Me cuenta mi padre una situación que vivió durante su luna de miel en París, en el año 56. En la capital francesa residía exiliado un tío abuelo mío, un importante político republicano que había decidido no regresar a España en tanto Franco no la diñara. Franco y él habían nacido el mismo año, así que era un reto a ver quién aguantaba más. Finalmente, Franco le sacó unos cinco años de ventaja y tengo a mi tío enterradito en París. Mientras estuvo allí, mis padres y otros parientes se beneficiaron de su hospitalidad. Al llegar a París les esperaba un coche oficial con banderitas y todo, y durante un mes disfrutaron de la ciudad del amor.
miércoles, 18 de julio de 2007
Celtíberos en el París del 56
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Personal
domingo, 15 de julio de 2007
Bicicletas eléctricas
Tengo la impresión de que la gente observa los problemas medioambientales como si se tratara de algo que lamenta, pero que no está en sus manos evitar. Simplemente se espera, como quien espera llover, que llegue ese momento en que la tecnología nos permita vivir con las comodidades actuales sin causar daños al medioambiente. Hasta que llegue ese momento, en España son pocos los que modifican sus hábitos para contaminar menos.
Lo curioso es que la tecnología actual ha puesto a nuestra disposición verdaderas alternativas al problema de la contaminación y del tráfico en nuestras ciudades. Por ejemplo, hoy existen bicicletas eléctricas muy económicas que permiten circular por las ciudades con suficiente autonomía. No es que simplemente existan, sino que cualquiera de ustedes las puede comprar por un módico precio. Desconozco si las baterías de estos vehículos son muy contaminantes, pero es evidente que no desprenden dióxido de carbono, y, además, son mucho más silenciosas que coches y motos. ¿A qué esperan nuestros políticos, si verdaderamente están comprometidos con la defensa del medioambiente y con la solución de los problemas de circulación, para fomentar este tipo de vehículos? ¿A qué esperamos nosotros para exigirles con nuestra iniciativa que remedien su pasividad?
Los ciudadanos no nos tomamos en serio la protección del medioambiente. No hay más que ver la cantidad de papeles, bolsas y desperdicios de todo tipo que decoran nuestras ciudades valencianas. Es verdaderamente indignante la falta de civismo, y nuestros políticos no son más que el reflejo de una ciudadanía que por lo general parece pensar que todo lo arreglan los demás.
Mi trabajo se encuentra a poco más de dos kilómetros de mi domicilio. Podría ir andando, y últimamente así lo hago, pero recorrer cuatro veces la distancia puede resultar un poco pesado. Por eso, cojo mi patinete eléctrico y aprovecho los vestigios de lo que en su día se presentaba como un mísero carril bici para llegar a mi trabajo. Por supuesto, el vergonzoso carril está huérfano de bicis, bloqueado por coches que lo toman como plaza de aparcamiento y sembrado de cristales sin que nadie del ayuntamiento se preocupe lo más mínimo por su estado. En definitiva, carece de todo cuidado. Pese a todo, compensa coger el patinete. Me planto en menos de diez minutos en mi despacho, prácticamente lo mismo que tardo en coche, y ocupa tan poco espacio que no tengo problema para subirlo en ascensor y aparcarlo en el despacho. No gasto gasolina, no contamino, no produzco apenas ruido, y todo por 280 euros de hace tres años. A día de hoy algunos combinan la electricidad con la posibilidad de pedalear cuando se agota la batería, lo que los convierte en bicicletas eléctricas. Cuando voy por la calle me pregunto: ¿por qué soy el único que utiliza este ingenio? Esgrimir que a uno le da vergüenza que todo el mundo le mire cuando avanza en ese ingenio desconocido -debo decirles que eso no lo podrán evitar- no puede ser una razón sensata en una persona adulta.
