sábado, 9 de febrero de 2008

El aborto

Recuerdo que hace muchos años, probablemente casi veinte, escuché a José María Cano, del grupo Mecano, uno de los más importantes del país por aquel entonces, hablar en televisión sobre el aborto. No se enfrascó en una perorata teórica sobre la cuestión cuando surgió el tema. Inclinó la cabeza con gesto meditativo y se expresó en un tono tan sincero que me impresionó profundamente. Dijo Cano pausada y reflexivamente que el aborto es una bestialidad, un crimen que en una determinada situación él podría cometer. Me llamó la atención porque no edulcoró la terrible acción con el lenguaje, ni buscó parapetarse en justificaciones. Reconoció que llegado el caso él podría ser débil y llegar a envilecerse hasta el punto de convertirse en un criminal. Pero al menos se sabía culpable.
La actitud de Cano es muy distinta a la de esas mujeres del “nosotras parimos, nosotras decidimos”. No tienen reparos en ignorar su crimen y sepultarlo bajo sus supuestos derechos. Habrá que decirles que no existe tal derecho. Lo único que hace el Código Penal es despenalizar el aborto en tres supuestos. No es lo mismo una conducta despenalizada que una conducta amparada por un derecho. En nuestros días la confusión es máxima en este punto, y se debe a que toda conducta permitida se identifica inmediatamente con tener un derecho. Una conducta despenalizada implica que la acción en cuestión se considera mala, pero no obstante hay razones que aconsejan tolerarla. Eso es lo que sucede con el aborto o con otras leyes tolerantes, que así habría que denominarlas. Tener un derecho implica tener atribuido algo cuyo ejercicio o protección (depende de sus características) es considerado un bien, ya sea para su titular y/o para el conjunto de la colectividad.
El aborto es, como decía José María Cano, una bestialidad, y en una sociedad demográficamente moribunda como la española urge acabar con él. Hace pocos días, el candidato republicano Mitt Romney, se refirió a la decadencia europea señalando que se debe a su alejamiento de Dios, lo cual se ha visto reflejado en una cultura de la muerte que le ha hecho perder la necesaria fuerza demográfica que requiere toda sociedad que mira al futuro con optimismo y generosidad pensando en las futuras generaciones. Lamentablemente, Romney tiene razón.

1 comentario:

Chuzz dijo...

Totalmente de acuerdo.

Y falta generosidad. Se nos quiere hacer tragar la existencia de derechos que no son tales.