jueves, 31 de diciembre de 2020

Mirando al futuro con optimismo

Apuramos las últimas horas de 2020 y, pese a que los contagios han repuntado (totalmente previsible ante la ausencia de medidas drásticas para evitar las reuniones navideñas) y la pandemia nos hará sufrir en los próximos meses, veo el futuro con optimismo. Aunque todavía debemos comprobar la efectividad de las vacunas contra el coronavirus, impresiona ver cómo la cooperación científica ha permitido contar con ellas en un tiempo récord. Quizá tardemos algunos años en relacionarnos sin temor y sin mascarillas, pero estoy convencido de que lo lograremos. La crisis que ha provocado esta enfermedad puede haber servido para ver cosas importantes. La necesidad de pensar globalmente en lo referente a enfermedades es patente. Recuerdo que cuando escuchábamos las primeras noticias del virus en China me parecía algo lejano de lo que no teníamos nada que temer. La lección debe ser bien aprendida y aplicada a problemas como el cambio climático. Lo mismo que la humanidad ha colaborado para encontrar una vacuna, hay que trabajar juntos para evitar una degradación irreversible de nuestro planeta impulsando definitivamente las energías renovables. También hay que reflexionar sobre las oportunidades que puede conllevar el teletrabajo. Por una parte, hay quienes lo ven como un camino a la despersonalización, porque en las relaciones personales es fundamental la presencia corporal. No les falta razón, pero también es cierto que el teletrabajo puede favorecer la conciliación del trabajo y la vida familiar, lo cual es extremadamente importante. La pandemia ha provocado enfermedades mentales, sobre todo ansiedad y depresión, pero este tipo de situaciones, si se enfocan adecuadamente, pueden ser una ocasión decisiva para crecer como persona. Ojalá la pandemia haya sido aprovechada para el crecimiento espiritual. Tengo la impresión de que más allá de los irresponsables e impacientes que no han querido aceptar la realidad, la pandemia ha hecho que muchas personas se hayan tenido que encontrar consigo mismas. Decía un profesor mío hace bastantes años que “el siglo XXI será el siglo del espíritu o no será”. Cada vez estoy más convencido de que tenía razón.


domingo, 20 de diciembre de 2020

Atentos al discurso del Rey

Hace una o dos semanas leí que los podemitas y un sector del PSOE apuntaban la idea de que el Rey debería pedir perdón por el discurso que pronunció el tres de octubre de 2017. Ante la falta de una respuesta proporcional al desafío que estaban planteando los independentistas catalanes, el Rey hizo un discurso histórico en el que devolvió la esperanza a los españoles y galvanizó la respuesta política del Estado de Derecho. El Rey actuó como cabeza de la nación, como debe hacerlo para que la institución sirva a los españoles. Por supuesto que no debe pedir perdón por el discurso más importante de su reinado hasta el momento, y desde luego debería pensar qué va a decir en Nochebuena respecto a su padre. Es difícil pronunciarse sin conocer el fondo del asunto, aunque huele muy mal. Confío en la honradez de Felipe VI y me parece que su renuncia a la herencia de su padre ya deja en evidencia que Juan Carlos I actuó indebidamente en un alarde de irresponsabilidad y falta de patriotismo. Es lógico que podemitas, independentistas y algunos socialistas afilen el cuchillo. Lo más importante es que el Rey Felipe salvaguarde su independencia respecto al Gobierno reforzando su ejemplaridad. De lo contrario no podrá cumplir adecuadamente su función al servicio de la nación y la monarquía se verá seriamente amenazada.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Cuidado con la despenalización de la eutanasia

El Gobierno está impulsando una ley de eutanasia que, según todo parece indicar, regulará y despenalizará el auxilio al suicido, lo que inmediatamente hará que se hable de un “derecho a la muerte”. Todos podemos imaginar situaciones dramáticas en las que una persona padece dolores insoportables e irreversibles que le hacen desear la muerte. Se trata de casos en los que la piedad conduciría a ayudar a una persona a morir, lo cual no está muy lejos de las medidas que se conocen como “cuidados paliativos”. Pero abrir la posibilidad a una libre disposición sobre la propia vida es muy peligroso. No quisiera realizar un juicio precipitado sobre este tema hasta que se apruebe la ley, pero sí me gustaría llamar la atención sobre una situación que puede producirse si la regulación consagra una amplia despenalización de la eutanasia.