El gobierno ha regalado el carnet de moto a todos aquellos que tenían el carnet B-1. Se supone que se trata de fomentar el uso de la moto para evitar atascos. Y yo me pregunto, ¿por qué diantre moto y no bicicletas eléctricas para las que ni siquiera hace falta carnet? Lamentablemente, en la política se pierde de vista lo importante. España es uno de los países más afectados por el cambio climático, el ruido, la contaminación de sus ciudades, el despilfarro de energía, etc. Sin embargo, ni se fomenta el uso de la energía solar, ni se fomenta el uso de vehículos eléctricos, ni nada de nada. Por lo menos, permítanme que lo denuncie y duerma esta noche más tranquilo. Ojalá mañana alguien piense, «no es mala idea eso de las bicicletas eléctricas», y si es el alcalde de alguna ciudad mucho mejor. Pero no se limiten a pensarlo y pónganlo en práctica.
Lo curioso es que la tecnología actual ha puesto a nuestra disposición verdaderas alternativas al problema de la contaminación y del tráfico en nuestras ciudades. Por ejemplo, hoy existen bicicletas eléctricas muy económicas que permiten circular por las ciudades con suficiente autonomía. No es que simplemente existan, sino que cualquiera de ustedes las puede comprar por un módico precio. Desconozco si las baterías de estos vehículos son muy contaminantes, pero es evidente que no desprenden dióxido de carbono, y, además, son mucho más silenciosas que coches y motos. ¿A qué esperan nuestros políticos, si verdaderamente están comprometidos con la defensa del medioambiente y con la solución de los problemas de circulación, para fomentar este tipo de vehículos? ¿A qué esperamos nosotros para exigirles con nuestra iniciativa que remedien su pasividad?
Los ciudadanos no nos tomamos en serio la protección del medioambiente. No hay más que ver la cantidad de papeles, bolsas y desperdicios de todo tipo que decoran nuestras ciudades valencianas. Es verdaderamente indignante la falta de civismo, y nuestros políticos no son más que el reflejo de una ciudadanía que por lo general parece pensar que todo lo arreglan los demás.
Mi trabajo se encuentra a poco más de dos kilómetros de mi domicilio. Podría ir andando, y últimamente así lo hago, pero recorrer cuatro veces la distancia puede resultar un poco pesado. Por eso, cojo mi patinete eléctrico y aprovecho los vestigios de lo que en su día se presentaba como un mísero carril bici para llegar a mi trabajo. Por supuesto, el vergonzoso carril está huérfano de bicis, bloqueado por coches que lo toman como plaza de aparcamiento y sembrado de cristales sin que nadie del ayuntamiento se preocupe lo más mínimo por su estado. En definitiva, carece de todo cuidado. Pese a todo, compensa coger el patinete. Me planto en menos de diez minutos en mi despacho, prácticamente lo mismo que tardo en coche, y ocupa tan poco espacio que no tengo problema para subirlo en ascensor y aparcarlo en el despacho. No gasto gasolina, no contamino, no produzco apenas ruido, y todo por 280 euros de hace tres años. A día de hoy algunos combinan la electricidad con la posibilidad de pedalear cuando se agota la batería, lo que los convierte en bicicletas eléctricas. Cuando voy por la calle me pregunto: ¿por qué soy el único que utiliza este ingenio? Esgrimir que a uno le da vergüenza que todo el mundo le mire cuando avanza en ese ingenio desconocido -debo decirles que eso no lo podrán evitar- no puede ser una razón sensata en una persona adulta.
El gobierno ha regalado el carnet de moto a todos aquellos que tenían el carnet B-1. Se supone que se trata de fomentar el uso de la moto para evitar atascos. Y yo me pregunto, ¿por qué diantre moto y no bicicletas eléctricas para las que ni siquiera hace falta carnet? Lamentablemente, en la política se pierde de vista lo importante. España es uno de los países más afectados por el cambio climático, el ruido, la contaminación de sus ciudades, el despilfarro de energía, etc. Sin embargo, ni se fomenta el uso de la energía solar, ni se fomenta el uso de vehículos eléctricos, ni nada de nada. Por lo menos, permítanme que lo denuncie y duerma esta noche más tranquilo. Ojalá mañana alguien piense, «no es mala idea eso de las bicicletas eléctricas», y si es el alcalde de alguna ciudad mucho mejor. Pero no se limiten a pensarlo y pónganlo en práctica.
