Ahí está Torra animando a la desobediencia pacífica mientras se despide de la presidencia. ¿Por qué se despide? Que siga desobedeciendo y se atrinchere en su despacho. ¿A que no, Torra? Mucha queja, mucha arenga, pero este hooligan que no es capaz de comprender que ningún dirigente democrático puede estar por encima de la ley se va a su casa. Hace tiempo que vi que el independentismo caminaba hacia el fracaso. Me reafirmo en ello. Progresivamente, la decadencia de Cataluña se verá más clara y los ciudadanos irán comprendiendo que el independentismo es una vía muerta que les ha conducido y les sigue conduciendo al desastre.
lunes, 28 de septiembre de 2020
domingo, 27 de septiembre de 2020
El Gobierno sigue alimentando a Vox
A España le conviene recuperar la unidad, la concordia, huir de la polarización y reforzar unas instituciones en las que todos los ciudadanos nos sintamos representados. De ahí que en las entradas más recientes dedicadas a la política haya insistido en que sería muy importante que el intento de Ciudadanos por tender puentes con el Gobierno se viera recompensado electoralmente. Sin embargo, el gobierno de Sánchez con los podemitas apoyado por los independentistas sigue tensando la situación. Hace poco era el anteproyecto de ley de memoria democrática y ahora las palabras de Iglesias y Garzón criticando al Rey y profundizando en su campaña para erosionar la monarquía. Por este camino no es de extrañar que Vox siga aumentando su intención de voto en las encuestas. Además, el bochornoso espectáculo de ver al gobierno de España y al de la comunidad de Madrid enfrentados sólo conduce a que muchos españoles crean que el Estado de las Autonomías debe ser reformado, otra de las tesis más conocidas de Vox. La semana pasada una encuesta de Metroscopia le daba unos 64 escaños, con lo que se quedaba a poco más de veinte escaños de superar al PP. Si eso fuera así, pueden imaginarse la distancia ideológica abismal que existiría entre los dos partidos más votados de España y la absoluta imposibilidad de llegar a acuerdos.
Rivera acaba de publicar un libro en el que se refiere a la “envolvente”
que le hizo el PSOE y de la que no supo seguir. Minimiza su error, pero creo
que de alguna forma ha terminado reconociendo que se comportó como un pardillo.
Es probable que Sánchez no tuviera ninguna intención de lograr un acuerdo con
Ciudadanos, pero en ese caso Ciudadanos debía haberle dado gratis su apoyo
antes que ir a unas nuevas elecciones. Así se hubiera zafado de la “envolvente”
y Rivera no estaría por ahí intentando justificar que tiene una carrera
profesional que desea recuperar. Iván Redondo, presunto muñidor de esta
estrategia, sabía que el principal enemigo era Ciudadanos y el aliado Vox.
Sigue engordando al partido de Abascal porque le conviene a los intereses del
PSOE, pero debe hacerlo con mesura porque si se excede entonces se rompe todo.
Me parece terrible contemplar la degradación de la política española convertida
en un lodazal de luchas facciosas. Por ello, es fundamental mantener la calma.
Los ciudadanos debemos ser más responsables que los políticos y evitar que estos
irresponsables nos conduzcan a los extremos.
martes, 22 de septiembre de 2020
En contra de la "docencia dual"
Muchas universidades, entre ellas las de la provincia de Alicante, han respondido al reto de la pandemia con la llamada “docencia dual”. La limitación de espacios impide que todos los estudiantes matriculados puedan acceder al aula conservando la preceptiva distancia de seguridad. La “docencia dual” significa que algunos pueden reservar asiento presencial a través de una aplicación informática que les asigna sitio, mientras que el resto puede seguir la clase “online” desde cualquier otro lugar. El profesor conecta micrófono, webcam y el programa que se utilice (Google Meet o Microsoft Teams, por ejemplo), y está listo para que su clase presencial se pueda seguir “online”. Así se pretende lograr el objetivo de “máxima presencialidad” que se han marcado el ministerio y las universidades. Puede que no les suene mal, pero hay que examinar con mayor atención cómo se desarrolla esta docencia dual para valorar con fundamento si es la mejor opción en esta segunda ola del virus que estamos viviendo.
Es evidente que la docencia presencial es la mejor forma de enseñar
y aprender. La presencia física simultánea de estudiante y profesor les permite
contemplarse, escucharse e interactuar con inmediatez en un lugar físico común.