En la vida puede llegarse a situaciones en las que una persona no puede valerse por sí misma y necesite cuidados que pueden ser muy costosos económica, física y psicológicamente. Hay personas que se crecen ante esta situación y ven el cuidado de sus seres queridos como una oportunidad de expresar el amor que sienten por ellos. En nuestros días esta actitud es cada vez menos frecuente, y tanto el enfermo como los familiares viven la situación como una desgracia que les supone numerosos problemas. Si se despenaliza la eutanasia no se debe descartar que el enfermo que rechace recurrir a ella sea visto por sus familiares como alguien cobarde e incluso egoísta. ¿Qué sentido tiene vivir cuando uno se halla postrado sin poder salir de casa y requiriendo cuidados que están suponiendo un gran coste económico y un desgaste personal para la familia?, esta es la reflexión que me temo que termine por imponerse en muchos casos si finalmente se despenaliza la eutanasia y se presenta como un “derecho a la muerte”.

El legislador no solo debe tener un respeto escrupuloso por los derechos fundamentales, cosa que habrá que ver si no quiebra con la regulación que se prepara, sino que hay que ser extremadamente prudentes a la hora de analizar no sólo los efectos directos, sino también los concomitantes de las medidas que se aprueben. La despenalización de la eutanasia, más allá de supuestos extremos que cuesta imaginar que no entren dentro de los “cuidados paliativos”, me parece sumamente peligrosa porque puede dejar indefensas a muchísimas personas que requieren cuidados, amor y generosidad, y no que les "inviten" a quitarse de en medio por medios incruentos. 

martes, 15 de diciembre de 2020

Hay que prohibir las reuniones navideñas

Los últimos datos de la pandemia aconsejan inequívocamente que las autoridades adopten medidas para evitar las celebraciones navideñas. La Generalitat Valenciana ha permitido reuniones de nada menos que diez personas y, además, no solo familiares, sino también "allegados", un auténtico disparate (http://www.gvaoberta.gva.es/documents/7843050/169783335/medidas_navidad_covid_19_CAS.jpg/23e5aed1-a241-4508-9485-ac3d5732bd38?t=1607329484884). En mi opinión, debería decretarse un toque de queda desde el cierre de las tiendas el día 24 y el 31 de diciembre, y un confinamiento total para el día 25. O se adoptan medidas o aquellos que están concienciados de que hay que ser escrupulosos con las directrices sanitarias van a ser víctimas de familiares que les realizarán el típico chantaje emocional al que es muy complicado que se nieguen. Ahora que vemos la luz al final del túnel con la esperanza de las vacunas es fundamental salvar vidas y facilitar el trabajo del personal sanitario. 

El discurso de Merkel advirtiendo de las funestas consecuencias de reunirse en Navidad es el camino a seguir. Es verdad que los alemanes se pueden permitir un confinamiento duro, pero también lo es que a raíz de la experiencia del nazismo los alemanes han interiorizado como pocos pueblos que la dignidad humana exige hacer lo posible por salvar vidas. Como dijo Merkel, "no es aceptable 590 muertes al día por Covid". En España no detecto un sentimiento de preocupación equivalente ante las cifras de muertos que escuchamos cada día. El sacrificio de evitar estas reuniones navideñas es nimio en comparación con las vidas que se podrían salvar. Ojalá todo el mundo se quedara en su casa tranquilamente y diéramos tiempo a que la vacuna logre que mejore la situación.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Iglesias manda y Ciudadanos llega tarde