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Sociedad
jueves, 12 de julio de 2007
¿Cómo se rompe una nación?
Es trágicamente divertido ver cómo ZP muestra el engaño a la gente y buena parte de la grey española lo toma con mansedumbre, sin ni siquiera hacer un amago de empitonar a semejante subalterno encaramado en lo más alto del escalafón. Nos larga Zetapé, "veis, se ha aprobado el Estatuto catalán y no se ha roto España. Rajoy es un profeta del desastre y un desastre como profeta". Se relame en la suerte pronunciando esta última frase que le habrá proporcionado algún mamón de su gabinete con el grado de doctor en trabucar las ideas y el lenguaje. Hoy podría seguir su faena: "En Cataluña se va a aprobar una Agencia Tributaria y, como ven, no pasa nada, España no se rompe". Es tal el revoltijo intelectual de este sujeto que confunde una nación con una cosa física. Pero, vamos a ver, ¿cómo cojones se rompe una nación? La nación básicamente requiere tres cosas: identidad, búsquedad del bien común y solidaridad entre sus miembros. Cuando se cambia el nombre a la nación u otros símbolos de identidad parece que algo ha cambiado y eso lo ve fácilmente la gente. Pero una nación se destruye también cuando impera el espíritu de facción, es decir, cuando prima el interés particular sobre el general. ¿Acaso no estamos viendo que eso sucede en España? Muchas comunidades autónomas están buscando su propio interés, y, como esto siga así, otras irán a la pitanza de las competencias y dineros estatales al grito de maricón el último. Crear la Agencia Tributaria catalana con las aviesas intenciones que confiesan los nacionalistas es cargarse la nación, aunque los símbolos de identidad y las fronteras no se alteren. ¿Y de la solidaridad que les voy a decir? Soy valenciano y me manifesté en defensa del Plan Hidrológico Nacional. Ya me dirán ustedes si este subalterno no merece que España deje de ser vaca y vuelva a ser toro bravo para empitonar al fulano y mandarle al otro barrio.
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Actualidad política
miércoles, 11 de julio de 2007
La desastrosa política universitaria
La política universitaria es un desastre. Se quejaba Zapatero en el debate sobre el estado de la nación de que en el tema del terrorismo el PP no hacía oposición al gobierno, sino al Estado. A Rajoy le faltaron reflejos para preguntarle si le parecía política con sentido de Estado aprobar Estatutos o leyes educativas sin el concurso del principal partido de la oposición. Sucede, sin embargo, que en el terreno educativo Zapatero podría reprocharle lo mismo a Rajoy. En 2001 el PP aprobó la ley de Universidades con el PSOE y los rectores en contra. El resultado ha sido que el PSOE ya ha reformado la ley del PP en cuestiones sustanciales. Esas reformas incluían la nueva estructura adaptada al Espacio Europeo de Educación Superior, al que ya me referí en este blog. Y para terminarlo de arreglar hoy leemos en que el PP ha recurrido la reforma del PSOE ante el Tribunal Constitucional. Entre los puntos de dudosa constitucionalidad está el tema de las decisiones sobre los títulos oficiales, los nuevos grados del Espacio Europeo. Toma castaña. Podemos encontrarnos con que ponemos la Universidad patas arriba y luego resulta que podríamos tener que dar marcha atrás si esa libertad en la confección de los grados oficiales se declara inconstitucional. Esto es un disparate continuo. ¡Virgencita, que me quede como estoy! Urge paralizar cualquier reforma hasta que los partidos no se pongan de acuerdo con la educación superior. Hoy en día es imposible trabajar en la Universidad española con un mínimo de sosiego mientras no se tenga visión de Estado por parte de esta nefasta clase política.
