jueves, 27 de julio de 2023

La degradación moral de la sociedad española

Siguiendo con la necesidad de examinar la raíz de lo acontecido el pasado domingo, el resultado electoral refleja, además de problemas políticos e institucionales, la miseria moral de buena parte de la sociedad española. Sin duda, si hubiera ganado el PP y pudiera gobernar con el apoyo de Vox, los partidarios de los partidos de izquierda realizarían la misma afirmación. Es más, Yolanda Díaz ha reiterado que había que votarles para evitar que gobernara la “barbarie”. Todos debemos respetar el resultado de las urnas, pero lo mismo que Yolanda Díaz opina que quienes votan a los partidos de derechas apoyan políticas “bárbaras”, un servidor está convencido de que el resultado del domingo refleja, como les decía, una importante degradación moral. 

Siguiendo el guión previsto, Sánchez embarró la campaña intentando presentar a Feijóo como un mentiroso, y la verdad es que el gallego le facilitó el trabajo afirmando reiteradamente que el PP siempre revalorizó las pensiones conforme al IPC, lo cual no es verdad. Torpeza descomunal, y me quedo corto. En cualquier caso, nada es comparable a la mentira descarada que ha sostenido toda la trayectoria de Sánchez en el gobierno. El periodista Carlos Alsina se lo dijo con toda claridad: “¿Por qué nos ha mentido tanto, presidente?”. Sánchez, como el que no ha roto un plato, osó preguntarle en qué había mentido, y Alsina empezó a citarle ejemplos palmarios que deberían haber hecho que se le cayera la cara de vergüenza. Lo pretendió maquillar con que se trataba de “cambios de posición política”, pero son tan reiterados que es imposible admitir dicha posibilidad. También se presentó a Vox como un partido que no condena la violencia machista, lo cual no es verdad, por mucho que se repita. Vox condena la violencia contra la mujer, pero no transige con la ideología de género. De todas formas, sus gestos infantiles y torpes no le ayudan en absoluto.

Los votantes socialistas han convalidado con su voto las mentiras de Sánchez y de esta forma le han dejado las manos libres para pactar con los independentistas retorciendo el texto constitucional hasta donde permita Conde Pumpido. Ninguna reforma política es capaz de remediar la tolerancia de los ciudadanos con la mentira y el engaño descarado de un gobernante como Sánchez. Es lógico indignarse ante las trampas y añagazas de quienes juegan con lo que es de todos, pero así son las cosas. Los españoles pudimos echar a Sánchez y no lo hemos hecho. Lo único que se puede hacer es utilizar la libertad de expresión para criticar lo que está sucediendo y, cuando lleguen las siguientes elecciones, volver a votar. Todos aquellos que dieron prioridad a sus vacaciones en lugar de ir a votar deberán rendir cuentas ante su conciencia. Y creo que son bastantes.

miércoles, 26 de julio de 2023

El resultado de las elecciones evidencia la necesidad de reformar el sistema electoral

Si las encuestas no se hubieran equivocado, en este momento estaríamos ilusionados con la posibilidad de que Feijóo conformara un gobierno que revirtiera todos los desmanes cometidos por Sánchez y sus aliados. Muy probablemente hubiéramos mirado hacia otro lado y seguiríamos ignorando el grave problema que aqueja a nuestra democracia: el actual sistema electoral no es capaz de evitar que la estabilidad política esté en manos de partidos independentistas que sólo desean erosionar el Estado para alcanzar sus objetivos. Ante esta situación, todo depende de la responsabilidad, el patriotismo y el sentido de Estado de los líderes políticos. Demasiado arriesgado: la capacidad y la moralidad de los políticos es muy importante para que la democracia funcione adecuadamente, pero el engranaje institucional debe ayudar a blindarnos frente a políticos como Pedro Sánchez, capaces de todo para seguir en el poder. Como no hay mal que por bien no venga, debemos dejar a un lado la decepción por el resultado electoral y examinar la situación con realismo y radicalidad, es decir, yendo a la raíz del problema. Apunto esto porque parece que en el PP están debatiendo si la estrategia de la campaña fue correcta o no. Algunos piensan que desmarcándose de Vox se contribuyó a su “demonización” y por ese camino se movilizó al votante de izquierda. Otros, por su parte, creen que no había que haber ofrecido ningún pacto al PSOE y que todo hubiera ido mucho mejor para el PP si se hubiera seguido el camino de Mazón en la Comunidad Valenciana. Todo este debate puede tener cierto interés desde la perspectiva de la lucha partidista, pero me interesa relativamente poco a la vista de que la investidura de Sánchez depende de Bildu, ERC y Junts, y la de Feijóo del PNV, algo absolutamente inaceptable que requiere ser examinado con detenimiento y volver sobre temas que el lector de este blog sabe que me preocupan desde hace mucho tiempo.