La más que probable aprobación de los presupuestos por los partidos que apoyaron la investidura de Sánchez no supone una sorpresa, si se mira desde la perspectiva de la lucha política por el poder. El Gobierno está sostenido por Iglesias, quien no está dispuesto a permitir un pacto con Ciudadanos, por mucho que algunos socialistas prestigiosos como Abel Caballero –por referirme a un político en activo- lo prefieran y así lo digan públicamente. Sánchez sabe que si desea mantenerse en el poder debe aprobar sus presupuestos y para ello tiene que contar con los amigos de Iglesias. Seguirá en esta línea y solo variará cuando considere que el coste político es tan elevado que compromete su reelección. Eso es todo. Ninguna consideración respecto al bien común.

Por su parte, Ciudadanos ha hecho bien en ofrecerse al PSOE mostrando que Sánchez podía haber contado con su apoyo. La estrategia de Arrimadas es correcta, pero quizá llega demasiado tarde para sus intereses electorales, porque ahora no puede ofrecerle a Sánchez la garantía de gobernabilidad que sí le proporciona Iglesias. Haría bien Rivera en callarse y dejar de hacer el ridículo criticando la posición de Ciudadanos, que hoy en día es la más decente de la política española. Desgraciadamente, no parece que Ciudadanos pueda atraer al votante moderado -si existe, cosa que ya dudo- de izquierdas que no se siente cómodo con las alianzas de Sánchez con comunistas e independentistas. De ahí que no sea extraño que haya rumores sobre la posibilidad de que se ponga en marcha un partido de izquierda nacional, la idea que parecen defender antiguos dirigentes como Joaquín Leguina o Redondo Terreros. Ya se verá. La posición de Ciudadanos cada vez es más comprometida. Los errores se pagan y la primera gran factura vendrá en las elecciones catalanas. Probablemente veremos como el partido que ganó las últimas elecciones generales perderá muchísimos apoyos que se irán al PP y a Vox. A partir de ahí, el PP abrirá sus mandíbulas como una boa constrictor para engullir a Ciudadanos. La lógica del poder es implacable y lo que necesita España no es lo que propician los dirigentes políticos.  

miércoles, 18 de noviembre de 2020

"El desafío: ETA"

Mi mujer y yo estamos viendo la serie de Amazon Prime “El desafío: ETA”. Debería ser una serie de visionado obligado para todos aquellos jóvenes que, según parece, ni siquiera saben quién fue Miguel Ángel Blanco y lo que representó su secuestro y despiadado asesinato. Es un recorrido estremecedor por la historia de la banda terrorista en el que se recogen algunos testimonios de víctimas que hacen saltar las lágrimas, pero también el de algunos colaboradores de ETA que no pueden resultar más esclarecedores respecto a cuál es la posición de Bildu respecto al terrorismo etarra. Verdaderamente dan ganas de vomitar viendo cómo el vicepresidente Iglesias se siente cómodo con el apoyo de Bildu a los presupuestos y desprecia a Vox, el partido en el que milita Ortega Lara. Que Sánchez gobierne en coalición con tan siniestro individuo es una prueba irrefutable de la deriva del PSOE que comenzó con el nefasto Zapatero.

domingo, 8 de noviembre de 2020

Una frase de José Antonio Marina

En una entrevista televisiva, hablando de la situación política, José Antonio Marina dijo algo que, aunque archisabido, no deja de impresionar: desde la Transición nunca un argumento ha servido para cambiar el voto de un diputado. Realmente impacta, porque vemos nuestra democracia sin ropajes ni aderezos: un juego de fuerzas lo más incruento posible en el que el voto de los ciudadanos se convierte en la fuerza motriz. Si los argumentos sirven para convencer a los ciudadanos, se utilizarán; si es más eficaz la mentira, algunos no dudarán en recurrir a ella. Así es la política que conocemos. No nos resignemos, tratemos de mejorarla en la medida de nuestras posibilidades, pero no confundamos los deseos con la realidad.