miércoles, 27 de junio de 2007
"La montaña mágica" y el tiempo
La ansiedad pudo conmigo y me acosté a las cuatro de la madrugada terminando de leer "La montaña mágica", la gran novela de Thomas Mann. Más de una vez he estado tentado de comentar en el blog algunas cuestiones filosóficas que se abordan en esta novela, principalmente la tesis de la imposibilidad de medir el tiempo. Cuando leí las reflexiones del protagonista, Hans Castorp, sentí como si Mann me hubiera leído el pensamiento. Verán, he pensado mucho sobre la aceleración del tiempo vital conforme vamos cumpliendo años: el tiempo parece que pasa más deprisa, aunque los segundos, minutos, meses y años con que intentamos medir objetivamente el tiempo duran lo mismo. Pero la duración, el tiempo, no es algo que se pueda medir objetivamente porque la vida humana es estrictamente personal e intransferible. Esto significa que 50 años para una persona puede considerarse una larga vida que, sin embargo, es corta para otro. Mi reflexión sobre el tiempo me llevaba a rebelarme contra su aceleración. Me preguntaba, ¿por qué no puedo lograr que los veranos vuelvan a ser vividos como cuando tenía 10 años?, ¿cómo debo vivir para lograr expandir el tiempo? Efectivamente, el tiempo depende de nosotros, de nuestra manera de vivir, como magistralmente muestra Thomas Mann. ¿Y cómo debo vivir para vivir más? ¿Acaso con especial intensidad? ¿Acaso renunciando a la rutina? Puede pensarse que la rutina acelera el tiempo, pero ¿qué es la rutina? ¿La repetición invariable de unos mismos hábitos y comportamientos? He aquí el punto clave. No, una vida ordenada y monótona -sin sentido peyorativo- puede no ser en absoluto rutinaria si se vive con intensidad, y este concepto esta ligado a nuestro mundo interior, a vivir dándose cuenta de todo, a hacer de la vida una experiencia que nos enseña a crecer espiritualmente. Estaba -y estoy- firmemente instalado en esta idea cuando en la página 773, en una conversación entre Madame Chauchat y Hans Castorp, Mann introdujo una idea harto zozobrante. Escuchémosla:
"- Sí, claro, de eso siempre estoy bien provisto. ¿Cómo podría uno vivir sin tabaco? Es una verdadera pasión. Pero he de confesar que no soy un hombre apasionado, aunque sí tengo pasiones... pasiones flemáticas.
- Eso me tranquiliza completamente -dijo ella, soltando el humo de su cigarrillo-, me tranquiliza oír que no es un hombre apasionado. Si fuese apasionado, no podría ser lo que es. La pasión significa vivir por amor a la vida. Y ya sabemos que usted vive por las meras experiencias que la vida pueda proporcionarle".
La respuesta de Chauchat me dejó boquiabierto. El hombre que vive intensamente la vida como experiencia no es un hombre apasionado, sino un ser espiritual, como Hans Castorp. El apasionado ama la vida por sí misma, no por las experiencias de crecimiento espiritual que proporciona. Llegamos así a una formidable paradoja: si mi tesis es correcta, el espiritual hace de la vida una experiencia que va enriqueciendo a diario, y logra dar a su vida profundidad y duración. Por el contrario, el apasionado ama la vida, pero siente que se le marcha entre los dedos, a toda prisa... ¿Observan la paradoja? Amar la vida no significa vivir más, sino más bien lo contrario.
Al valiente que haya leído este post le ruego comprenda que acabo de terminar "La montaña mágica". Si algún día lee esta magna obra que deja una impronta indeleble me comprenderá...
"- Sí, claro, de eso siempre estoy bien provisto. ¿Cómo podría uno vivir sin tabaco? Es una verdadera pasión. Pero he de confesar que no soy un hombre apasionado, aunque sí tengo pasiones... pasiones flemáticas.
