miércoles, 26 de noviembre de 2014

Siguiente acto en el drama catalán

Ya estamos en el escenario de elecciones autonómicas en clave plebiscitaria. Adelante, la opción es constitucionalmente lícita y se pretende ir con las cartas boca arriba. Veremos cuántos catalanes apoyan a los partidos independentistas o a la lista única en esas elecciones autonómicas. Mi duda es si se atreverán a seguir con sus planes contando con un parlamento mayoritariamente independentista que no haya sido mayoritariamente votado por los catalanes. Imaginemos una participación del 60% y un apoyo al independentismo del 60% de los votantes. ¿Serán capaces de sostener que están legitimados para promover la independencia? Sospecho que sí y ahí habrá lío. Mas quiere un resultado claro, contundente. No lo va a conseguir, pero en el intento consolida su liderazgo por delante de ERC. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

"El sueño de Ellis" (The inmigrant), una buena película

Entre los temas de actualidad social incluyo el comentario de películas recientes. "El sueño de Ellis" cuenta la historia de una inmigrante polaca que llega a Nueva York en 1921. Ewa, la protagonista, una chica joven y guapa, deja Polonia con su hermana enferma tras haber visto como unos soldados decapitaban a sus padres durante la guerra. En el viaje en barco la violan y esa violación le hace pasar por mujer de dudosa reputación: la excusa para que unos tíos que iban a acogerlas en Nueva York la rechacen. Evita la deportación gracias a un proxeneta que, pese a todo, no la trata demasiado mal porque se ha enamorado de ella. En definitiva, la vida le golpea con dureza, le pone a prueba y le lleva a prostituirse. Hasta aquí la historia podría parecer trivial. Lo que le otorga hondura es la interpretación moral que hace Ewa de sus acciones. Su conciencia no se amolda al ambiente casquivano para hacerle más llevadera la situación. Ni siquiera actuar por necesidad le evita el sentimiento de culpa. Llega un momento en que se confiesa, para mí una de las escenas más impactantes de la película. Le cuenta al cura su terrible historia hasta llegar al momento en que relata que vende su cuerpo por dinero. Después de escuchar las circunstancias terribles que le han llevado a esa situación, el sacerdote -incapaz de la más mínima empatía- le dice que es justo que Dios la castigue y que debe dejar a ese hombre (el proxeneta). Al final la historia se edulcora con el dinero que le da su tía para sacar a su hermana enferma de la isla de Ellis y coger un tren que las llevará a California. Una buena película, tanto por la recreación de Nueva York, como por la historia. Además, son excelentes las interpretaciones de Marion Cotillard (ganadora de un Óscar) y Joaquin Phoenix (aunque algunos le critiquen por sobreactuar, a mí este actor me convence).

martes, 18 de noviembre de 2014

Pedro Sánchez y su "genial" idea del derecho a la diferencia sin diferencia de derechos

Pedro Sánchez ha señalado alguno de los objetivos que tendría la reforma constitucional de la que tanto viene hablando. Con relación a Cataluña se trataría de reconocer su singularidad sin que ello se traduzca en un trato de favor que la privilegie frente a otras comunidades autónomas, a diferencia de lo que ahora sucede con el País Vasco y Navarra. Sus asesores se habrán pasado varias noches en vela para darle esa frase mágica con la que se ha deleitado diciendo algo así como que hay que reconocer el derecho a la diferencia, pero no la diferencia de derechos (imaginen que pongo unos aplausitos de wasap que aquí vienen al pelo). Eso significa admitir que España es, en el mejor de los casos, una nación de naciones (el País Vasco, y Galicia probablemente también, reivindicarían su condición de naciones), es decir, hacer de España un Estado plurinacional.

Lógicamente, lo primero que implicaría ese reconocimiento reforzado de la singularidad nacional catalana sería el trato privilegiado a la lengua catalana en el ámbito público catalán. Existiría allí el deber de conocerlo. Por lo demás, al margen de la lengua, imagino que ese trato diferenciado no le preocupa a Sánchez porque la soberanía seguiría residiendo en el conjunto de los ciudadanos del Estado español y la financiación autonómica se pactaría entre todos sin que que se tradujera en dotar a Cataluña del estatus del País Vasco y Navarra.

Sánchez cree que el reconocimiento de la independencia nacional de Cataluña –eso es exactamente lo que significa decir que Cataluña es una nación que no forma parte de la nación española- no tiene consecuencias prácticas. Claro que puede plantear la ambigüedad de decir que España es una nación de naciones, pero ya me dirán adónde conduce esa flagrante inconsistencia conceptual. Si se reconoce la independencia nacional de Cataluña, ¿cómo puede seguir defendiéndose con coherencia que el fundamento de su derecho a la autonomía es la Constitución? Una nación reclama su condición de sujeto político soberano, aunque en el ejercicio de su soberanía decida unirse a otras naciones en el marco de un Estado. La propuesta de Sánchez aproximaría la realidad española a la del Reino Unido y, por tanto, fácil es suponer que los independentistas catalanes tendrían argumentos, muy sólidos esta vez, para reclamar el derecho a decidir.

La “solución” que propone el PSOE de Sánchez implica una cesión al nacionalismo catalán sin ningún tipo de garantía, pero lo peor no es eso. Lo que debería causar estupor es que el PSOE demuestre una vez más que no cree en la nación española, ya que no defiende algo tan elemental como que España es una nación de la que Cataluña forma parte. Bien está que los nacionalistas catalanes se consideren a sí mismos una nación, pero no hay que darles la razón si se cree que no la tienen. En estos casos hay que mantener el pulso y buscar otro tipo de salida que no consista en renunciar al núcleo de tu posición. Los independentistas catalanes saben que la consideración de Cataluña como nación es irrenunciable. Lo mismo tiene que hacer un partido nacional español respecto a la nación española. La solución pasa por lo que expuse en el post “Ante el problema catalán”, es decir, medir las fuerzas del independentismo por cauces constitucionales (elecciones autonómicas) y reconocer la evidencia de que si los catalanes muy mayoritariamente se consideran una nación y desean la independencia resulta imposible que España lo siga siendo, en cuyo caso deberíamos ser el resto de españoles los primeros interesados en la secesión de Cataluña, pues nada bueno puede derivarse de prolongar una unión que sólo genera discordia. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

La Constitución nos está salvando

Es ahora, precisamente ahora que tanto hablan los unos y los otros de la necesidad de reformarla o de acabar con ella, cuando la Constitución del 78 está permitiéndonos ver su verdadera utilidad. Lo que Iglesias califica despectivamente como “candado” es su principal virtud: la garantía de que el rumbo colectivo no se puede tomar por mayorías coyunturales, sino por mayorías reforzadas con el pronunciamiento explícito del soberano, el pueblo español. ¿Se imaginan que no contáramos con la Constitución? Claro que ésta no basta cuando los políticos deciden emprender el camino del dislate o la felonía, pero está revelándose como un instrumento útil para frenar las tentaciones de moverse a golpe de mayoría sin importar que ello suponga introducir la discordia. Afortunadamente, la Constitución del 78 está muy viva porque está cumpliendo su papel garantista, mal que les pese a algunos. 

domingo, 16 de noviembre de 2014

El "candado" del 78

Si alguien tenía alguna duda de lo que representa votar a Podemos, las palabras de Pablo Iglesias de este fin de semana no pueden ser más claras y preocupantes. Nada menos que promete acabar con el régimen del 78. Lo dicho por Iglesias es grave por dos motivos. Por una parte, la valoración negativa que hace de la etapa democrática que estamos viviendo es incomprensible. Claro que se han cometido errores, algunos muy graves, pero por encima de todo está la recuperación de las libertades que, entre otras cosas, permiten que pueda emerger una formación como Podemos. Por otra parte, y quizá esto sea más grave, el hecho de utilizar la expresión "acabar" con el régimen del 78 nos retrotrae al siglo XIX, a esas etapas de ruptura radical en las que se sucedían las Constituciones en un clima político presidido por la discordia. ¿Eso es lo que pretende Podemos para España? Parece que sí. Su estrategia consiste en presentarse como una alternativa no para reformar, sino para romper. Pero si carecen de apoyos para una ruptura por vías constitucionales fácil es imaginar que, caso de gobernar, optarían por una política sectaria con supuesta veste democrática.

martes, 11 de noviembre de 2014

Ante el problema catalán

Pese a que resulte indignante ver cómo una minoría pisotea la Constitución y se mofa de la soberanía del pueblo español, el análisis de lo acontecido el domingo en Cataluña no debe ser visceral, sobre todo en lo que respecta a la actuación del Gobierno de Rajoy.

La primera impresión nos lleva a pensar que si el Tribunal Constitucional había suspendido el “proceso participativo” impulsado por la Generalitat catalana, el hecho de que se haya producido menoscaba la credibilidad de las instituciones del Estado de Derecho y deja a Rajoy como un presidente incapaz de mantener incólume el orden público constitucional. Por ello, es lógico que se le critique duramente hasta el punto de llamarle traidor, como hace Santiago Abascal, presidente de Vox. Sí, toda la razón, pero “¿habría sido mejor correrlos a hostias por toda Cataluña mientras la Guardia Civil [o los mossos, venga] quemaba las urnas en una pira ante las cámaras de la CNN?” como se pregunta José García Domínguez. Y es que a veces tener razón nos puede llevar a equivocarnos, sobre todo cuando se abordan problemas políticos.