No puedo evitar volver a recordar lo que sucedió el 20 de noviembre de 2011, una de las fechas más importantes de la historia reciente de España. Tras una segunda legislatura de Zapatero plagada de mentiras sobre la situación económica de España, que condujeron en 2010 a congelar las pensiones (lo que negó Sánchez a Feijóo en el debate) y a bajar el sueldo de los empleados públicos, entre otros muchos recortes, los ciudadanos castigaron severamente al PSOE en las urnas. La crisis económica situaba a España al borde de la catástrofe y los ciudadanos confiaron mayoritariamente en el PP de Mariano Rajoy. Pero me gustaría recordar hasta qué punto llegó este apoyo, porque creo que no se es consciente de la importancia de lo que sucedió ese día. Con una participación del 68,94%, es decir, casi cinco puntos más baja que en 2008, el PP obtuvo nada menos que 10.866.566 millones de votos, el 44,63%. Podría pensarse que este partido recibió muchos votos socialistas y probablemente fuera así, pero hubo otro partido socialdemócrata, UPyD, que recibió 1.143.225 millones de votos, el 4,70%, y obtuvo 5 diputados, que le permitían tener grupo parlamentario propio. El PP y UPyD sumaron más de doce millones de votos y representaban casi el 50% de los votos emitidos. Era el momento idóneo para abordar las grandes transformaciones que necesitaba el sistema político español, incluyendo reformas constitucionales. El programa electoral con el que UPyD concurrió a dichas elecciones (https://e00-elmundo.uecdn.es/elecciones/elecciones-generales/2011/programas/pdf/upyd.pdf) tenía como primer punto la reforma de la ley electoral y como segundo la reforma de la Constitución y del Estado, justo lo que ahora vemos que se tenía que haber puesto en marcha.

Rajoy no hizo nada para evitar que la gobernabilidad de España dependiera de los partidos que buscan la destrucción del Estado. Para él lo único importante era la economía, hacer frente a la crisis de deuda soberana que comprometía nuestra viabilidad. Pero ese no era el único problema, al margen de que las reformas imprescindibles de la Administración y del modelo de Estado podían haber ayudado a sanear las finanzas españolas. La inacción política de Rajoy llegó a tal extremo que, pese a tener semejante apoyo popular, fue incapaz de impedir la consulta soberanista que puso en marcha Artur Mas en noviembre de 2014. Un año más tarde, en las elecciones generales de 2015, el PP pasaba a tener 123 escaños, UPyD daba paso a Ciudadanos, que con Rivera al frente alcanzaba los 40 diputados, y entraba en la escena política Podemos. Empezaba una nueva etapa en la que el gran problema del chantaje de los partidos independentistas quedaba pendiente de resolver. La presencia de dos nuevos partidos minoritarios de ámbito nacional podía hacer pensar que el problema del sistema electoral no era tal, pero el tiempo ha demostrado que la reforma era absolutamente necesaria.

La propuesta de UPyD consistía en aumentar el número de diputados y que 200 de ellos se eligieran en una circunscripción única para toda España. Además, proponían listas abiertas y una reforma de la Constitución para suprimir posteriormente la circunscripción provincial para sustituirla por la de las Comunidades Autónomas. Con todo ello se buscaba evitar la desproporción entre el número de votos que unos partidos y otros necesitaban para alcanzar representación parlamentaria. Me parece que era una propuesta excesivamente compleja porque entrañaba una innecesaria reforma constitucional.