- Eso me tranquiliza completamente -dijo ella, soltando el humo de su cigarrillo-, me tranquiliza oír que no es un hombre apasionado. Si fuese apasionado, no podría ser lo que es. La pasión significa vivir por amor a la vida. Y ya sabemos que usted vive por las meras experiencias que la vida pueda proporcionarle".
La respuesta de Chauchat me dejó boquiabierto. El hombre que vive intensamente la vida como experiencia no es un hombre apasionado, sino un ser espiritual, como Hans Castorp. El apasionado ama la vida por sí misma, no por las experiencias de crecimiento espiritual que proporciona. Llegamos así a una formidable paradoja: si mi tesis es correcta, el espiritual hace de la vida una experiencia que va enriqueciendo a diario, y logra dar a su vida profundidad y duración. Por el contrario, el apasionado ama la vida, pero siente que se le marcha entre los dedos, a toda prisa... ¿Observan la paradoja? Amar la vida no significa vivir más, sino más bien lo contrario.
Al valiente que haya leído este post le ruego comprenda que acabo de terminar "La montaña mágica". Si algún día lee esta magna obra que deja una impronta indeleble me comprenderá...
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Reflexiones personales
viernes, 22 de junio de 2007
El Espacio Europeo de Educación Superior
Me da vergüenza escribir sobre el Espacio Europeo de Educación Superior (la famosa Bolonia) porque es tal el disparate que el lector pensará sin duda que no es posible semejante barbaridad, y que De Soca le toma el pelo. Hasta ahora todavía se salvava en España la educación superior, pese a sufir las consecuencias del desastre que se vive en los escalones inferiores del sistema educativo. Apenas entre a funcionar el sistema de Bolonia, al menos tal y como ahora está diseñado, la catástrofe no tardará en producirse.
Voy a intentar explicarles las líneas maestras del proceso. Se trata de lograr la convergencia entre los sistemas educativos universitarios de la Unión Europea. Ustedes pensarán que esto exige homogeneizar la duración de los estudios y también los contenidos, entre otras cosas. Pues bien, deben saber que la convergencia apunta únicamente a aspectos formales y metodológicos. Los formales consisten en la duración y estructura de los estudios (grados de 4 años y Masters -postgrados- de 1 o 2 años), y en la generalización de una unidad de medida común: el crédito europeo ECTS (European Credit Transfer System). La metodología pedagógica aboga por un profesor que gestione el aprendizaje de sus alumnos a través de metodologías activas o participativas (condenadas al fracaso con estudiantes incapaces de actuar autónomamente tras su triste tránsito por el bachillerato). En cuanto a los contenidos, agárrense que viene curva, ¡libertad absoluta! Cada Universidad tiene libertad absoluta a la hora de diseñar los contenidos de sus grados, de tal forma que, por ejemplo, el plan de estudios de Derecho que se estudie en la Autónoma de Madrid puede tener coincidencias de menos del 60% del que fije la Autónoma de Barcelona. Entonces, se preguntarán, ¿cómo puede lograrse la convergencia si cada cual es libre para fijar los contenidos? Efectivamente, eso mismo me pregunto yo, y no hallo respuesta. Lo cierto es que el proceso de Convergencia representa justo lo contrario: la aldeanización del saber.
Les he destacado uno de los principales males, pero les apuntaré otro, quizá más serio. Los grados tendrán cuatro años de duración, como les he dicho, pero el primero será un curso común para grados ubicados en una gran área temátiva (ciencias sociales y jurídicas, ingenierías, etc.). Por tanto, en tres años se tendrán que condensar enseñanzas que antes se impartían en cinco o más. El grado, pues, otorgará unas nocioncillas básicas para pasar a lo verdaderamente importante: el Master especializante. Esto nos permite intuir que la Universidad va a fomentar una tendencia que está ahogando y empobreciendo nuestra sociedad y nuestro mundo, la especialización exagerada y embrutecedora. Tendremos personas que sabrán mucho de lo suyo y que ignorarán casi todo lo de los demás. Como supo ver Ortega en La rebelión de las masas este fenómeno es inquietante. Ojalá alguien pare este tremendo disparate.