En el azaroso ejercicio de interpretar las razones del héroe del silencio yo me inclino a pensar que Rajoy, después de sopesar ventajas y costes, llegó a la conclusión de que la imagen de policías cerrando locales, llevándose urnas y -es de suponer- pegando mamporros era mucho más perjudicial que dejar que todo sucediera como finalmente se produjo, porque, al margen de otras consideraciones, ello no le impedía instar la actuación de la fiscalía con posterioridad, como parece que así va a ser. Por otra parte, no cabe descartar, a raíz de las últimas informaciones publicadas, que Rajoy y Mas pactaran lo de ayer: Mas puede “vender” a los suyos que la consulta, pese a todo, se celebró, y que además se produjo gracias a él, que asumió la responsabilidad de lo acontecido. Por su parte, Rajoy puede seguir diciendo, y es verdad, que lo de ayer no fue ni un referéndum ni una consulta con garantías democráticas, tal y como destaca hoy la prensa internacional. No obstante, queda mucho más debilitado Rajoy, pues si su partido tenía como bandera la defensa de la nación española, hoy hasta por ahí hace aguas el PP. Rajoy lo ha permitido y eso, felonía al margen, tiene un coste político altísimo, pues bajo su mandato se ha producido un gravísimo quebrantamiento del Estado de Derecho.

Rajoy debía haber actuado mucho antes para evitar lo del domingo. Debía haber preparado el terreno para que si esta se producía se tuviera la certeza de que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado actuarían sin vacilación. Al no haber tenido ninguna iniciativa política en la lucha contra el independentismo más allá que la mera interposición de recursos ha llegado muy debilitado al pulso final y por eso se ha asustado de esa imagen de correrlos a hostias a la que se refiere García Domínguez. Rajoy no ha comprendido que la defensa del Estado de Derecho exige la defensa de su fundamento, España, la nación española, y que ésta no se logra únicamente a través de medidas jurídicas, sino mediante una iniciativa política que dé respuesta al desafío independentista. ¿Cómo plantar cara políticamente al independentismo? Esta es la gran pregunta. Antes de responder lo que creo que habría que haber hecho y que todavía estamos a tiempo de hacer, diré que lo último que debe hacerse ahora mismo es negociar una reforma constitucional con los independentistas catalanes. En este momento, después de haber actuado de forma manifiestamente ilegal y antidemocrática, jamás. Si la actitud de Rajoy es vergonzosa, ya me dirán cómo calificar las declaraciones de Pedro Sánchez el mismo domingo. Que en pleno desafío a la Constitución el líder del PSOE diga que quiere a los catalanes para liderar el cambio en España es bochornoso, patético, ridículo a más no poder. El PSOE se ha puesto de perfil, como siempre, cuando se trata de defender la España constitucional, optando por una inexistente tercera vía dada la polarización del movimiento independentista. Fíjense que de haber instado a la fiscalía a actuar Rajoy no hubiera estado respaldado por el principal partido de la oposición, ni por supuesto por Podemos, cuyo proyecto político no se basa en modo alguno en la defensa de la nación española. Sólo UPyD y Ciudadanos (por referirme a partidos con presencia parlamentaria y vocación nacional) habrían respaldado a Rajoy, y cada vez es más evidente para algunos que la gran esperanza radica en estos partidos como fuerzas regeneradoras del sistema constitucional del 78. Pero este es otro tema, aunque guarde relación con el que nos ocupa.

Retomemos el asunto. ¿Cómo combatir políticamente el independentismo? Yo me atrevería a dar tres claves.

1. Asumir la realidad regional de España. Hay quienes piensan que España es una nación de ciudadanos libres e iguales, o que así debería concebirse. Y no les falta razón, pero España es más que eso. La Constitución reconoce el derecho a la autonomía de las “regiones” y “nacionalidades” que la constituyen. El Tribunal Constitucional ha sostenido reiteradamente que la autonomía no tiene su origen en supuestos derechos históricos, sino que se fundamenta exclusivamente en la Constitución. Eso es verdad, pero no lo es menos que la Constitución no crea esas regiones, sino que reconoce su existencia, al margen de cómo luego se articulen en comunidades autónomas. Es decir, España se compone no sólo de ciudadanos, sino de sociedades intermedias de inserción, como son las regiones. La autonomía política de las regiones y nacionalidades constituidas en comunidades autónomas significa que son capaces de reflexionar sobre su propia realidad, sobre su “nosotros” regional y pensar en España como proyecto común desde su propia perspectiva valenciana, murciana, andaluza o gallega. Pero esa reflexión puede concretarse en un deseo de independencia más o menos mayoritario, como sucede en Cataluña o el País Vasco. En definitiva, es fundamental darse cuenta de que la autonomía política del Estado de las autonomías abre la puerta al deseo de secesión, por lo que es de capital importancia que España cuente con proyectos nacionales. Si no es así se corre el riesgo de que el “nosotros” regional termine por representar un factor de identidad colectiva más importante que el “nosotros” nacional. Una política tecnocrática que abandone las referencias nacionales es un suicidio. Ni más ni menos que lo que Rajoy hace cuando dice eso de que aquí lo que importa es la economía.

2. Poner un listón visible al independentismo y anunciar las consecuencias. Esta idea me parece esencial. No hay que cerrar nunca las puertas a la posibilidad de que España deje de existir como nación, sobre todo si el deseo de secesión en una región alcanza un grado tal que hace imposible la concordia nacional. En esos casos la secesión puede ser incluso una buena solución para los que permanecen unidos. Cuando hablo de poner un listón visible al independentismo me refiero a dejar claro que pueden tener éxito en sus objetivos si realmente cuentan con una mayoría muy cualificada de personas que apoyan la secesión en dicha región. La verificación de esa mayoría siempre debe producirse a través de mecanismos constitucionalmente legítimos. ¿Y cuál sería esa mayoría? Dado que la independencia implica una redefinición completa del “nosotros”, no estamos hablando de elegir a nuestros representantes parlamentarios para los próximos cuatro años, se trata de una decisión en la que está democráticamente justificado reclamar un pronunciamiento explícito en tal sentido de un amplio porcentaje del cuerpo electoral de esa región. Por eso aquí el nivel de participación es muy relevante. A mi juicio una medida muy adecuada para combatir el independentismo sería lanzar el mensaje de que si los partidos catalanes deciden convertir las elecciones autonómicas en un plebiscito sobre la independencia a través de un único punto en su programa electoral, tienen todo el derecho a presentárselo así a los ciudadanos. Y acto seguido decirles que si en esas elecciones la participación alcanza el 80% y el apoyo a los partidos favorables a la independencia es de más del 70% el partido X propondrá una reforma constitucional para que todos los españoles puedan votar y hacer efectiva la secesión. Inmediatamente dejaría claras las consecuencias: quien decide marcharse debe saber que se le tratará como a un Estado extranjero y se intentarán lograr las máximas ventajas para quienes permanecemos unidos. Es decir, que los ciudadanos de la región que se separa tengan muy claras las consecuencias de semejante decisión.

3. Respeto a la Constitución. El último punto en la batalla contra el independentismo es un escrupuloso respeto a la Constitución, al Estado de Derecho. Si se ha sentado lo anterior, la defensa de la Constitución se fortalece moralmente porque le has arrebatado al independentismo el argumento de que ellos son quienes defienden la democracia. El independentismo no defiende la democracia, defiende sus objetivos sin importarle que la participación en la votación ilegal del otro día no alcanzara un 40% de participación. Cualquier demócrata estaría avergonzado de pretender romper una nación de siglos de historia con tan escaso apoyo explícito popular. El verdadero demócrata es el que escucha a todo el pueblo y tiene en cuenta que incluso aquellos que no desean participar en unas elecciones forman parte del “nosotros” y no puede decirse que han dado su consentimiento a algo cuando en realidad no lo han hecho. Rajoy podría haber instado a las fuerzas y cuerpos de seguridad a defender la Constitución y al mismo tiempo haber esgrimido a su favor –reforzadamente- el argumento de la democracia si hubiera tenido la iniciativa política de poner un listón al independentismo en el marco de la Constitución. 

Rajoy no ha hecho absolutamente nada y el resultado ha sido el que conocemos. Todavía estamos a tiempo de combatir el independentismo asumiendo la necesidad de recuperar la iniciativa política en defensa de la nación española. El problema es que el panorama político español no invita precisamente a la esperanza.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Cambios en el blog

A partir de hoy el blog se centrará en comentar y reflexionar sobre asuntos de actualidad política y social. Pido disculpas a los lectores que han intentado acceder infructuosamente el blog durante este tiempo de reflexión que me he tomado sin previo aviso. 

lunes, 27 de octubre de 2014

El dilema entre el silencio y la inautenticidad

¿Qué sentido tiene decir lo que uno piensa si sólo puede traer problemas? Siempre hay intolerantes dispuestos a juzgar nuestras ideas con escasa benevolencia, así que, insisto, ¿por qué hablar y no callar? ¿Para sentirse bien con uno mismo? Las ideas se tienen aunque no se expresen públicamente. Si uno decide darlas a conocer es porque cree que pueden tener cierto valor para un determinado lector, pero también pueden incomodar y costarnos caras. En términos utilitarios apostar por la libre expresión es un mal negocio, así que el asunto se convierte en una cuestión de dignidad, más que de compromiso social, pues pensar que nuestra opinión sirve a la sociedad tiene un tufillo de soberbia incamuflable. ¿Cuestión de dignidad, quijotada o insensatez? Supongo que dependerá de las circunstancias en las que se mueve el libre opinador. Para él puede ser lo primero, pero a ojos de otras personas resulta un quijote que provoca una sonrisa de conmiseración o un insensato que hace saltar las alarmas. Quizá no se trate de callar, sino de no meterse en polémicas innecesarias. Algunos lo hacen creyendo que no se nota, pero la falta de autenticidad se percibe a la legua. Aunque sea para reírnos de su temeridad parece que son necesarios gilipollas con dos cojones, porque al fin y al cabo mañana podemos morir, y algunos lo harán en silencio... 

jueves, 18 de septiembre de 2014

"Mecano"

