porque se volvería majareta. Así que a trabajar bien y a dejarse de rankings.

martes, 10 de abril de 2012

Al borde del abismo

Ni los presupuestos de 2012, que Montoro ha calificado como los más austeros de la democracia, ni el anuncio del pasado fin de semana de un ajuste de 10.000 millones de euros en sanidad y educación han hecho que la prima de riesgo española deje de subir. Estamos al borde de la quiebra y, por tanto, de ser rescatados en unas condiciones que garantizan un grave estallido social y una crisis política sin precedentes. ¿Por qué? La causa próxima, a mi juicio, se halla en el tremendo error del gobierno de retrasar la aprobación de los presupuestos por razones partidistas. Con ello se ha perdido tiempo y, sobre todo, credibilidad. De ir marcando la iniciativa se ha pasado a ir a remolque, ofreciendo nuevas razones para que se confíe en la solvencia de España. Ahora tenemos reforma de la sanidad en dos semanas. ¿Se acuerdan de lo que les decía del copago (o como lo quieran llamar) que viene? Estaba cantado, porque sólo así, es decir, reduciendo la base del Estado social se podía cumplir con el objetivo de déficit de las Comunidades Autónomas.

Pero la causa última de esta crisis es otra, y llevo refiriéndome a ello desde hace tiempo. Claro que hacen falta reformas en España. Naturalmente que sí. Algunas de ellas son previas a “tocar” sanidad y educación, como la supresión de las diputaciones, la fusión de ayuntamientos, la reducción de empresas públicas, etc. Mucho se debe reformar en España, empezando por la mentalidad y los valores cívicos que predominan en nuestra sociedad. Leí que los mercados, conocido el presupuesto, esperaban todavía más reformas y que ello explicaba el aumento de la prima de riesgo. Tratar de conocer las razones de los mercados no es cosa fácil. Sólo hay una razón que sin duda les mueve: conseguir la más alta rentabilidad posible, lo cual pasa, naturalmente, porque les devolvamos lo prestado con los correspondientes intereses. Pero dejemos en paz a los mercados. ¿Creen que a Alemania, a Francia, a nuestros “socios” europeos les preocupa la situación de la sanidad o de la educación española? Lo que desean es que no quebremos para que no dejemos de pagar las deudas que con ellos tenemos contraídas, así como para que compremos los productos que nos venden. Son rigurosamente “socios”, se mueven por interés propio. Igual de socios son los mercados que nos prestan, que los países que nos van a rescatar. Unos y otros actúan movidos por interés.  

La crisis internacional que estamos viviendo tiene muchas razones, pero en el caso de España a una pésima gestión del gobierno socialista se ha unido el corsé letal que para nuestra economía está representando el euro y la interpretación que de la unión monetaria está haciendo Alemania. El euro es imposible, está condenado al fracaso porque es la moneda de naciones que miran básicamente por sus propios intereses, y cuyas economías divergen en exceso. ¿Qué hacer? ¿Hay alternativa a la vía ortodoxa que reclama que sigamos recortando y reformando para evitar la quiebra y luego comenzar a crecer? La cosa está difícil, pero quizá España tiene el tamaño suficiente para plantear un órdago. Pienso en voz alta: Los ajustes y reformas están bien hasta cierto punto, pero no se nos puede pedir algo que no es razonable porque compromete las bases de nuestro Estado social y las del crecimiento económico. Ante eso hay que plantarse, lo cual puede suponer la quiebra y el rescate. ¿Podemos pactar las condiciones del rescate? Se dice que no. Que los “socios” nos exigirían un ajuste infinitamente más duro que el que tendríamos que hacer para satisfacer a los mercados. Esto es cierto a no ser que España acuda a esa cita con un gobierno de unidad nacional dispuesto a regresar a la peseta y a transitar la vía Argentina si las condiciones del rescate no son asumibles. ¿Sería posible ese gran acuerdo nacional? Yo creo que sí. Ni siquiera a los partidos nacionalistas les interesa el escenario de un rescate leonino. Por eso digo que España quizá debe empezar a plantearse si la solución exige un órdago, porque si España cae yo creo que euro está muerto. Naturalmente, todo sería más fácil si los mercados dieran tregua y pudiéramos evitar el rescate, pero soy de los que piensa que el euro es un lastre no sólo para superar esta crisis de deuda, sino para favorecer el crecimiento de nuestra economía. Ojalá se empiece a tomar en serio la ruptura ordenada de la zona euro. La economía y la democracia saldrían ganando.