Ahora bien, en la docencia dual el profesor (si no es un insensato) irá
provisto de mascarilla y los estudiantes tienen la obligación de llevarla
puesta en todo momento. Por consiguiente, se pierde un elemento esencial como
es la posibilidad de contemplar perfectamente el rostro que identifica a la
persona, su principal seña de identidad. Por otra parte, es fácil comprender
que para el profesor es verdaderamente complicado dar una clase magistral
provisto de mascarilla, pues le va a resultar complicado respirar. Finalmente,
aunque algunos profesores dan su clase sentados sin cambiar de posición, otros
prefieren moverse por el aula y su capacidad retórica se ve reforzada por su
postura y gestos, algo que es muy complicado que se produzca en la docencia
presencial “dual”. En definitiva, aunque haya una presencia física no estamos propiamente
ante una clase presencial porque se le priva del elemento que constituye su
esencia: relación inmediata y personal a través de la visualización del rostro.
Las desventajas de la docencia “online” son claras: puede haber problemas técnicos de conexión, hay sensación de irrealidad por la ausencia de presencia física y claras limitaciones gestuales del profesor. La despersonalización se acentúa si se permite que los estudiantes desconecten sus cámaras, y la relación personal entre los estudiantes es mucho más complicada porque estos no acuden a clase. Sin embargo, tiene una ventaja evidente respecto a la presencialidad que supone la docencia dual: siempre que se asuma el compromiso de mantener abiertas las cámaras es posible que estudiante y profesor se vean las caras y, por tanto, se identifiquen. Y, por supuesto, se evita con absolutas garantías la posibilidad de contagiarse en el aula.
Si la universidad es capaz de lograr la viabilidad técnica de la docencia "online", ponderando ventajas y desventajas a la luz de la situación que estamos viviendo considero que la docencia "online" es la mejor opción. En mi opinión, deberíamos seguir con ella hasta que la situación epidemiológica haya variado sustancialmente.
lunes, 21 de septiembre de 2020
El reino
Este fin de semana mi mujer y yo hemos visto la película “El reino”, de Rodrigo Sorogoyen. No habíamos leído ninguna reseña, así que íbamos a ciegas en cuanto al argumento. Solo sabíamos que había recibido algunos premios Goya, entre ellos el de mejor actor protagonista para Antonio de la Torre, que efectivamente realiza una gran interpretación, y también el de mejor actor secundario para Luis Zahera, que a mi juicio lo borda. Luego he visto que Sorogoyen se llevó el de mejor director, es decir, la película ha sido un éxito rotundo.
Apenas comenzó nos llamó la atención, y nos gustó mucho, que
una película española abordara por fin el tema de la corrupción política. Desde
la primera escena ves ese mundo de favores y lealtades casi feudal del que
todos participan y siempre con el objetivo de vivir a cuerpo de rey sin que les
importen lo más mínimo los problemas reales de la gente. En ese mundo
proliferan los navajazos, las luchas intestinas para medrar hundiendo a quien
sea. Y eso le sucede al protagonista: han sacado a la luz unas grabaciones que
dejan en evidencia sus manejos delictivos que pueden llevarle a prisión. Lejos
de pensar que actuó mal y remorderle la conciencia, desde su óptica es evidente
que es víctima de una traición interna y en su defensa está dispuesto a tirar
de la manta y a sacar a la luz que él no es el único, que todo está podrido.
Los detalles de la historia no siempre están suficientemente
claros, pero no importa, el espectador sabe lo esencial, porque está cansado de
leer este tipo de historias en los periódicos. El director opta por una
narración de ritmo trepidante en el que los personajes actúan como se espera de
ellos, y la película termina siendo un reflejo fiel de la corrupción que se ha
instalado en la política española. El
final de la película pretende invitar deliberadamente a la reflexión. El
protagonista acude a una entrevista televisiva con pruebas inequívocas de
corrupción que desea trasladar directamente a la opinión pública. La periodista
que le entrevista (papel que interpreta Bárbara Lennie) no se conduce como a él
le gustaría e incluso al final, alzando la voz, le plantea una pregunta con la
que el director desea que acabe la película: “¿Usted se ha parado a pensar alguna
vez, algún segundo de su vida, un instante, en todo este tiempo [desde que
entró en política hacía quince años] lo que estaba haciendo?”.