Cuando se habla de la movida, de los grupos de los 80, tengo la impresión que se deja en un injusto segundo plano a Mecano, quizá porque no fueran tan transgresores e irreverentes. Pero Mecano fue un grupo colosal y un referente de la música española de los ochenta. Los expertos suelen destacar como su mejor álbum “Entre el cielo y el suelo”, que es estupendo, como casi todos, pero a mí me cautiva la sencillez de su primer disco, “Mécano”. Al igual que en la película “El crack”, de José Luis Garci, te deleitas con esas imágenes del Madrid de los ochenta, que son la traslación al cine de los paisajes urbanos de Antonio López, las canciones de Mecano en ese álbum dan cuenta de los problemas de aquellos años desde la perspectiva fresca de la juventud. Las canciones, en su mayoría de Nacho Cano, son auténticas, como lo han sido siempre los hermanos Cano, cada cual con su personalidad. Ritmos sencillos y letras que rezuman vida. Nos hablan de la angustia del adolescente en “Perdido en mi habitación”, “Me voy de casa” o “No aguanto más”, del consumismo que empezada a abrirse paso en “Busco algo barato”, de la guerra fría con “No pintamos nada”, de la trepidante vida urbana en “Quiero vivir en la ciudad”, y luego está la canción que les hizo famosos “Hoy no me puedo levantar”. En este álbum está Mecano en estado puro: Ana Torroja todavía no había aprendido a cantar y los teclados de Nacho Cano eran la seña de identidad del grupo. 

miércoles, 27 de agosto de 2014

UPyD y Ciudadanos deben unirse

Desde la perspectiva del observador ajeno a los navajeos propios de la política, parece difícil no estar de acuerdo con Sosa Wagner en que la fusión o coalición de UPyD y Ciudadanos es más que lógica y conveniente para ambos partidos. Claro está que hay que aplicar el “programa, programa, programa” con que nos machacó sensatamente Julio Anguita en su día antes de dar forma al matrimonio político. Pero tal y como está el panorama es una insensatez que estos partidos desperdicien esfuerzos yendo por separado. UPyD podría pensar que ellos ya tienen grupo parlamentario propio y los de Ciudadanos van a capitalizar su esfuerzo y, quizá, su infraestructura organizativa. En cierta medida es cierto, pero no se puede negar que Ciudadanos también ha recorrido un camino en solitario con gran éxito en Cataluña y la unión permitiría acabar con uno de los principales lastres de UPyD, por no decir el principal: su identificación casi total con la figura de Rosa Díez. Albert Rivera pertenece a la generación de Pablo Iglesias y si suma esfuerzos junto a Rosa Díez podríamos estar ante una ilusionante alternativa al bipartidismo anclada en torno a la defensa de la nación y del Estado constitucional en la que se articula. Si no aprovechan la ocasión corren el riesgo de ser barridos o quedar reducidos a una representación testimonial. 

viernes, 15 de agosto de 2014

El preceptor

Creo que esta reflexión publicada hace casi diez años en "Las Provincias" sigue siendo válida y la reproduzco en el blog.

El preceptor
  
Ando estos días un tanto azorado por no haber leído a Azorín. Y es que tanto lo alaba Julián Marías, cuya figura y obra constituye para mí una referencia obligada, que he terminado por convencerme de que la lectura de Azorín es imprescindible. De momento, he ido a la librería a por uno de sus libros, La voluntad, aunque todavía no he tenido tiempo para hincarle el diente. Veremos qué tal congeniamos Azorín y yo porque, dado mi fervor galdosiano, no aventuro un amor a primera página.

Mi ignorancia de la obra de Azorín me ha hecho reflexionar sobre los largos veranos que pasaba felizmente enjugazado cuando era un adolescente. No es cuestión de mortificarse por ello, pues las decisiones personales no se pueden valorar desligadas del contexto en el que se adoptan. Además, hay tantas lecturas deliciosas reposando en los anaqueles que uno viviría en perpetuo desasosiego si se sintiera en falta por no haberlas saboreado. De todas formas, no puedo evitar pensar que podía haber dedicado más tiempo a la lectura de obras y autores que he conocido posteriormente, a veces merced a un buen consejo –nunca agradeceré lo bastante a José María Rojo que en primer curso de la carrera de Derecho me aconsejara leer Antropología Metafísica de Julián Marías-, otras por mero azar, movido por el deseo de saber.

Este pensamiento me llevó a plantearme cómo se pueden encuadrar ciertas lecturas básicas en la biografía de un español culto. Si durante la época formativa –Colegio, Instituto y, en su caso, Universidad- se pierde la oportunidad de familiarizarse con ese poso imprescindible, luego sólo una voluntad tenaz por mejorar y una buena dosis de suerte pueden paliar la falta. El problema es más grave de lo que se piensa, debido a que esas lecturas imprescindibles exigen un esfuerzo que va más allá del tiempo que se le puede dedicar en el colegio. ¿Y qué hay más allá de las aulas? Algunos pocos afortunados cuentan con una biblioteca en casa y padres que les aconsejan bien y les inician en los buenos hábitos. Otros, aunque carecen de esa suerte, no es infrecuente que también sean apoyados por sus progenitores, quienes, preocupados por el éxito académico de sus hijos, no dudan en contratar para ellos un profesor particular. 

Efectivamente, en nuestros días es muy frecuente contratar un profesor particular, sobre todo para matemáticas e inglés. No es que me oponga a esta figura, pero sí que detecto algunas taras en su enfoque. El profesor particular se presenta hoy como un remedio frente a la amenaza de fracaso escolar, pues, si el hijo está aprobando, se entiende que no hay nada de qué preocuparse. El profesor, que suele ser un especialista que profundiza en la materia que explican en el Colegio o Instituto, trata de que el alumno logre superarla. Si el alumno aprueba con buena nota, el profesor habrá cumplido su misión con éxito. ¡Qué diferencia entre esta figura y la de los preceptores de antaño!

En el pasado, la inexistencia de una educación obligatoria hacía que muchos padres contrataran preceptores que se encargaban de ofrecer una formación integral para sus hijos. Ilustres filósofos como Hobbes, Kant o Stuart Mill se ganaron la vida como preceptores. Ni que decir tiene que hoy nadie contrata un preceptor, en el sentido clásico del término, pues se entiende que para eso ya está el Colegio; además, nadie se ofrece como tal. Sin embargo, tras la reflexión a la que me llevó mi azoramiento azoriniano, he acabado convencido de que resultaría altamente provechoso recuperar esta figura. 

Por una parte, nos hallamos con una educación de muy baja calidad, por las razones que sean, en los niveles inferiores a la Universidad. Completar todo aquello que no se enseña y que, sin embargo, una persona culta debe conocer, bien se trate de conocimientos en sentido estricto, bien de determinadas habilidades, resulta mucho más importante que superar con éxito esta educación oficial. Además, está muy extendida la cultura de la especialización, cuyos males ya fueron advertidos por Ortega en La rebelión de las masas, que no favorece el esfuerzo extraescolar por adquirir una completa formación de base, y que conduce de manera excesivamente temprana a orientar a los estudiantes hacia aquello en lo que destacan, porque es lo que les garantizará un puesto de trabajo bien remunerado. La especialización es importante, qué duda cabe, pero cuando es excesiva embrutece y debe ser combatida. Finalmente, la ingente bibliografía existente puede redundar, si no se dispone de una buena orientación, en una considerable pérdida de tiempo en lecturas poco provechosas.

Este panorama aconseja contar con un buen preceptor: una persona culta, íntegra y cabal capaz de orientar la formación integral del alumno, que complete la imprescindible labor educativa que le compete a la familia y al colegio sin guiarse por las urgencias académicas del estudiante. El preceptor puede evitar muchos esfuerzos baldíos si guía al alumno sabiamente con un adecuado plan de lecturas, estimulándole a adentrarse en ellas y facilitando su asimilación con explicaciones e intercambio de impresiones. Entre ellas, en mi opinión, Galdós no debería faltar; Marías me ha persuadido de que Azorín  tampoco, pero ya les contaré.

"Eso se olvida"

La mujer de Pujol, Marta Ferrusola, le susurra a su marido que la querella que le han presentado los de “manos limpias” no tiene importancia, que “eso se olvida”. ¿Quién lo olvida? Supongo que la gente, pero ¿acaso el olvido de la gente justificaría sus acciones? Me produjo un profundo asco escuchar las palabras de esta mujer, al tiempo que permite entender perfectamente la catadura moral de sus cachorros, hijos de papá y mamá. La evidencia de que Pujol es un sinvergüenza y la constatación de la mierda que le ha envuelto a él y a su partido afectan sin duda alguna a la posición de Mas, pues dejan entrever la impostura de Convergencia en la defensa de sus argumentos. Es difícil no pensar que detrás de todo se halla poder y “negoci”.

sábado, 26 de julio de 2014

El informe sobre las balanzas fiscales

El estudio dirigido por el Prof. Ángel de la Fuente sobre las balanzas fiscales de las Comunidades Autónomas publicado por el Ministerio de Hacienda contiene valoraciones de sus autores que no son asumidas por el Ministerio. Pueden leerse en el documento disponible en la web de Fedea (http://www.fedea.net/documentos/pubs/eee/eee2014-03.pdf). Apenas son tres páginas y un cuadro (el cuadro 22 de la pág. 54) que sirven para dejar clara la situación de injusticia que se vive en España en función de la Comunidad Autónoma en la que cada ciudadano resida.

Se preguntan los expertos qué parte de los saldos fiscales deberían preocuparnos, porque en líneas generales consideran que el problema no es preocupante: “Un resultado central del análisis que es sin duda extrapolable a ejercicios más recientes que el analizado es que lo que podríamos denominar el componente potencialmente preocupante de los saldos fiscales regionales es relativamente reducido. Casi tres cuartas partes de tales saldos se deben simplemente a que en los territorios más ricos se pagan más impuestos por habitante que en los pobres. El cuarto restante proviene de la distribución del gasto público y aquí sí que hemos encontrado indicios claros de cosas preocupantes, aunque de una escala en principio manejable”.

