La nueva ley de memoria democrática es un despropósito y desde luego supone la peor carta de presentación para Félix Bolaños. Cualquier medida que se adopte sobre la interpretación que una nación hace de su pasado es arriesgada y sólo se debería legislar sobre ello cuando exista un consenso generalizado. Es evidente que eso no ocurre y que el PSOE sigue decidido a utilizar el pasado como un instrumento de confrontación política. Es de suponer que cuando se produzca un cambio de gobierno se derogará esta ley. Esta es la lógica del frentismo que ha sepultado la concordia que inspiró la Transición y que nunca se debió perder. Hay que insistir en que tipificar la apología del franquismo supondría una vulneración del derecho a la libre expresión, dado que España no es una “democracia militante”, y hay que reiterar que ni el nazismo alemán ni la propia figura de Hitler es comparable al régimen de Franco. Como hemos llegado a un punto en que en estas cuestiones solo se utiliza el brochazo, parece que una afirmación como esta equivale a justificar la dictadura.
Ayer leí que Antonio Caño, antiguo director de El País,
afirma que del PSOE no queda nada y que una vez caiga Pedro Sánchez este
partido pasará una muy larga travesía en la oposición. Tiendo a pensar que
tiene razón y eso es lo que más me preocupa. Como Sánchez lo sabe, hará lo
inimaginable para seguir en el poder. Pero caerá, más pronto que tarde. Ojalá para
entonces Casado haya madurado, porque está muy, muy, muy verde.
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