El Congreso de los Diputados debe ser una cámara a la que accedan partidos que acrediten una implantación nacional. No hace falta cambiar la democracia parlamentaria y sustituirla por un sistema presidencialista como el de Francia. Es más, tampoco es necesario acabar con la circunscripción provincial y sustituirla por una circunscripción única que requeriría la reforma de la Constitución, tal como en parte proponía UPyD. La ley electoral debería establecer una serie de requisitos para poder acceder al Congreso de los Diputados cuya justificación sea razonable. En las elecciones autonómicas algunas comunidades autónomas exigen alcanzar un 5% del total de votos emitidos para poder tener representación parlamentaria. Esto responde a evitar la excesiva fragmentación del parlamento y favorecer así la estabilidad política. Se podría incorporar la misma barrera a la ley electoral nacional apelando a la misma justificación. Pero, junto a esta, yo incluiría otra barrera que considero plenamente justificada: cualquier formación que desee acceder al Congreso de los Diputados debería obtener representación parlamentaria en provincias -no se altera la circunscripción prevista en la Constitución- de seis o siete comunidades autónomas diferentes. Con ello se garantiza que la formación en cuestión acredite la suficiente implantación nacional. Un partido o coalición que carezca de implantación nacional puede buscar directamente el interés particular en lugar del general, y eso debe combatirse, aunque sea a costa de dificultar la puesta en marcha de nuevos proyectos políticos que difícilmente pueden lograr semejante representación en el comienzo de su andadura. En todo caso, lo más importante es no aparcar este debate por más tiempo. Quizá esta sea la única ventaja de este resultado electoral. Estas barreras que deberían introducirse en la ley electoral no son una garantía absoluta, pero hay que hacer frente al problema con toda claridad. Sin duda los partidos independentistas protestarían y responderían en la calle, pero su lugar no es el Congreso de los Diputados, sino una cámara de representación territorial, papel que debería desempeñar el Senado y que sí exigiría una reforma constitucional.


lunes, 24 de julio de 2023

Probablemente haya que volver a las urnas

Nos equivocamos todos aquellos que dimos por enterrado a Sánchez. Lamentablemente, hasta tiene posibilidades de volver a ser investido, aunque es muy difícil. La razón principal por la que la suma de PP y Vox no alcanzan la mayoría absoluta es la movilización de la izquierda para frenar a Vox. El votante socialista ha preferido votar al PSOE y no al PP, pese a que eso suponga que la gobernabilidad dependa de partidos nacionalistas e independentistas. Incomprensible, pero al votante de izquierda eso no parece que le preocupe tanto como que Vox llegue al gobierno.

Con una nula ausencia de clase y una soberbia desmedida, Sánchez ha comparecido como ganador y no ha felicitado al partido más votado. Es posible que el Rey lo presente a la investidura si constata que cuenta con los votos del PSOE y de Sumar, aunque Feijóo haya obtenido más votos y escaños. La investidura de Sánchez depende de Junts, es decir, de Puigdemont. Contando con el apoyo de Bildu, ERC, PNV y BNG, si Junts no se abstiene, Sánchez no puede ser presidente, y no creo que se abstenga. Por tanto, si Sánchez no puede alcanzar los votos necesarios, la pregunta es si Feijóo puede sumar los suficientes apoyos para lograr la investidura. Y solo existe una posibilidad si no se desea una repetición electoral: que el PNV vote a favor de la investidura de Feijóo junto con Vox, Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro. Verdaderamente complicadísimo, porque Vox exigiría entrar en el gobierno y eso no lo podría admitir el PNV. En definitiva, todo depende de la abstención de Puigdemont. Parece que iremos a un bloqueo, porque Sánchez no va a permitir que gobierne Feijóo. Volvemos al no es no y qué parte del “no” no entiende. Ante este escenario, el PP deberá replantearse la estrategia electoral que debe seguir con relación a Vox. Supongo que muchos se darán cuenta ahora de lo malo que ha sido que Ciudadanos fuera sustituido por Vox. Toda una tragedia para España.

domingo, 23 de julio de 2023

¡Qué escándalo poner las elecciones el 23 de julio!

Desde buena mañana, en la playa de San Juan hay una circulación densísima de vehículos. Muy probablemente son veraneantes que regresan -o eso intentan- a su domicilio para votar. La fecha elegida por Sánchez para celebrar elecciones generales era una vergüenza absoluta. Estos atascos lo confirman. Sólo por esto merecería ser castigado en las urnas. Y lo será. El colegio en el que mi mujer y yo acabamos de votar estaba abarrotado. Hoy debe caer Sánchez, pero el resultado debe ser aplastante para que acabe su carrera política.