Es decir, el déficit fiscal de las regiones ricas en buena medida se explica porque existe un flujo solidario hacia las regiones pobres. Pero que esto no es así lo evidencia el superávit fiscal no sólo de las comunidades forales, sino también de regiones ricas como Aragón o La Rioja. Pero sigamos con la valoración de los expertos. Según ellos, el gasto preocupante asciende a 11.400 millones de euros, cantidad que bien repartida -esta observación es mía- permitiría a determinadas Comunidades Autónomas acercarse o cumplir con el objetivo de déficit y por tanto exigir menos sacrificios a sus ciudadanos. Ellos mismos reconocen que “dentro de este apartado, hemos constatado que existen diferencias muy notables y muy difíciles de justificar entre unas regiones y otras en materia de financiación regional y local y que se dedica un volumen importante de recursos a diversos programas de ayudas regionales (entre los que habría que incluir las rebajas tributarias de las que disfrutan ciertos territorios) cuya efectividad convendría valorar”. Por ello, concluyen que “una reforma del sistema de financiación regional orientada hacia una mayor igualdad podría mitigar de forma muy significativa los problemas de equidad que hemos identificado en este informe, especialmente si consigue comenzar a reducir las diferencias en recursos por habitante ajustado entre las comunidades forales y el resto de España”.

Dejando al margen el gasto público de ámbito nacional, según ellos hay dos componentes de gasto al que prestar atención que si se aparta de la igualdad que en principio debería darse entre todos los ciudadanos, debería cuando menos justificarse: “El primero de estos grupos es lo que hemos llamado el gasto territorializable en sentido estricto, esto es, la financiación regional y local, el gasto en infraestructuras y transporte, las ayudas regionales y el gasto en servicios colectivos o de ámbito local como la sanidad, la educación o la seguridad ciudadana. El segundo grupo tiene que ver con la existencia de peculiaridades regionales en la normativa tributaria que permiten a ciertos territorios disfrutar de sustanciosas rebajas fiscales que, a los efectos que aquí nos interesan, habría que considerar como ayudas regionales”. El cuadro 22 y su interpretación no dejan lugar a dudas respecto al problema, y sobre todo respecto a quiénes son las grandes beneficiadas y las grandes perjudicadas, es decir quiénes son en España ciudadanos de primera, de segunda,  o parias tontolculo como nosotros, los valencianos. Escuchen a los expertos referirse al cuadro 22:“Mirando la última fila del Cuadro, se ve que estamos hablando de unos 11.400 millones de euros o un 1,1% del PIB nacional que se distribuyen entre regiones de una forma potencialmente cuestionable. Las principales partidas a considerar son las siguientes. La menor presión tributaria de la que disfrutan los territorios con regímenes fiscales especiales (Canarias, Ceuta y Melilla y las comunidades forales) supone una subvención implícita de unos 3.500 millones de euros a pagar entre todas las demás regiones. Por otro lado, tenemos que aproximadamente la mitad del “exceso” de gasto territorializable se concentra también en las comunidades forales, gracias fundamentalmente a una financiación regional muy superior a la del resto del país. La otra mitad se reparte desigualmente por el territorio nacional, dejando al litoral mediterráneo y a Madrid en clara situación de déficit. Sumando ambas partidas y dividiendo por la población, vemos que las regiones más perjudicadas por la situación existente en 2011 eran Valencia y Murcia, con déficits por habitante de 808 y 638 euros respectivamente, seguidas de Andalucía (-361), Baleares (-300), Madrid (-201) y Cataluña (-176), y que las más beneficiadas eran Ceuta y Melilla (+3.011), el País Vasco (+2.070), Navarra (+1.479) y Canarias (+1.289)”.

Fíjense en la brutalidad del dato. Mientras que el gasto que en estos conceptos se distribuye por valenciano es de -808 euros, el gasto por vasco es de +2.070 euros. Es decir, una diferencia de 2.878 euros por habitante. Esto se sabía, pero ahora parece que se tiene interés en que se sepa más, aunque veremos si el gobierno se atreve a coger el gran morlaco del concierto y el cupo por los cuernos. Como valenciano me parece muy preocupante la ausencia de vigor por parte de la sociedad valenciana para reivindicar con energía proporcional a la gravedad del asunto que se ponga fin de inmediato a esta injusticia flagrante. Contrasta esta situación con las manifestaciones a favor del Plan Hidrológico Nacional organizadas en su día por el PP. Los catalanes tienen razón en su enfado, pero nada comparable a lo de Valencia y Murcia, más de seis millones de ciudadanos maltratados primeramente por gobernantes incapaces y corruptos (en el caso de Valencia), y por un Gobierno central al que le importa un bledo el problema mientras el Lehendakari no se ponga detrás de las romerías independentistas que recorren las calles vascas. El problema catalán no se explica solo por su déficit fiscal, pero estamos ante un problema político de primera magnitud que hay que solucionar de una vez por todas conjugando justicia y solidaridad. No puede ser que Comunidades Autónomas con menor PIB por habitante financien a Comunidades más ricas, y eso es exactamente lo que sucede en España con el régimen foral del concierto y el cupo. Por cierto, ¿han escuchado a los de Podemos decir algo al respecto? Yo desde luego que no. ¿Y qué dicen PP y PSOE? Tampoco escucho nada sobre el particular a los líderes de estos partidos. El único partido nacional que sin ambages se ha pronunciado de manera muy clara sobre este problema ha sido UPyD. Que cada cual saque sus conclusiones.

lunes, 14 de julio de 2014

Impresiones sobre el triunfo de Pedro Sánchez

Me parece arriesgado opinar sobre el cambio que se ha producido en el PSOE porque no soy militante socialista y desconozco lo que se cuece allí a nivel interno, y no he apreciado en los tres candidatos un perfil y unas ideas lo suficientemente definidas. Lo que tengo, pues, son impresiones. Y mi impresión es que Pedro Sánchez era la opción más moderada de las tres que se presentaban. Y cuando hablo de moderación en el PSOE me refiero básicamente a dos cuestiones: respeto al régimen monárquico y alineamiento con el PP en lo esencial con relación al problema catalán. También llama la atención que en sus primeras declaraciones Sánchez haya puesto la primera banderilla a Podemos, al señalar que sus ideas nos llevarían a una depresión económica. Se da perfecta cuenta de que el PSOE no puede pretender ganar votantes escorándose a la izquierda y compitiendo con IU y Podemos. El reto del “guaperas” –eso dicen de él- es construir un partido socialdemócrata que sepa dar respuesta a los desafíos de los nuevos tiempos sin poner el riesgo la estabilidad del sistema. Para ello es fundamental que sea capaz de configurar un equipo de políticos de talla. Y eso no es cosa fácil. En cuanto a si Sánchez en realidad es un tapado de Susana Díaz, es evidente que su triunfo se ha basado en el apoyo de los socialistas andaluces, y eso tendrá consecuencias, al igual que las tuvo que Zapatero fuera Secretario General gracias al apoyo decisivo del PSC. Pero ya se irá viendo.

sábado, 5 de julio de 2014

Death Theme

Una de las piezas musicales más bellas que conozco. Compuesta por el gran Ennio Morricone, el "Death Theme" acompaña la agonía de Mallone en la película "Los intocables". Disfrútenla.

jueves, 3 de julio de 2014

Pablo Iglesias y la nueva generación

Desvelado, me he ido al salón a contemplar la noche cerrada que precede al alba. Y mientras espero que comience un nuevo día quiero compartir una reflexión sobre Pablo Iglesias y lo que representa. Sepa, lector, que conocí la existencia del personaje la misma noche de las elecciones europeas en que dio la campanada. Eso sí, luego me ha vencido la curiosidad y he visto su manera de conducirse en programas de televisión. Pablo Iglesias comunica bien, es locuaz y capaz de debatir argumentalmente. Apenas se rasca un poquito es fácil contemplar la endeblez de sus argumentos, pero como delante sólo tiene periodistas cuyo único propósito es pillarle en renuncios y contradicciones, incapaces de entrar en el debate ideológico, su figura se está agrandando ante cierto sector de la opinión pública. Su irrupción está propiciando un saludable debate ideológico que ha pillado a los partidos políticos con el pie cambiado, y al que no van a tener más remedio que entrar. 

Pero el fenómeno Pablo Iglesias admite una lectura mucho más interesante si se realiza en clave generacional. Estamos viviendo una circunstancia curiosa. Políticos de tres generaciones están presentes con fuerza en la política española. El Presidente del Gobierno pertenece a la generación de los nacidos entre 1946 y 1961, la generación de Aznar, Rubalcaba, Rosa Díez o Esperanza Aguirre. Una generación leal al espíritu de la Transición que, aunque se bate en retirada, todavía desempeña un importante papel en la política española. Luego está la generación que debería ahora mismo tener el mayor protagonismo por la edad de los que a ella pertenecen, la de los nacidos ente 1961 y 1976, la generación de Zapatero (aunque nacido en 1960 sostengo que pertenece a esta generación), Nuñez Feijoo, Soraya Sáenz de Santamaría, Susana Díaz o Pedro Sánchez entre otros. Es una generación de políticos forjados en el aparato de los partidos, sin hondura ideológica ni convicciones más allá de la conquista del poder. Precisamente por ello corre el "riesgo" de ser barrida del mapa por la nueva generación emergente, la de los nacidos entre 1976 y 1991. Una generación profundamente ideologizada dispuesta a romper con los corsés de los aparatos partidistas. En el caso de la izquierda, asumiendo los clichés ideológicos forjados a partir del 2000 (defensa de la República, reivindicación del anti-fascismo, frentismo...), sus representantes más destacados son Pablo Iglesias y Alberto Garzón. El centro-derecha sólo tiene un nombre emergente que lógicamente se ha tenido que abrir paso fuera de los grandes partidos, Albert Rivera. Obsérvese que los políticos de esta generación están renovando la oratoria y el gusto por el debate político, y no se hallan condicionados en absoluto por el legado de la Transición. 