Me parece una muy buena película, pero para que fuera verdaderamente
redonda probablemente hubiera sido necesario profundizar más en el mundo de la
política, lograr un perfil más completo de los personajes y mostrar mejor los
códigos con los que conviven, pero quizá ello exigiría un planteamiento
distinto al estilo “El Padrino”, es decir, palabras mayores. Sorogoyen ha sido
muy valiente y ha abierto la veda. Ojalá se sigan proponiendo películas sobre la política
en España. Como le he oído decir a Carlos Boyero, esta película era necesaria. Totalmente
de acuerdo con él.
miércoles, 16 de septiembre de 2020
Sembrando la discordia con la "memoria democrática"
Hace aproximadamente dos décadas que algunas asociaciones comenzaron a esgrimir la reivindicación de la memoria histórica en España. Con la excusa de reparar injusticias y acabar con la para ellos inaceptable equidistancia entre los dos bandos de la Guerra Civil se empezó a criticar la Transición española y a sostener que la nuestra era una “democracia incompleta”. Zapatero apoyó estas reivindicaciones y volvió a situar al PSOE como un partido que, lejos de permanecer leal a los grandes consensos de la Transición, contribuía a la discordia. Sánchez ha profundizado en esta línea y esta semana hemos escuchado declaraciones verdaderamente indignantes como cuando Carmen Calvo ha afirmado que la ley de memoria democrática que pretenden aprobar logrará “homologar” la democracia española. También parece que con esta ley se trasladaría el monasterio benedictino del valle de los caídos y se transformaría el cementerio de aquel lugar en un cementerio civil. Por otra parte, se lee en los medios que podría ilegalizarse la Fundación Francisco Franco y hace meses que se abrió el debate sobre si considerar delictiva la apología del franquismo.
La izquierda sigue trabajando por sembrar la discordia en
España haciendo una relectura de la
Guerra Civil y de la dictadura que presente al bando republicano como los
buenos y a los nacionales como los malos. Y, por supuesto, Franco y su régimen
debe ser absolutamente rechazado sin que quepa esgrimir ni el más mínimo
argumento en su defensa. Cuando estudié todas estas cuestiones en mi libro Justicia transicional, memoria histórica y
crisis nacional ya se podía ver con toda claridad el rumbo que tomaban los
acontecimientos, pero el oportunismo político de Sánchez y Redondo
apoyado por el sectarismo revanchista de Iglesias ha empeorado la situación y
quién sabe hasta qué punto estarán dispuestos a tensionar la sociedad española.
Hay muchas razones que explican lo que está pasando, pero
una de ellas es decisiva: la equiparación de la figura de Franco con dictadores
como Hitler y Mussolini. Esta equiparación es defendida por algunos
intelectuales que están detrás de este movimiento y ha sido esgrimida por Pedro
Sánchez. En un tuit de 1 de marzo de 2017 este escribía: “Ni Hitler ni Mussolini tienen un
mausoleo. Reforzaremos la Ley para hacer definitivamente del Valle de los
Caídos un lugar de reconciliación”. Casi siempre el trazo grueso sirve
para los propósitos de políticos sin escrúpulos que utilizan demagogia. Franco
fue un dictador, pero su figura no es comparable a la de Hitler, ni por
supuesto su régimen admite comparación con lo que supuso el nazismo en
Alemania. Es algo absolutamente evidente. Tan solo hay que darse cuenta de cuál
era la situación de Alemania en 1945 y la de España en 1975. Al margen de las
evidentes diferencias entre Franco y Hitler, el franquismo fue dejando atrás
los rasgos fascistas que tuvo el régimen en la década de los cuarenta y fue
evolucionando hasta la muerte del dictador.
Tan solo quienes se cierran a la evidencia no pueden ver algo tan palmario. Pero sucede que afirmar algo así hoy en España no es posible sin temer que te tachen de franquista. Hasta este punto hemos llegado. Como Franco fue un dictador y la dictadura un régimen que cercenó las libertades hay que condenarlo con la mayor energía, incluso considerando delictivo cualquier argumento en su defensa. La amenaza de tipificar como delito la apología del franquismo es de la máxima gravedad. La doctrina del Tribunal Constitucional en defensa de la libertad de expresión no deja dudas respecto a la posibilidad de defender en España cualquier idea, incluso si está es contraria al régimen democrático, pues España, a diferencia de Alemania, no es una “democracia militante” que prohíba determinadas ideologías. Veremos si el Tribunal Constitucional confirma su doctrina. Pero en demasiadas ocasiones el buen funcionamiento de nuestra democracia depende de la actuación del Tribunal Constitucional y, en otros casos, del Tribunal Supremo. Es una demostración evidente de que nuestros políticos están forzando las costuras del sistema con una enorme irresponsabilidad.