Es totalmente lícito y comprensible que si los gobernantes de un Estado consideran equivocado aumentar los gastos en defensa defiendan esa postura enérgicamente utilizando todas las vías de persuasión en el foro que corresponda. Ahora bien, cuando se forma parte de una alianza militar como la OTAN, si no logras convencer al resto y te quedas aislado, como le ha sucedido a Sánchez, la solución nunca puede ser imponer los propios criterios al resto o directamente escaquearse. Podemos es coherente pidiendo que abandonemos la OTAN. En ese caso España podría gastar en defensa lo que quisiera, aunque deberíamos atenernos a las consecuencias que entraña salir de dicha organización. En cualquier otro escenario que no sea la receta podemita, no queda más remedio que asumir la posición que se haya impuesto y transmitir a los españoles la mala noticia: habrá que hacer sacrificios. Y, claro, eso a Sánchez no le gusta, porque la baza con la que cuenta para seguir en el poder (sigue creyendo que aguantará) es aumentar el gasto social, pese a que los españoles vean que cada vez son más pobres. Sánchez carece de capacidad de maniobra porque no puede aprobar unos presupuestos que le permitan cumplir con los gastos en defensa que se nos van a exigir. Y para colmo Trump va a aprovechar el aislamiento de Sánchez para presionar con la amenaza de aranceles a España. Zapatero nos convirtió en un apestado internacional y ahora Sánchez nos lleva por el mismo camino. El adelanto electoral es perentorio.
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