Rajoy ha reaccionado frente al nuevo tiempo que se esta abriendo proponiendo reformas. Pero la situación política exige mucho más que reformas para ser interpretada correctamente. Asistimos a una nueva sensibilidad respecto a la forma de hacer política, y sólo si esto se comprende podrá entenderse el fenómeno Pablo Iglesias. El PP va a tener muchas dificultades si no es capaz de entrar al debate que exigen los nuevos tiempos. Pero me temo que sus estructuras internas únicamente propician políticos de aparato y argumentario enlatado, lo mismo que un PSOE que va a rebufo de Iglesias y, probablemente, Alberto Garzón. Increíblemente siguen sin ver que la solución a sus males pasa por un proyecto de izquierdas centrado, capaz de aglutinar mayorías moderadas, y español. Porque, aunque parezcan haberlo olvidado, a la gran mayoría de españoles les interesa España. Y ya despunta el alba...

sábado, 14 de junio de 2014

Lo que el PSOE debe resolver

El proceso de elección de líder abierto en el PSOE puede tener gran repercusión en la respuesta a la crisis nacional que vive España y que hoy nadie niega. Madina apuesta por un partido más socialista, laico y de izquierda. Otro candidato, un tal Pérez Tapias, abiertamente aboga por una orientación republicana. Es lógico que los socialistas abran un debate ideológico, pero lo más importante, lo decisivo de cara a su futuro como partido de gobierno, es su posicionamiento con relación a la cuestión nacional. Y aquí existe la tentación de centrar el debate en si Monarquía o República, cuestión no exenta de importancia, pero secundaria. Lo decisivo es qué piensa el PSOE de España. Si no saben dar respuesta están pérdidos y se verán condenados a un papel más o menos relevante en una posible alianza de izquierdas.

martes, 3 de junio de 2014

República, monarquía y democracia

Aprovechando la coyuntura, como era de esperar, han comenzado a movilizarse los partidarios de acabar con la monarquía y dar paso a la III República o, cuando menos, de celebrar un referéndum en el que los españoles nos pronunciemos expresamente sobre la cuestión. Entre los argumentos que se esgrimen a favor de la República está el de que es más democrática que la monarquía dado que los ciudadanos eligen directamente al Jefe del Estado. 

La democracia es un régimen en el que en último término todo descansa en el libre consentimiento del pueblo. Gobernar de manera constante en contra del sentir popular es antidemocrático. Al pueblo hay que escucharle, pero para ello no es siempre necesario que se pronuncie a través de las urnas. Esto es lo que hay que comprender cuando se habla de la monarquía. Al margen de que la Constitución puede reformarse y España convertirse en una República, la monarquía se sustenta en el prestigio social traducido en el respaldo popular con el que cuenta en cada momento. Y es misión del monarca revestir su actuación de autoridad para reforzar dicho respaldo. El “positivismo democrático” considera que sólo se puede conocer la voluntad popular correctamente a través de las urnas, de tal forma que el pueblo debería ser consultado casi sobre todo periódicamente, lo cual parece exagerado y se traduce en falta de estabilidad y en una vida política sometida innecesariamente a fricciones.

El respaldo con el que cuenta la monarquía u otras instituciones democráticas se conoce sin necesidad de votar. Es precisamente esa falta de respaldo lo que ha motivado la abdicación del Rey, consciente de que es necesario dar un impulso a la institución para que recobre el aprecio popular. Y son los partidos políticos quienes deben ser sensibles al descontento popular y, en su caso, valorar la necesidad de convocar un referéndum. Personalmente, no tengo inconveniente en que se celebre un referéndum sobre la forma de Estado. En caso de que se produjera estoy convencido de que ganaría la opción monárquica de Felipe VI, ya que hay buenas razones para preferir la monarquía: entronca con la tradición española, asegura mejor el ejercicio independiente del papel moderador que corresponde al Jefe del Estado, es una institución que favorece los puentes de entendimiento con Hispanoamérica, y favorece la estabilidad política. Por otra parte, ya estamos viendo que quienes defienden la República parecen querer entroncar con la II República, aunque sólo sea por la bandera tricolor. Sería interesante que los actuales republicanos tuvieran la imaginación suficiente como para pensar en una III República respetuosa con los símbolos nacionales actuales e integradora de todas las corrientes políticas.

P.D. Un último apunte para los que creen imprescindible el referéndum. ¿Cuánto creen que duraría la monarquía si el Rey fuera continuamente abucheado en cualquier acto público?

domingo, 11 de mayo de 2014

El platanito

Me parece muy mal que se lance cualquier objeto a un campo de fútbol, y mucho menos un plátano, que tiene connotaciones racistas. Así que sanción al canto para el fulano. Y dura. ¡Pero no a perpetuidad por amor de Dios! Sancionar a perpetuidad es condenar de por vida, considerar irredimible a alguien. Me parece un auténtico despropósito. Por otra parte, no digo que haya que tomarse a la ligera los insultos en los campos de fútbol, pero también hay que contextualizar y desdramatizar. Recuerdo cuando Míchel le hizo la famosa "tocata" de cataplines a Valderrama, el Gullit blanco, y cada vez que pisaba Mestalla nos engolosinábamos cantando a coro el "Míchel, maricón". Mientras la gente cantaba se reía a sabiendas de que representaba su papel de público provocador. Y siempre me gustó ver que el propio Míchel se tomó todo el suceso con simpatía, porque la verdad es que la escena es para mondarse de risa.

lunes, 21 de abril de 2014

"Hable con ella"

Me gusta Almodóvar. Su cine tiene un sello estético inconfundible y algunos de sus guiones son magníficos. Pero sobre todo veo en él un artista que bucea en su interior y ofrece aquello que tiene dentro en cada momento. Esa personalidad se traduce en originalidad artística, uno de los genuinos rasgos de un creador. De todas sus películas hay una extraordinaria que tengo grabada y que me da vergüenza decir cuántas veces he visto. Se trata de “Hable con ella”. Creo que no ha habido mayor escándalo en el cine español que el cometido con esta película. No sólo en los premios Goya se conformó con un Goya testimonial a la mejor banda sonora, sino que enviamos como representante española a los Óscar “Los lunes al sol”, que por supuesto pasó sin pena ni gloria por Hollywood mientras Almodóvar ganaba el Óscar al mejor guión original con “Hable con ella”, además del Globo de Oro a la mejor película. Increíble que los miembros de la Academia no supieran apreciarla. Menudo bochorno pasarían.

“Hable con ella” me permitió descubrir a Darío Grandinetti, un actor argentino del que no tenía ni idea y que me dejó impresionado. Su forma de interpretar a Marco es magistral. Gestos, palabra reposada, sentimientos contenidos y desatados. Es colosal. Y la escena de la velada nocturna con Caetano Veloso cantando “Cucurrucu Paloma” es tan bella que, como le pasa a Marco, el hombre capaz de llorar, hace que te salten las lágrimas. Y luego, naturalmente, está la interpretación de Javier Cámara, que me tiene en el bolsillo desde “Ay, Señor, Señor” con Pajares. Esta película de “hombres” de Almodóvar es para mí una de las obras maestras del cine español y llevaba tiempo queriendo hacerle justicia.

domingo, 20 de abril de 2014

Prudencia, Ucrania, prudencia

Han comenzado las primeras escaramuzas con bajas en Ucrania y asusta pensar en la tragedia que se puede desencadenar si no se actúa con prudencia en estos momentos. Siempre es arriesgado opinar sobre países y situaciones que nos son desconocidas, pero me parece que el débil gobierno ucraniano se equivocaría gravemente si entra en las provocaciones de los “prorrusos” desplegando el ejército y dando a los lacayos de Putin la excusa perfecta para desencadenar una espiral que se traduzca en guerra abierta. Es comprensible que los ucranianos se sientan heridos en su orgullo tras perder Crimea sin la menor resistencia y crean que hay que parar los pies a Rusia porque terminarán desmembrando el país. Comprensible, pero completamente equivocada la reacción armada. Enérgica protesta, compromiso explícito de Ucrania de respuesta no violenta, apoyo sin fisuras de la comunidad internacional y sanciones contra Rusia es lo que más daño puede hacer a Putin. Si la situación se estabiliza y Ucrania sale de su órbita Rusia sufriría un serio revés. A lo mejor Ucrania debe entender que zafarse del control ruso tiene un coste territorial que merece la pena pagar si así se favorece la paz y la prosperidad de la nación.

viernes, 18 de abril de 2014

Efectos jurídicos "no vinculantes" (comentarios a la STC 42/2014)

La STC 42/2014, de 25 de marzo, declaró hace escasas semanas la inconstitucionalidad de la declaración de soberanía incluida en la Resolución 5/X del Parlament de Catalunya, “per la qual s’aprova la Declaració de sobirania i del dret a decidir del poble de Catalunya”. En la misma sentencia se estiman constitucionales el resto de puntos incluidos en la citada Resolución. Quisiera dedicar esta entrada a examinar los argumentos del Tribunal Constitucional.

Conviene comenzar transcribiendo los puntos de la Declaración:

“D’acord amb la voluntat majoritària expressada democràticament pel poble de Catalunya, el Parlament de Catalunya acorda iniciar el procés per a fer efectiu l’exercici del dret a decidir per tal que els ciutadans i les ciutadanes de Catalunya puguin decidir llur futur polític col·lectiu, d’acord amb els principis següents:

Primer. Sobirania. El poble de Catalunya té, per raons de legitimitat democràtica, caràcter de subjecte polític i jurídic sobirà. 

Segon. Legitimitat democràtica. El procés de l’exercici del dret a decidir serà escrupolosament democràtic i garantirà especialment la pluralitat i el respecte de totes les opcions, per mitjà de la deliberació i el diàleg en el si de la societat catalana, amb l’objectiu que el pronunciament que en resulti sigui l’expressió majoritària de la voluntat popular, que serà el garant fonamental del dret a decidir.

Tercer. Transparència. Es facilitaran totes les eines necessàries perquè el conjunt de la població i la societat civil catalana tingui tota la informació i el coneixement adequat per a exercir el dret a decidir i perquè es promogui la seva participació en el procés.

Quart. Diàleg. Es dialogarà i es negociarà amb l’Estat espanyol, amb les institucions europees i amb el conjunt de la comunitat internacional.

Cinquè. Cohesió social. Es garantirà la cohesió social i territorial del país i la voluntat expressada en múltiples ocasions per la societat catalana de mantenir Catalunya com un sol poble.