jueves, 20 de julio de 2023

En la recta final de la campaña electoral

No me gustó la actuación de Abascal en el debate de ayer. El resbalón diciendo que Bildu votó a favor de la reforma laboral fue inaceptable, así como casi toda su actuación en el primer bloque de economía. Luego se entonó y replicó bien a Yolanda Díaz, que fue quien más se lanzó a criticar la posición de Vox. En la defensa de las mujeres estuvo mucho más convincente Abascal, porque al gobierno le pesan como una losa las excarcelaciones y las rebajas de pena de delincuentes sexuales. Sin embargo, con la ley trans le faltó rematar. Planteó a Díaz y a Sánchez la pregunta que las feministas le hacen a Irene Montero: “¿Qué es para ustedes una mujer?”. No respondieron y Yolanda Díaz le devolvió a su vez la pregunta. Incomprensiblemente, Abascal calló. Todavía no entiendo por qué guardó silencio y dijo eso de “tablas”. ¡Cómo que tablas! ¿Acaso no tienes respuesta, Santiago? Es muy sencillo: una mujer es aquel individuo de la especie humana que tiene los órganos sexuales femeninos. Por eso, una mujer trans es aquella que pone en marcha un proceso quirúrgico y farmacológico para, siendo un varón, transformarse en una mujer. Por mucho que un varón se disfrace de mujer o se sienta mujer, sigue siendo un hombre. ¿Era tan difícil decir eso y criticar el disparate de la autodeterminación de género? Pues maricomplejines Abascal no se atrevió. Esos dos errores son muy graves.

El debate de ayer sin duda era una trampa para Feijóo: la televisión pública es progubernamental, y se pretendía presentar al PP y a Vox como aliados frente al tándem del gobierno. A pesar de ello, creo que debía haber acudido. Desde el punto de vista de la intención de voto, el debate de ayer fue bueno para el PP. Después de la actuación de Abascal, puede seguir recibiendo votos de Vox, aunque creo que este partido tiene un electorado muy fiel. En cuanto a la izquierda, en contra de lo que se opina, Díaz se mimetizó excesivamente con Sánchez. Era evidente que Sánchez quería mostrar esa sintonía para seguir sumando votantes de Sumar, de ahí que se refiriera a ella como Yolanda o la Vicepresidenta. Si se trata de votar a la izquierda, ¿por qué votar a Sumar y no a él? Probablemente, el resultado de Sumar será muy discreto y, si mejora, será captando votos del PSOE.

Lo más probable es que este debate no cambie demasiado las cosas, a diferencia de la importancia que tuvo el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, absolutamente determinante para reflejar la personalidad de ambos. La izquierda, desesperada, ha llegado al punto de sacar a pasear la foto de Feijóo con Marcial Dorado de hace casi treinta años, una vergüenza. Si tuvo alguna relación, su trayectoria posterior deja bien claro que Feijóo no es ningún delincuente, así que basta ya de juego sucio. Esperemos que el domingo todos los españoles acudan a las urnas y Sánchez pase a la historia por el bien de España.

martes, 11 de julio de 2023

Feijóo gana el debate a un Sánchez nervioso y faltón

Feijóo ganó claramente el debate. Sánchez, desencajado, perdió los nervios: interrumpía constantemente a Feijóo, se reía nerviosamente a destiempo y su lenguaje corporal y verbal traslucían una manifiesta incomodidad. Daba la impresión de que Feijóo era el presidente y Sánchez un bisoño candidato que lanzaba golpes al aire. Su insistencia en hablar de Abascal y Feijóo como socios era una absoluta ridiculez viniendo de alguien que es capaz de pactar con cualquiera para alcanzar el poder y seguir en él. Feijóo ha roto esa estrategia con una propuesta cristalina que noqueaba a Sánchez: “yo me comprometo ante todos los españoles a abstenerme y dejarle gobernar si usted gana las elecciones; ¿puede usted decir lo mismo?”. Si la preocupación por Vox fuera real, Sánchez debería haber recogido el guante, pero sólo le importa seguir en el poder. No hay más. Sánchez, un demagogo faltón y embustero, va a ser mandado a su casa y confío en que se abra una etapa positiva para España.  