Voy a intentar explicarles las líneas maestras del proceso. Se trata de lograr la convergencia entre los sistemas educativos universitarios de la Unión Europea. Ustedes pensarán que esto exige homogeneizar la duración de los estudios y también los contenidos, entre otras cosas. Pues bien, deben saber que la convergencia apunta únicamente a aspectos formales y metodológicos. Los formales consisten en la duración y estructura de los estudios (grados de 4 años y Masters -postgrados- de 1 o 2 años), y en la generalización de una unidad de medida común: el crédito europeo ECTS (European Credit Transfer System). La metodología pedagógica aboga por un profesor que gestione el aprendizaje de sus alumnos a través de metodologías activas o participativas (condenadas al fracaso con estudiantes incapaces de actuar autónomamente tras su triste tránsito por el bachillerato). En cuanto a los contenidos, agárrense que viene curva, ¡libertad absoluta! Cada Universidad tiene libertad absoluta a la hora de diseñar los contenidos de sus grados, de tal forma que, por ejemplo, el plan de estudios de Derecho que se estudie en la Autónoma de Madrid puede tener coincidencias de menos del 60% del que fije la Autónoma de Barcelona. Entonces, se preguntarán, ¿cómo puede lograrse la convergencia si cada cual es libre para fijar los contenidos? Efectivamente, eso mismo me pregunto yo, y no hallo respuesta. Lo cierto es que el proceso de Convergencia representa justo lo contrario: la aldeanización del saber.
Les he destacado uno de los principales males, pero les apuntaré otro, quizá más serio. Los grados tendrán cuatro años de duración, como les he dicho, pero el primero será un curso común para grados ubicados en una gran área temátiva (ciencias sociales y jurídicas, ingenierías, etc.). Por tanto, en tres años se tendrán que condensar enseñanzas que antes se impartían en cinco o más. El grado, pues, otorgará unas nocioncillas básicas para pasar a lo verdaderamente importante: el Master especializante. Esto nos permite intuir que la Universidad va a fomentar una tendencia que está ahogando y empobreciendo nuestra sociedad y nuestro mundo, la especialización exagerada y embrutecedora. Tendremos personas que sabrán mucho de lo suyo y que ignorarán casi todo lo de los demás. Como supo ver Ortega en La rebelión de las masas este fenómeno es inquietante. Ojalá alguien pare este tremendo disparate.
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Sociedad
viernes, 15 de junio de 2007
La muerte
Estoy volviendo a ver "Médico de Familia" en un canal de Televisión Digital Terrestre. En el episodio de hoy moría Marcial. En un instante, zas, la muerte nos sorprende llevándose a alguien y de paso nos recuerda que forma parte de la vida, aunque la sociedad actual muchas veces la esconda o viva de espaldas a ella. Quizá alguno de ustedes piense que no es verdad, que nos bombardean a diario con imágenes de muerte en Iraq, Palestina, o con los apuñalamientos cotidianos que aparecen en las noticias. Pero eso no es la muerte, sino el espectáculo morboso, que no es lo mismo. En esas imágenes vemos la guerra y el crimen antes que la muerte. Como ya nos vamos conociendo un poquito les contaré que soy dado a visitar cementerios. Normalmente, siempre que visito algún país extranjero procuro pasear por los cementerios. Ver cómo se trata a los muertos es una excelente manera de conocer el carácter de una sociedad. ¡Podría decir tantas cosas sobre este tema! El cementerio es un lugar muy apropiado para meditar sobre la vida ante esas lápidas con nombres y fechas que dicen tanto y, al mismo tiempo, tan poco. La gente ya no lleva a sus hijos al cementerio. Si se muere el abuelo se deja al niño fuera no sea que le cause un trauma ver el cadáver. Craso error. Hay que reivindicar la muerte como parte de la vida y otorgarle la importancia que merece para no perder la perspectiva.
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Sociedad
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