Sisè. Europeisme. Es defensaran i es promouran els principis fundacionals de la Unió Europea, particularment els drets fonamentals dels ciutadans, la democràcia, el compromís amb l’estat del benestar, la solidaritat entre els diferents pobles d’Europa i l’aposta pel progrés econòmic, social i cultural.

Setè. Legalitat. S’utilitzaran tots els marcs legals existents per a fer efectiu l’enfortiment democràtic i l’exercici del dret a decidir.

Vuitè. Paper principal del Parlament. El Parlament, com a institució que representa el poble de Catalunya, té un paper principal en aquest procés i, per tant, s’han d’acordar i concretar els mecanismes i les dinàmiques de treball que garanteixin aquest principi.
Novè. Participació. El Parlament de Catalunya i el Govern de la Generalitat han de fer partícips actius de tot aquest procés el món local i el màxim de forces polítiques, d’agents econòmics i socials i d’entitats culturals i cíviques de Catalunya, i han de concretar els mecanismes que garanteixin aquest principi.

El Parlament de Catalunya encoratja tots els ciutadans i ciutadanes a ésser protagonistes actius del procés democràtic d’exercici del dret a decidir del poble de Catalunya”.

Según los letrados del Parlament de Catalunya, la Resolución es una declaración política que no tiene fuerza de ley ni efectos propiamente jurídicos, razón por la cual no tiene sentido que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre la misma. Que la resolución no tenga fuerza de ley no es relevante, pues la ley orgánica del Tribunal Constitucional permite la impugnación de disposiciones sin fuerza de ley, así como de resoluciones adoptadas por órganos de las Comunidades Autónomas en aplicación del art. 161.2 de la Constitución: “El Gobierno podrá impugnar ante el Tribunal Constitucional las disposiciones y resoluciones adoptadas por los óranos de las Comunidades Autónomas”. Por tanto, la clave desde el punto de vista de la inconstitucionalidad de la Resolución radica en que la Resolución puede tener unos efectos jurídicos incompatibles con la Constitución. Repárese en que si se interpretara únicamente en clave política su incompatibilidad con la Constitución sería irrelevante respecto a su inconstitucionalidad, aparente paradoja en la que conviene detenerse porque puede resultar incomprensible para algunos lectores.

De acuerdo con el art. 55 del Estatuto de Autonomía de Cataluña, el Parlament, además de representar al pueblo de Cataluña, ejercer la potestad legislativa y aprobar los presupuestos, “controla e impulsa la acción política y de gobierno. Es la sede donde se expresa el pluralismo y se hace público el debate político”. Ese impulso político puede concretarse en forma de resoluciones parlamentarias dirigidas tanto al gobierno de la Generalitat como a los ciudadanos. Así lo establece el art. 145 del Reglament del Parlament de Catalunya: “Les propostes de resolució del Parlament per a impulsar l’acció política i de govern es poden adreçar al govern de la generalitat o als ciutadans…”. A unas elecciones se presentan partidos que pueden estar completamente en contra de la Constitución, como sucede por ejemplo con las fuerzas independentistas. Es lógico que estas fuerzas expresen en el Parlament su ideología anticonstitucional y, si gozan de la mayoría necesaria, aprueben resoluciones políticas dirigidas a los ciudadanos abiertamente contrarias a la Constitución. El derecho a la libre expresión, sobre todo cuando se ejerce en conexión con el derecho fundamental a la participación en los asuntos públicos, ampara la posibilidad de expresar esa voluntad política contraria a la Constitución. Nuestro Tribunal Constitucional ha rechazado en numerosas sentencias la doctrina de la “democracia militante”, es decir, la condena de determinadas ideologías por resultar anticonstitucionales y/o abiertamente antidemocráticas. En esta sentencia el Tribunal reitera una vez más esta idea, concretamente en el fundamento jurídico 4º: “Ahora bien, la primacía de la Constitución no debe confundirse con una exigencia de adhesión positiva a la norma fundamental, porque en nuestro ordenamiento constitucional no tiene cabida un modelo de ‘democracia militante’”. Y, más adelante, concreta: “El planteamiento de concepciones que pretendan modificar el fundamento mismo del orden constitucional tiene cabida en nuestro ordenamiento, siempre que no se prepare o defienda a través de una actividad que vulnere los principios democráticos, los derechos fundamentales o el resto de los mandatos constitucionales, y el intento de su consecución efectiva se realice en el marco de los procedimientos de reforma de la Constitución, pues el respeto a esos procedimientos es, siempre y en todo caso, inexcusable (STC 103/2008, FJ 4)”. A la vista de esta doctrina queda claro que en principio nada impide que el Parlament apruebe resoluciones políticas que desborden o aspiren a superar el marco constitucional. Esto no significa minusvalorar la gravedad que dichas iniciativas pueden tener a la hora de convivir en armonía y concordia el conjunto de los españoles. Lo que sucede es que estamos ante un debate estrictamente político. Cuando la iniciativa política parlamentaria se traduce en resoluciones que pueden tener efectos jurídicos entonces cobra sentido la impugnación de la resolución ante el Tribunal Constitucional. Y eso es lo que sucede en este caso. El Gobierno sostiene que esta Resolución tiene efectos jurídicos, y el Abogado del Estado se esfuerza en defender esta tesis.

¿Y cuándo se puede afirmar que una resolución sin fuerza de ley tiene efectos jurídicos? Se plantea aquí un interesantísimo problema teórico con evidente repercusión práctica. A este respecto es muy recomendable la lectura de los argumentos expuestos por el Abogado del Estado. Su posición se resume así: “la resolución impugnada tiene efectos jurídicos y políticos, no siendo tampoco relevante el grado de obligatoriedad o vinculación que dimane de la misma, dado que son concebibles efectos jurídicos de mayor o menor intensidad vinculatoria. La carencia de ‘efectos jurídicos vinculantes’ (STC 40/2003, de 27 de diciembre, FJ 3) no significa carencia de efectos jurídicos tout court, como lo revela la aspiración a obtener una conducta determinada de ‘sujetos u órganos que no forman parte de la Cámara’, y el hecho mismo de que se enlace con funciones típicas de las asambleas representativas, como el impulso y el control político”. Además, y esto es muy importante, la Resolución tiene efectos jurídicos “en la medida en que le insta a la consecución de una cierta finalidad prescrita y controla que esa finalidad se cumpla”. Ese control del cumplimiento de la resolución está previsto en el art. 146. 4 del Reglament del Parlament.

Por su parte, los letrados del Parlament de Catalunya sostienen que la Resolución no tiene efectos jurídicos. Su posición se resume en el siguiente texto de los antecedentes de la sentencia: “Las resoluciones, proposiciones no de ley o las mociones parlamentarias aprobadas en ejercicio de la función de impulso y dirección de la acción política y de gobierno son actos de naturaleza política que, aducen, independientemente de su clase o denominación, poseen la naturaleza común de expresar una voluntad, una aspiración o un deseo de la Cámara, que se puede dirigir al Gobierno o al conjunto de los ciudadanos. La doctrina parlamentaria coincide, indican, en afirmar que los actos en los que se concreta dicha función no tienen la fuerza de obligar propia de las leyes, careciendo de poder o capacidad de vincular jurídicamente a los ciudadanos o a los poderes públicos, de originar relaciones jurídicas o de crear derechos o imponer deberes.

El traslado de las precedentes consideraciones a la Resolución impugnada conduce a una conclusión obvia: la Resolución 5/X no altera ni modifica ninguna situación legal existente en el momento de su aprobación, ni genera efectos jurídicos reales y concretos porque su eficacia, derivada del procedimiento parlamentario en el que se origina, se limita a expresar una declaración de voluntad y un propósito político”.
El Tribunal Constitucional termina dando la razón al Abogado del Estado en esta polémica, aunque con una argumentación que sospecho que no va a resultarles excesivamente clara.

El Tribunal Constitucional comienza señalando que estamos ante un acto político de naturaleza jurídica: “El acto impugnado es un acto político, adoptado por un poder público, el Parlamento de Cataluña, en ejercicio de una de las atribuciones que confiere a este órgano el ordenamiento de la Comunidad Autónoma (art. 55.2 EAC y arts. 145 y ss RPC) y mediante el procedimiento establecido al efecto, pero con naturaleza jurídica” (fundamento jurídico 2º). Estamos, pues, ante un acto político de naturaleza jurídica, si bien dicha naturaleza jurídica no se traduce en efectos vinculantes, pues como el Tribunal aclara poco después “lo jurídico no se agota en lo vinculante”. La pregunta obvia, el problema que urge resolver es cómo puede hablarse de efecto jurídico respecto a algo que no es vinculante. Este era a mi juicio el reto intelectual que debía afrontar el Tribunal Constitucional en esta sentencia y creo que, pese a que acierta con su decisión, su argumentación es insuficiente en este punto.

El Tribunal Constitucional sostiene que el punto primero de la Resolución en el que se declara la soberanía del pueblo de Cataluña “es susceptible de producir efectos jurídicos, puesto que, insertado en el llamamiento a un proceso de diálogo y negociación con los poderes públicos (…), puede entenderse como el reconocimiento en favor de aquellos a quienes se llama a llevar a cabo el proceso en relación con el pueblo de Cataluña (especialmente el Parlamento de Cataluña y el Gobierno de la Generalitat), de atribuciones inherentes a la soberanía superiores a las que derivan de la autonomía reconocida por la Constitución a las nacionalidades que integran la Nación española”. Y, más adelante, se suma a la tesis defendida por el Abogado del Estado al sostener que “el carácter asertivo de la Resolución impugnada (…), no permite entender limitados sus efectos en el ámbito parlamentario al terreno estrictamente político, puesto que reclama el cumplimiento de unas actuaciones concretas y este cumplimiento es susceptible del control parlamentario previsto para las resoluciones aprobadas por el Parlamento” (fundamento jurídico 2º).