miércoles, 5 de julio de 2023

Atención a la situación de Francia

Los acontecimientos que se están viviendo en Francia merecen ser estudiados con suma atención porque sus consecuencias pueden afectar a toda la Unión Europea. Con la cautela que exige opinar sobre una sociedad ajena, mi impresión es que en Francia se puede comprobar que el logro de una convivencia pacífica es un objetivo muy complicado si esta no se asienta en unos valores compartidos. No creo que se trate de un problema de marginación y justicia social cuando Francia es uno de los Estados con más ayudas sociales. Mi impresión es que el laicismo francés choca frontalmente con el modo de vivir de un elevado número de franceses de origen musulmán. Se trata de un choque cultural que se veía venir y que no ha hecho más que comenzar no sólo en Francia, sino en otros países europeos con un elevado número de inmigrantes musulmanes. Ante esta situación, es natural que se produzca una reacción de temor a la inmigración que eleve la intención de voto del Frente Nacional, que solo es frenado por el sistema electoral francés.

Se dice que el populismo ofrece soluciones fáciles a problemas complejos, es decir, simplifica la realidad para ofrecer aquello que la gente desea imperiosamente. Como hay un problema para integrar a los inmigrantes musulmanes, la solución simplista pasa por frenar de inmediato su llegada y, a partir de ahí, afrontar el problema. Pero, al margen de otras consideraciones, no solo Francia, sino otros países europeos necesitan la llegada de inmigrantes, singularmente Alemania, pero también nosotros. En España la situación es diferente porque los países hermanos de Hispanoamérica nos están nutriendo de nuevos españoles cuya integración es más sencilla que la de los musulmanes. Sólo en Cataluña la situación se empieza a asemejar a la de Francia. ¿Qué hacer ante una situación cuya solución no es posible a corto plazo? Urge un debate político en el que se puedan defender libremente todos los puntos de vista, algo que desgraciadamente hoy es muy complicado. Los mensajes de partidos populistas de derecha son inmediatamente estigmatizados como “discurso de odio” para sacar rédito electoral por parte de sus adversarios. Es un error. Hay que ser capaces de poner sobre la mesa todos los argumentos y discutir seriamente sobre la situación que se vive en los diferentes países de la Unión Europea.

Los hechos son incontestables: toda sociedad sana necesita una pirámide poblacional equilibrada. Si los ciudadanos optan mayoritariamente por proyectos de vida en los que se excluye tener hijos para vivir más cómodamente tenemos un problema muy serio, como ya estamos viendo. Algunos países pueden solventar la situación con la inmigración, como puede ser nuestro caso con Hispanoamérica, pero Francia se nutre de negros y musulmanes, por lo que el ascenso al poder de partidos que vean la solución en un repliegue sobre sí mismos puede comprometer el futuro de la Unión Europea. No hay que cerrar las puertas a la inmigración y a la solidaridad, pero sin que ello repercuta en el correcto funcionamiento de nuestras sociedades. Nuestro modo de vida debe cambiar: debemos recuperar valores que nunca debieron perderse. Toda sociedad que relegue la apertura generosa a la vida, al cuidado de los más débiles, a la generosidad y a la solidaridad no tiene futuro. Nada se puede construir sobre el egoísmo de una sociedad hedonista que quiere disfrutar el presente y que apechuguen los que vienen detrás hasta que todo se derrumbe. Por esta razón, hay que primar aquellas conductas que más contribuyan al bien común, sin que ello suponga discriminar a quienes se alejen de ese patrón. 

Los sucesos de Francia ponen de manifiesto que no se puede vivir de espaldas a la realidad como sucede, por ejemplo, en la Universidad. En muchas áreas de conocimiento los principales investigadores envejecen sin que haya ninguna estrategia orientada a formar a nuevos talentos que tomen el testigo. En su día se engrosaron las plantillas y ahora llegan jubilaciones masivas que amenazan los avances científicos. En cada Universidad la situación es distinta, y lo mismo sucede en cada área de conocimiento. Catedráticos y titulares envejecen sin que haya ningún joven dispuesto a dedicarse a la larga y difícil carrera docente e investigadora, por lo que al final impera la idea de “el último, que cierre la puerta”. A gran escala, puede decirse que lo mismo sucede en muchas sociedades. La lucha por el poder que se vive en los sistemas democráticos ha propiciado que primen las políticas cortoplacistas en las que se mueven a gusto los demagogos. Si no se es capaz de diseñar estrategias a largo plazo sostenidas en valores sanos, la decadencia será irreversible y las próximas generaciones pueden llegar a ver situaciones que algunos pudieron creer que estaban definitivamente superadas. Desgraciadamente, no es así.