Tenemos, pues, que la Resolución podría interpretarse como el reconocimiento de unas atribuciones abiertamente inconstitucionales. Es posible que así sea, o que no lo sea. Incluso esto último es lo más probable, porque el  gobierno catalán sin duda sabe que no puede actuar como si Cataluña fuera un sujeto político soberano. No creo que haya confusiones al respecto, pero en todo caso la pregunta es en qué medida esa posible interpretación de la Resolución implica que ésta tiene “efectos jurídicos”. Por otra parte, si la Resolución no vincula al gobierno de la Generalitat, convendría que el Tribunal hubiera precisado en qué medida el control parlamentario de su cumplimiento dota a la Resolución de un “efecto jurídico”. En este punto decisivo la argumentación tiene que ser clara, explícita, no dar nada por supuesto.

Si admitimos que lo jurídico no se agota en lo vinculante, entendido como todo aquello que puede ser exigido coercitivamente o a través de otras medidas previstas en el ordenamiento jurídico tendentes a reforzar el cumplimiento de lo previsto en una norma, habrá que ser capaz de precisar cuándo un “efecto jurídico” no vinculante es tal por ir más allá de una exhortación de índole moral o política. Y esto es justamente lo que echo de menos en la argumentación del Tribunal Constitucional. ¿Qué está queriendo decir sin decirlo el TC? Para resolver esta cuestión es necesario indagar en el significado de “lo jurídico” y de paso (me dirijo a mis alumnos) nos damos cuenta de la repercusión práctica que tienen los problemas filosófico jurídicos. El derecho adquiere sentido como actividad orientada a la ordenación de lo que afecte de manera sustancial a la convivencia. Y para ello lógicamente reclama que sus normas sean obedecidas de manera efectiva por sus destinatarios. Podríamos decir que la coercibilidad propia de lo jurídico es un inexorable requisito final, pero hasta llegar a ese punto hay etapas intermedias en las que se aportan razones encaminadas a justificar la necesidad de esa “fuerza vinculante” final. Quizá lo que quiere decir el TC cuando habla de “efectos jurídicos” no vinculantes es que determinadas resoluciones emanadas de instituciones que, como un Parlamento, goza de legitimidad democrática y tiene capacidad legislativa, representan razones autorizadas para justificar la aprobación de normas que sí que tengan directamente fuerza vinculante. Esas razones gozan de una “autoridad” que supone ir más allá de la moral y de la política. Son razones jurídicamente relevantes, aunque no vinculantes en esta etapa de realización del derecho. Trasladando esta reflexión a la sentencia, la declaración de soberanía no tiene efectos jurídicos porque pueda “confundir” al gobierno de la Generalitat o al propio Parlament en el ejercicio de su labor legislativa, sino porque cuando una institución cuya finalidad es impulsar la acción política traza una directriz al encargado de dirigir la acción política, en tanto dicha directriz no sea impugnada y declarada inconstitucional, puede en función de su naturaleza convertirse en una razón autorizada para proceder a una regulación concreta a través de normas jurídicas vinculante, y ello permite afirmar que la directriz en cuestión tiene relevancia jurídica. En este caso, la directriz es indiscutible y abiertamente inconstitucional al declarar la soberanía de Cataluña como sujeto político y jurídico, y por ello considero que el Gobierno hizo bien al impugnar la Resolución, y que el TC acierta con su decisión.

El TC pasa a ocuparse del resto de puntos de la Resolución y resuelve la cuestión a través del recurso al principio de conservación de norma, según el cual la validez de la Ley “ha de ser preservada cuando su teto no impide una interpretación adecuada a la Constitución”. El TC observa que el resto de principios incluidos en la Resolución deben ser interpretados de forma sistemática y todos ellos cumplen la función de inspirar la puesta en marcha del proceso para hacer efectivo el llamado “derecho a decidir”. Todos admiten ser interpretados como un proceso que, aunque pretende romper la Constitución, puede ser llevado a cabo desde el cumplimiento de las vías establecidas para la reforma constitucional. No seamos ingenuos pensando que los nacionalistas catalanes pretenden cumplir escrupulosamente la Constitución, lo que el TC acertadamente observa es que la Resolución impugnada admite que el resto de puntos –con excepción del primero- se interpreten de conformidad con la Constitución, y sólo si se interpreta así la Resolución queda a salvo su constitucionalidad. Por ello concluye el TC con estas palabras: “las referencias al ‘derecho a decidir’ contenidas en la Resolución impugnada, de acuerdo con una interpretación constitucional conforme con los principios que acaban de ser examinados, no contradicen los enunciados constitucionales, y que aquellas, en su conjunto, con las salvedades que se han hecho a lo largo de esta Sentencia, expresa una aspiración política susceptible de ser defendida en el marco de la Constitución”.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Suárez y la concordia

Adolfo Suárez merece el agradecimiento que le ha brindado el pueblo español. De buena gana me hubiera sumado a todos los que le han rendido homenaje con su presencia en el Congreso de los Diputados antes de ser enterrado. Por lo que he podido ver, los funerales de Estado han estado bien organizados, reflejando esa sobriedad y dignidad genuinamente española, y, salvo tres o cuatro idiotas que no merecen ni ser mencionados, políticos y representantes de las instituciones del Estado han estado a la altura de las circunstancias.

“La concordia fue posible” reza el epitafio de la tumba que Suárez comparte con su esposa. Los españoles hemos demostrado estos días que no estamos dispuestos a olvidar este legado, que aunque algunos políticos jueguen a aprendiz de brujo la sociedad española no va a permitir que se quiebre la concordia y que el que lo intente lo pagará electoralmente. Hacen falta nuevos proyectos nacionales, pero todo pasa por preservar la concordia. Tienen que existir esos puentes de entendimiento en lo esencial que canalicen las discrepancias políticas, las relativicen y permitan reconducirlas. La concordia remite también a la importancia de evitar ofensas innecesarias al adversario político, cediendo incluso en aquello que no afecta al núcleo de nuestra posición. Sin concordia no hay nación, así que Suárez merece nuestro agradecimiento porque permitió que la nación española volviera a tomar posesión de sí misma y se proyectara en una etapa de prosperidad que, pese a sus sombras y errores, hay que valorar como enormemente positiva.

martes, 11 de marzo de 2014

La beatería en la defensa de la vida

Suelo utilizar el famoso caso del niño testigo de Jehová, que falleció tras un periplo hospitalario en el que nadie se decidió a aplicarle una transfusión cuyos padres no aprobaban debido a sus convicciones religiosas, para analizar la diferente forma de encauzar el razonamiento jurídico por parte de los distintos órganos jurisdiccionales que se pronunciaron sobre el asunto. Los estudiantes dan por sentado que se asiste a un conflicto entre el derecho a la vida y el derecho a la libertad religiosa, de acuerdo con el planteamiento de los propios tribunales. Y en esos términos la mayoría considera que debía prevalecer el derecho a la vida y piensan además que los padres tenían la obligación de convencer a su hijo de que aceptara la transfusión, porque la vida está por encima de todo. Cuando explicas que no siempre que uno se muere se lesiona el derecho a la vida y observas que los padres y el propio niño no querían la muerte, sino que en realidad querían vivir, pero utilizando un tratamiento compatible con sus creencias, alguno cambia de opinión, pero la mayoría insiste en que había que transfundirle a la fuerza, y en que los padres tenían la obligación de convencerle para que cambiara de opinión.

Ayer veíamos en Orihuela, en la asignatura “Deontología en la Administración Pública”, “Los intocables”, la película de Brian de Palma protagonizada por Kevin Costner y Sean Connery, entre otros, que recrea cómo Elliot Ness y su reducido equipo de colaboradores lograron encarcelar a Al Capone. Junto a Ness, destaca el personaje de Mallone, el veterano policía que decide arriesgar sus últimos años de servicio antes de la jubilación para acabar con el famoso gánster que aterroriza Chicago. Mallone sabe que ponerle el cascabel al “gato” Capone incluye un riesgo muy cierto de zarpazo que le lleve a la tumba, como así sucede finalmente, pero tiene el coraje de aceptar el reto porque ¡qué demonios! de algo hay que morir. ¿Valió la pena su sacrificio? En este caso parece que sí. Y qué sucede cuando pensamos en un hombre joven, casado y padre como Gregorio Ordóñez, que tuvo los arrestos para dedicarse a la política en el País Vasco sin ceder al chantaje de ETA. Dejó viuda y huérfano cuando fácilmente se podría haber ido a vivir plácidamente a cualquier otro lugar. ¿Valió la pena? ¿Vale la pena arriesgar la vida en tantas situaciones que nos exigen coraje cívico, jugársela como Gary Cooper en “Sólo ante el peligro” sin mirar hacia otro lado? Mi respuesta es un SÍ como una catedral, por muy difícil que sea, aunque soy el primero en comprender que somos débiles y cagarse en los pantalones es lo más normal. Pero precisamente porque pienso así y creo que es muy importante que haya gente capaz de dar el paso cuando las circunstancias lo requieren abomino de esta beatería animalizante en defensa de la vida.

¿La vida por encima de todo? Quien así piensa renuncia a ver en el ser humano lo que nos es más propio, nuestra condición de persona. Como ha destacado reiteradamente Julián Marías, el ser humano, a diferencia de los animales, no sólo vive una vida biológica, sino que sobre todo vive una vida biográfica, única e intransferible, como corresponde a la persona. La vida personal implica proyectos vitales, coherencia con los mismos, decisión, etc., con el fin de cumplir con nuestros objetivos y en última instancia ser fiel a nuestra vocación. En nuestra vida pueden presentarse situaciones, lógicamente no deseadas, en las que esa coherencia vital biográfica ponga en riesgo nuestra vida biológica. Cuando eso sucede, poner por encima de cualquier otra consideración la vida biológica es una actitud animalizante y despersonalizadora. En ocasiones arriesgarse a morir es la única manera de vivir (humanamente, se entiende, es decir, personalmente), y resulta embarazoso tener que recordar algo que debería ser elemental, pero que tengo la impresión de que está olvidado. Creo que la formación en deontología debe contribuir a paliar este inversión de valores luchando contra las más diversas formas de despersonalización que se presentan en nuestra vida, entre las cuales se halla esta beatería en defensa de la vida que de ser interiorizada nos puede llegar a recluir en casita cuando la dignidad exige, pongamos por caso, irse a la barricada y jugarse el pellejo. 

domingo, 9 de marzo de 2014

El impresionante episodio de “Cuéntame” en que se descubre la infidelidad de Antonio

Estoy todavía impactado por el último episodio de “Cuéntame”, en el que Merche descubre la infidelidad de Antonio justamente la noche del triunfo electoral del PSOE en las elecciones generales de 1982. De hecho me parece tan bueno que no me he resistido a verlo por segunda vez para disfrutar de los detalles. Leo por ahí que los “fans” de la serie andan entre el shock y la indignación. Incluso se comenta amargamente que de quién podemos fiarnos si nos falla Antonio Alcántara. Desde luego quien lo haya dicho no es un “pata negra” de la serie, ya que el bueno de Antoñito tuvo una aventura –creo recordar que en Bilbao- cuando dirigía la imprenta y ésta iba viento en popa, y le fue infiel -emocionalmente- con Elisa, papel interpretado por Emma Suárez. Pero lo del jueves parece que anuncia el fin del matrimonio al ponerle Merche de patitas en la calle.

El capítulo me pareció brillante prácticamente por todo: el contexto de la noche electoral, el planteamiento de la trama, los diálogos conjuntos y separados de los protagonistas, y, sobre todo, la interpretación, en especial la de Ana Duato y Ariadna Gil. Imanol Arias no falla nunca. Me permito recomendarles la escena en que se encuentran Merche y Paz en el cuarto de baño. Impresionante. Merche le muestra a Paz qué clase de mujer es al contarle abiertamente (ya está segura de lo que se cuece entre ella y su marido) lo que ha tenido que pasar con el cáncer y cómo le arropó su familia. Paz se hunde a medida que la escucha. Se va sintiendo peor, la dignidad de Merche le hace sentir vergüenza hasta terminar cubriéndose el pecho con el bolso. Es una maravilla.

En cuanto al fondo del asunto, yo no veo en esta infidelidad un giro incomprensible de la serie. Hubo sucesos mucho más inverosímiles como la ludopatía de Antonio o su  nombramiento como Director General de Agricultura, por no citar otros. Doña Herminia tiene razón cuando le dice a su hija que Antonio no es "de esos", es decir, ni frecuenta prostíbulos ni tiene amantes secretas. Tuvo la aventura de Bilbao que silenció, sin que tengamos noticia de que su conciencia se resintiera, y el romance platónico con Elisa que por unas horas no terminó en cama cuando todo estaba preparado. En esa ocasión Antonio se dejó llevar por su ensoñación romántica (lo veo escuchando música clásica ante la sorpresa de Merche), pero el embarazo de Merche le despertó bruscamente y dijo la famosa frase: “Merche, me he equivocao”. Fue humilde y pidió perdón. No hizo falta que diera más explicaciones, porque Merche se dio por satisfecha y no quiso saber más. La historia con Paz parece distinta, aunque Antonio demuestra desde el principio que no es "de esos”. Se da cuenta en París de que le gusta y hace todo lo posible por evitarla, porque se sabe vulnerable ante esa mujer. Por diversas circunstancias no lo logra, Paz se lanza a por él y él no puede resistirse. Juicios morales de los “indignados” al margen, la historia es comprensible, sobre todo porque sabemos que Antonio puede vivir con un secreto de este tipo (por la aventura de Bilbao). Antonio esta vez no es humilde y reacciona muy mal con Merche. No sólo no tiene ninguna intención de confesárselo (aunque yo creo que está claro que no quiere continuar la relación con Paz, pues ella le reprocha que no le haya llamado), sino que reacciona displicente a las preguntas de Merche e incluso le amenaza, lo que es el colmo del error y de la indignidad, al decirle algo así como que tenga cuidado porque el que rasca encuentra. O sea, que más vale que no me preguntes y mires para otro lado, como si su mujer fuera una tonta del bote. Con esa actitud, y sin negar que se ha enamorado y que es algo serio, lo es normal es que Merche lo eche de casa.

¿Lo perdonará? La canción final del capítulo, la entrada en vigor de la ley del divorcio y las posibilidades que este giro abre para los directores de la serie llevan a pensar que el matrimonio se rompe, pero por la forma de ser de los personajes lo lógico sería que Antonio pidiera perdón a Merche y ésta le perdonara. Después de la conversación con el marido de Paz Antonio ya sabe que esta historia sólo puede tener algún futuro si rompe su familia, y además es posible que intuya que Paz le viene grande, pues a Antoñito los títulos universitarios le siguen impresionando. Al margen de todo esto, Antonio quiere a Merche. Paz ha sido una tentación que se ha presentado en su camino y que no ha sabido evitar. Por su parte, Merche debería perdonar a Antonio porque puede darse cuenta de que realmente Antonio no ha tenido la intención de seducir a Paz, sino más bien todo lo contrario, es decir, que Antonio, aunque sea un chulo y un poco capullo, no es en efecto “de esos”. Pero el argumento decisivo es la devoción de Merche por su familia y el amor que siente por su marido.

Veremos qué sucede, pero desde luego esta serie nos ha dado momentos grandiosos, como se dice en el mundo del toreo. El del pasado jueves no sé si fue el más emocionante, pero para mí sin duda fue el mejor. 

martes, 4 de marzo de 2014

"Los hermanos Karamazov"

"Los hermanos Karamazov" es una novela con pasajes sublimes, aunque "Crimen y castigo" me parece que tiene una trama argumental mejor construida y mucha mayor fluidez narrativa. A mi juicio la relación de Aliocha con Kolia, Iliucha y los otros niños es prescindible, y por momentos la lectura se hace tediosa. Me ha resultado muy interesante la estampa que Dostoyevski nos ofrece de la espiritualidad rusa a través de la figura del starets Zósimo y de los acontecimientos que tienen lugar en el monasterio. Pero para mí lo mejor sin duda está en la parte final de la novela. Son magistrales las entrevistas entre Iván y Smerdiakov en las que cobra protagonismo la idea de la culpabilidad moral; y, sobre todo, la intervención final del abogado defensor de Mitia, Fetiukovich, que todavía me tiene impresionado, veinticuatro horas después de haber concluido la lectura. El conocimiento profundo de la psicología humana que demuestra Dostoyevski denota no sólo su genialidad, sino una vida marcada por la experiencia personal de los más terribles sufrimientos morales. Estremece pensar en cómo debió sufrir Dostoyevski para llegar a ese nivel de obsesión con el tema de la culpa y los remordimientos de conciencia. Él mismo reconoce en "Memorias del subsuelo" que tener una conciencia demasiado desarrollada es una enfermedad. No es de extrañar que a Freud esta novela le pareciera sublime. Es una delicia ver cómo el abogado analiza la personalidad de Mitia y de Smerdiakov dando cuenta de todos los matices de su comportamiento para tratar de desmontar una acusación de parricidio que en la que Mitia parece tener todo en su contra. Sí, es una obra maestra y su lectura, aunque pesada -no nos engañemos- merece la pena.

viernes, 28 de febrero de 2014

Rubalcaba

Era imposible que Rubalcaba pudiera resultar “ganador” del debate sobre el estado de la nación. Da igual que las críticas al panorama dibujado por Rajoy fueran acertadas y que además las formulara con brillantez. Le bastaba a Rajoy con sacar a pasear la hemeroteca y recordar muchas de las declaraciones de Rubalcaba durante su etapa en el Gobierno para noquearle. En el PSOE saben que Rubalcaba no puede ser alternativa, pero les da miedo la alternativa a Rubalcaba, y no es para menos. ¿Chacón?, ¿Madina? A uno se le ponen los pelos de punta solo de pensarlo. Rubalcaba está haciendo una labor de oposición impecable desde el punto de vista del interés general, pero es lógico que entre los socialistas cunda el desaliento al ser conscientes de las nulas opciones del sexagenario líder de la oposición de batir a Rajoy, el héroe del silencio.

El PSOE vio el abismo con Zapatero y realizó una “involución” generacional optando por la seguridad de un líder que todavía guarda respeto al espíritu de la Transición, por mucho que también se le pueda criticar a Rubalcaba. Pero el paso del tiempo es inexorable y el PSOE sabe que debe volver a confiar en alguien de la generación de Zapatero o incluso en alguien que bordee la siguiente generación como Madina (nacido en 1976). En esa sucesión hay mucho en juego que sólo puede atenuar una sólida consolidación de UPyD –decepcionante Rosa Díez en el debate sobre el estado de la nación- que evite un nuevo frente anti-PP con propuestas radicales en la línea de los tiempos de Zapatero. El Rey sabía que su reinado dependía del PSOE, y el príncipe se la puede estar jugando con la lucha por el liderazgo en el PSOE, pues es muy posible que el nuevo liderazgo sea abiertamente republicano.

Rajoy ganó, y está demostrando unas virtudes políticas sorprendentes. Realmente creo que conviene examinar en otro post la estrategia del héroe del silencio en asuntos como el desafío nacionalista catalán o el caso Bárcenas. Pero ahora mismo desde el punto de vista político España se la juega en la batalla interna socialista, y aquí pienso que hay que desearle éxito a Rubalcaba y a la gente de la vieja guardia.

jueves, 27 de febrero de 2014

Orihuela

Hay lugares como Orihuela en los que uno se siente bien sin saber exactamente por qué. Son muchas cosas y ninguna en particular. El sabor a pueblo de algunas calles se combina con la monumentalidad del centro. La huerta de la vega baja regada por el Segura, que me recuerda a la huerta valenciana, sobre todo a la comarca del Camp de Túria, hace de Orihuela una ciudad muy distinta al resto de las de la provincia de Alicante. También esas montañas que la rodean y que invitan a pararse a contemplarlas cuando el sol las viste de diferentes colores acentúan la originalidad de Orihuela. El otro día, al salir del edificio de la Universidad (Las Salesas), comenzaba a anochecer y me sentí tan a gusto respirando el aire puro oriolano que miré al cielo y tomé una foto de la iglesia ubicada en la plaza contigua a la Universidad.